Ucrania y Polonia en 2012 e Israel en 2013. Los dos últimos éxitos de la selección española —con la absoluta y la sub-21, respectivamente— son el punto de partida al que Julen Lopetegui se ha aferrado en sus primeros meses al frente de la ‘Roja’. Sabe que para volver a la senda del triunfo se necesita tener a futbolistas de gen ganador, a aquellos que sepan lidiar con la presión de la exigencia. Para ello, ha unido a dos generaciones que conocen al dedillo el guión por el que debe moverse una selección que ya hace años a la que se le reclaman hechos, porque así han acostumbrado a los aficionados en una década plagada de títulos y fidelidad a un estilo.
España estaba sumida en la mayor de las nubes futbolísticas a nivel internacional. Eurocopa, Mundial y Eurocopa, un hat trick de éxitos consecutivos nunca antes conseguidos por nadie. Atrás quedaban esa lejana Eurocopa de 1964 que se ganó a la Unión Soviética —el único título hasta 2008—, el 12-1 a Malta con el famosísimo gol de Señor o cualquier otra gesta que, al lado de esa vorágine de victorias, quedaban en una nimiedad absoluta. El estilo parecía inamovible y los trofeos llegaban ya casi por inercia. Pero en la vida y, por ende, en el fútbol, todo tiene un fin. Y ese fin llegó en el verano de 2014. Brasil era el epicentro del mundo durante los meses de junio y julio y España quería seguir por la senda de la victoria en casa de uno de los países con mayor pasión por este deporte. Pero llegó un batacazo inesperado por muchos. 5-1 ante Holanda y 2-0 ante Chile. Ni se necesitaba saber el resultado contra Australia porque la selección ya estaba eliminada. Al final ganó Alemania, que llevaba años y años esperando pausadamente la fecha del fin victorioso español para recoger el testigo de ser la selección a batir.
Dos años después, esta vez en Francia, venía la oportunidad de demostrar que lo de Brasil había sido un lapsus y que ese estilo innegociable aún servía para acercar a la selección a los títulos. era una generación nueva a medias. Se habían ido Xavi y Xabi Alonso, dos de los patrones de aquel fútbol que conquistó Sudáfrica, e Iker Casillas quedaba relegado a un segundo plano tras la irrupción de David de Gea. Se convenció a medias durante la fase de grupos, pero Italia destrozó los sueños de los españoles por la vía rápida en octavos de final. Era el segundo fracaso consecutivo de la ‘Roja’ y Vicente del Bosque, el mismo hombre que le había dado su primer Mundial al país, se dio cuenta de que era el momento de dar un paso al costado.
En esta ocasión no se repetía en mismo proceso que en 2008. Después de ganar la Eurocopa de Austria y Suiza hubo un relevo forzado en el banquillo. Luis Aragonés decidió dejarlo tras hacer historia y se eligió a Vicente del Bosque en un proceso continuista. Dos técnicos de diferente estilo en lo personal, pero que se acoplaron al patrón de la posesión y el fútbol de ataque que pedían a gritos esos locos bajitos, como decía la canción. El año pasado las tornas cambiaban y la elección era Julen Lopetegui. Sin la experiencia de los dos anteriores inquilinos, aunque venía de entrenar a un grande del fútbol portugués como el Oporto, la RFEF le ofrecía el timón para que la selección retomara el rumbo en manos de un técnico de la casa —anterior seleccionador sub-21— para reavivar ese estilo que tanto ha identificado a la ‘Roja’ desde aquel verano por los Alpes suizos y austríacos y que en los últimos años parecía haberse oxidado.
Hasta el momento el balance es positivo. Se han jugado cinco partidos desde que España dijera adiós a la Eurocopa tras caer eliminada frente a Italia y aún no se conoce la derrota.
La hoja de ruta parecía tenerla clara desde el momento en el que aceptó el cargo. Había vivido desde muy cerca, desde dentro del organigrama de la selección, los éxitos anteriores. Conocía la fórmula, con ella, o con una muy similar, había conquistado el Europeo sub-21 solo tres años antes. El otro paso era encontrar a los jugadores idóneos para que la fórmula funcionase. A su llegada, quizá la defensa era la única línea en la que no debían aplicarse cambios de gran magnitud. Todas las otras, portería, centro del campo y delantera se encontraban en un momento de impasse entre una y otra generación. No es tarea fácil sustituir a Iker Casillas, capitán y emblema de la selección, entre los tres palos. Como tampoco lo debe ser confeccionar una alineación, mirar a los lados en el vestuario, y no encontrar a Xavi, la cabeza pensante y el que le daba sentido a todo esto, para añadirlo en tu ‘once’. Después, ojeas de nuevo, y no ves a Fernando Torres ni a David Villa, la dupla que tantos goles hizo vestida de rojo.
