El fútbol se convierte en algo bonito cuando sucede algo inusual. La Eurocopa de Dinamarca en 1992, que sacó el billete a última hora por la ausencia de Yugoslavia debido a la Guerra de los Balcanes y acabó ganándola, la remontada del Liverpool al Milan en la final de la Champions de 2005 en Estambul, el ‘Alcorconazo’ en 2009 al todopoderoso Real Madrid o la Premier League levantada por el Leicester City en 2016. La modernización del deporte, que ha llevado a los grandes a convertirse en transatlánticos, y a los pequeños en botes salvavidas, hace que cada vez sea más complicado presenciar estos sucesos. Y mucho más en la competición doméstica. Donde la suerte brilla por su ausencia y la meritocracia abunda. Pero en la temporada 15-16 David pisoteó a Goliat en Inglaterra. Los gigantes se hicieron chiquitos. Un zorro amedrentó a los ‘Red Devils’, a un cañón ‘gunner’, a un águila ‘citizen’ (que cambió por un navío a mitad de temporada pero no sirvió de mucho), a un Liver Bird ‘red’ o el poco intimidante gallo del Tottenham.
Los ‘Foxes’ querían alejarse de la agonía vivida el año anterior. Desde la jornada diez hasta la 33 en descenso, y desde la 13 hasta la 32 en el farolillo rojo. Siete victorias -seis consecutivas- y un empate en los últimos ocho partidos no fueron solo la llave para jugar otro año más en la máxima categoría inglesa, sino que sirvieron de impulso -digno del Enterprise– para lograr una de las gestas más recordadas en la historia del fútbol. Ulises no solo volvió de Troya, sino que lo hizo con el barco sin un rasguño y repleto de oro.
Pero nada hubiese sido posible sin el jardinero del sorprendente campeón, John Ledwidge. Un tipo que alzó el mismo trofeo que Vardy, Mahrez o Ranieri. Porque una de las claves del éxito de aquel equipo fue que eran una familia. Apodado por el vestuario de los ‘Zorros’ como el ‘Jardinero de la Podadora de Oro’. Un artífice más de la proeza del Leicester. El Leonardo da Vinci de las semillas. Llegó al club en enero de 2014 y, una vez asentado en el King Power Stadium, su imaginación comenzó a brotar en forma de artesanía botánica. La gente no iba a ver a Leicester, iba a ver sus diseños en el césped. Fue el gancho para llenar el estadio y que el equipo se acabase proclamando campeón.
Apodado por el vestuario de los ‘Zorros’ como el ‘Jardinero de la Podadora de Oro’, Ledwidge llegó al Leicester en enero de 2014 y, una vez asentado en el King Power Stadium, su imaginación comenzó a brotar en forma de artesanía botánica
En la 17-18, la liga inglesa obligó a que la única figura que apareciese dibujada en el tapiz verde fuesen las monótonas líneas horizontales para alinear la figura de la Premier League con otras organizaciones como la UEFA. Yo pensaba que el fútbol moderno es un espectáculo. No hay nada más espectacular que ver el escudo de tu equipo sobre el terreno de juego, algo típico en el Proevolution Soccer 06, donde después de cada gol aparecía en el círculo central la insignia de la entidad junto al número de dianas. O, el día en que celebras el título liguero junto a los tuyos, tener el césped repleto de estrellas en honor a los 132 años de historia necesarios para alzar la copa por primera vez. Una alfombra al nivel de la hazaña lograda. En la que un equipo obligado a firmar a jugadores libres por su economía escasa, se coronó en la competición que más dinero mueve en el planeta. Pero Ledwidge es un hombre positivo. “Cuando me enteré, estuve un poco triste, aunque entendí las razones de la nueva ley. Y eso también significaba que no tuviese que madrugar tanto, porque los diseños nos costaban dos horas más a nuestra jornada laboral”, recuerda el jardinero a Panenka.
Todas las personas tienen un talento excepcional. Lo difícil es llegar a conocerlo. A veces es un largo camino, quizás nunca termines encontrándolo, y en otras se destapa por puro azar. John quería ser futbolista, pero eso está al alcance de muy pocos. Y él no estaba entre los elegidos. Envió una carta al jardinero del Coventry City para poder pisar el césped y sentirse jugador por unos instantes. La agradable sensación que experimentó al pisar el terreno de juego cambió su vida. Un aroma fresco y agradable. Un tacto húmedo y suave a la vez. Corto, pero suficiente para acolchar las pisadas. Un estadio con un césped exquisito es una obra arte. Igual que un templo egipcio, un castillo medieval inglés o una iglesia gótica. Ya no quería ser futbolista, ahora John quería ser jardinero.
Envió una carta al jardinero del Coventry City para poder pisar el césped y sentirse jugador por unos instantes. La agradable sensación que experimentó al pisar el terreno de juego cambió su vida. Ya no quería ser futbolista, ahora John quería ser jardinero
Hoy combina su trabajo con otra profesión que encaja como anillo al dedo. Conduce una avioneta para ver desde un plano cenital privilegiado los diseños de los campos de fútbol. También los de los prados de golf que gestiona. Ahora que su imaginación ha sido capada en el King Power Stadium, está en las manos del Da Vinci inglés que la tranquilidad que contagian los clubes de golf la despedacen los gritos de los hinchas del Leicester que extrañen los dibujos del jardinero en su feudo. “Podría hacerlo, pero de momento no quiero”, expica Ledwidge, que pone el mismo grado de dificultad en aterrizar un avión que en hacer una figura sobre el césped.
Muy pocos son los que no se alegraron del título del Leicester. El Nottignham Forest, debido a la rivalidad entre ambos conjuntos, fue uno de ellos. El otro, las casas de apuestas. Con una cuota de 5.000 libras por cada una apostada, los privilegiados que decidieron invertir se pueden contar con una mano. La mayoría, bajo los efectos del alcohol, por tentar a la suerte. Como quien compra un ‘Rasca y Gana’ sabiendo que después de usar la moneda, leerá: “Otra vez será”. Pero a veces, en la botella que te comprabas cuando eras niño salía: “Vale por otra cantimplora”. Hubo alguien que apostó 50 libras, y que con el transcurso de la competición, la casa de apuestas decidió pactar con él un precio de 76.000 libras (un poco más de 100.000€). Una lástima, porque se habría acabado llevando 350.000€. Se trata de una de las pocas personas que puede decir que ha sacado rédito de las casas de apuestas. Y todo, gracias a John Ledwidge, el jardinero del Leicester.
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Fotografías de Getty Images.