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Uruguay, algo más que un adiós

El golpe a la selección celeste en la Copa del Mundo de Catar ha sido enorme y plantea la necesidad de dejar atrás el pasado y mirar al futuro

Una de las escenas más emotivas del cine de siempre es la de la estación, en Cinema Paradiso. El protagonista se despide de su familia, de su pueblo y de su vida, recibiendo los consejos de su mentor y alejándose, tras el llanto compartido, en un tren que le acerca a su sueño a la vez que deja todo atrás. En Uruguay, el proceso está siendo un poco el mismo. El sentimiento de desgarro es evidente. Muchas de las caras visibles y con más peso dentro de la ‘Celeste’ dicen ya adiós a la selección tras un Mundial de Catar que no ha sido el esperado, por resultados y por sensaciones. Diego Alonso, director de la obra, no ha sido capaz de encauzar la épica buscada y se ha convertido, en apenas tres partidos, en un drama en tres actos.

En el primero, ante Corea del Sur, los ‘Charrúas’ no lograron cumplir con la expectativa. Salieron con un once de pocos cambios, reconocible. Pero el resultado no fue el esperado. Demasiado apáticos, demasiado densos, demasiado preocupados por no cometer errores. Un fútbol a ráfagas que ni resolvió ni enamoró. Un fútbol que solo sirvió a Uruguay para desdibujar las esperanzas puestas en un plantel de caras conocidas y nuevos representantes. Luis Suárez en punta simbolizaba un quiero y no puedo por parte de la selección uruguaya. La evocación de la nostalgia que a menudo, durante el partido, aumentaba las dudas que generaba su rol en el equipo. Incluso era un resumen simple de los problemas de Uruguay, pues apenas le llegaban balones al área para poder brillar.

En el segundo, ante Portugal, la ‘Celeste’ fue presa del miedo. La selección lusa aprovechó la circunstancia para llevarse un partido que estuvo más igualado de lo que pudo parecer. Uruguay pareció más la selección que se esperaba ver, pero el acierto de los de Fernando Santos ensució su labor. Con ese disparo, Uruguay temblaba. Apenas tenían margen de error con ese resultado. Ante Corea del Sur, Uruguay tenía que mostrar los elementos del cambio que debía protagonizar la selección dentro de este Mundial de Catar. Elementos que apenas pudieron verse a rachas, con pocos nombres nuevos y con insistencia en jugadores que ya no daban para más a este nivel.

En el tercero, ante Ghana, se vislumbró la tragedia. Ghana había mordido el anzuelo y Uruguay estaba siendo la que todos esperaban, aunque fuera con el agua al cuello. El resultado era generoso. Y Uruguay dio un paso atrás. No querían arriesgarse a perder. Al fin y al cabo, estaban dentro. Pero de pronto dejó de estarlo. Depender de los demás, no haciendo lo deberes, te pone en una amarga situación. El reloj corría y el equipo sufría. Uruguay empezó a temblar. Ese pasito atrás no hablaba de la Uruguay de las cuatro estrellas, sino de la temblorosa actitud de jornadas previas. De esas dudas que recorrían las extremidades de cada componente al saber que Corea del Sur les estaba amargando. Ese equipo ante el que dudaron y no fueron capaces de derrotar cuando aún había tiempo, en la primera jornada. Solo un gol separaba a la ‘Celeste’ de la meta, pero fueron incapaces de hacerlo. Se les negó ese privilegio. La tragedia estaba escrita.

 

Uruguay fue algo que no está acostumbrada a ser, por tradición y por historia. Diego Alonso, hoy, está tocado por no elegir mirar hacia adelante cuando pudo hacerlo

 

Hay tantas cosas que decir en una despedida que habrá muchas que no habrás dicho cuando ya sea imposible decirlas. La Uruguay de Catar no fue la digna despedida que merecía una generación que, quizá, debió despedirse antes. Esa que ganó tuvo que perder en Catar para ser consciente de su retirada tardía, de su incapacidad para hacer lo que antes podía parecer fácil. Uruguay, la que siempre está, aunque todos duden, esta vez no estuvo. No fue la de siempre. La “garra charrúa” no surgió para salvarlos. Demasiado miedo, demasiadas dudas.

En el banquillo, las caras nuevas lloraban por algo que no tuvieron tiempo de probar. Los gigantes acumularon minutos sin posibilidad de argumentarlos, sin la posibilidad de hacerlo aún con toda su voluntad. Uruguay fue algo que no está acostumbrada a ser, por tradición y por historia. Diego Alonso, hoy, está tocado por no elegir mirar hacia adelante cuando pudo hacerlo. Por no querer arriesgar más en pro del futuro. En la búsqueda de una nueva idea al servicio del mismo interés común y los mismos valores que acompañaron a Uruguay en cada reto. Es ahí donde perdió la batalla y, al menos, parte de la confianza. Porque en los comienzos todo el mundo elige creer, pero es al final del camino donde todo se ve más nítido.

En ese pequeño país de fútbol que es Uruguay, nunca fue un problema no ser favoritos. Nunca dio miedo medirse contra los mejores. El orgullo de una nación que lucha entera siempre dio fuerzas a un equipo que competía en minoría. Decir adiós así debería ser más sencillo. Y esta ‘Celeste’ obliga a mirar hacia adelante, a cuidar el futuro recordando el pasado. Cuando el tiempo pase y se mire atrás, quizá se piense que no es recomendable atrasar una despedida, que es bueno decir adiós a tiempo. Ceder el paso. Asegurar el futuro. Dejar un buen recuerdo a aquellos que lucharán con la camiseta en los próximos retos, queriendo dejar en buen lugar a los que estuvieron y a los que siguen estando.

 


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Fotografía de Getty Images.