Es entonces cuando Julen Lopetegui, ni corto ni perezoso, rebuscó en su pasado más reciente. Cierto es que muchos de los ‘elegidos’ por el técnico guipuzcoano ya habían tomado la alternativa en la ‘era del Bosque’, pero él ha dado el paso definitivo asentándolos en sus esquemas. Todas las preguntas, todas las dudas acerca de esta nueva etapa, llevaban al seleccionador a Israel. Le reconducían a ese torneo en el que la ‘Rojita’ se paseó por los estadios israelíes. Fueron cinco partidos acompañados de cinco victorias, 12 goles a favor y solo dos en contra. Encontró cada una de las respuestas en ese mes de junio de 2013.
Lopetegui ha conseguido unir lo mejor de las últimas dos generaciones ganadoras: la sabia vieja que empalmaba Eurocopas y Mundiales junto a la sabia nueva que empezó a labrar su camino en Israel.
Se convenció para dar el paso definitivo con David de Gea, para que no tuviera discusión en la portería y tomara el relevo de Iker Casillas definitivamente. El lateral diestro, la única posición de la defensa que no estaba cubierta por un futbolista fijo —Gerard Piqué, Sergio Ramos y Jordi Alba son inamovibles para cualquiera—, se lo prestó a Dani Carvajal, que curiosamente en Israel estaba relegado a la suplencia por culpa de Martín Montoya. En la medular, junto a Sergio Busquets, Andrés Iniesta y David Silva, la lista de candidatos a ocupar el hueco vacante es larguísima. Más aún cuando se trata de un país que en esta última década parece que no se cansa de generar y generar ‘peloteros’ y creadores de juego. Pero si alguien tenía alguna duda, Julen se la ha resuelto rápido y le ha dado ese privilegio a Thiago Alcántara después de la magnífica temporada que está cuajando en el Bayern de Múnich. A estos tres futbolistas, se les suman otros expupilos de la sub-21 que, aun sin ganarse su lugar en la alineación titular, han entrado también en los planes de Julen. Los tres más habituales son Koke Resurrección, Isco Alarcón y Álvaro Morata, opciones de garantías para la media y el ataque español. Mientras que otros como Nacho Fernández, Marc Bartra, Íñigo Martínez o Asier Illarramendi, que podría haber debutado ante Francia de no ser por una inoportuna lesión, van asomándose de vez en cuando en los esquemas de Lopetegui, que también ha evidenciado el cambio generacional dando paso a futbolistas de la talla de Iago Aspas, Vitolo o Saúl Ñíguez, tras el gran rendimiento que estaban demostrando semana tras semana en Celta, Sevilla y Atlético, respectivamente.
Hasta el momento el balance es positivo. Se han jugado cinco partidos desde que España dijera adiós a la Eurocopa tras caer eliminada frente a Italia y aún no se conoce la derrota. Cierto es que la exigencia de los rivales no ha sido excesiva. A excepción del empate a uno en Italia, los otros cuatro encuentros han sido ante Liechtenstein (8-0), Albania (0-2), Macedonia (4-0) e Israel (4-1), todas ellas selecciones de poco nivel. Pero da la sensación de que el balón vuelve a circular rápido y no lo hace mansamente como en tiempos no muy lejanos. También se ha recuperado la sociedad Silva-Iniesta, capaces de bailar juntos sobre una baldosa y no perder el balón aunque parezca imposible, e incluso Thiago da síntomas de entenderse con esta dupla, porque, al fin y al cabo, hablan los tres el mismo idioma balompédico, ese lenguaje del que Xavi era catedrático y en el que hispano-brasileño se postula como su sucesor. Parece que esto empieza a carburar, pero sería arriesgado lanzar tan pronto las campanas al vuelo. Eso sí, el primer paso está dado, Julen Lopetegui ha conseguido unir lo mejor de las últimas dos generaciones ganadoras que ha dado el fútbol español: la sabia vieja que empalmaba Eurocopas y Mundiales (o lo que queda de ella) junto a la sabia nueva que empezó a labrar su camino en Israel guiada por el mismo Julen.