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Sueños por cumplir

En plena diáspora culé, Sergi Samper se erige, con 22 años, como un romántico que aún aguarda esperanzas de triunfar en el equipo de su vida

El fichaje de Jordi Mboula por el Mónaco reabre el eterno debate sobre lo que debe hacer un zagal que se siente futbolista pero que aún no lo es. En esas edades surge la discusión sobre lo que debe decidir un chico que se encuentra en la tesitura de escoger entre perseguir el sueño de asentarse en el equipo de su vida o lograr su objetivo; llegar a ser futbolista profesional. Desde un punto de vista objetivo, son muchas las variables que puede tener en cuenta una persona a la hora de decidir sobre su porvenir. Desde un punto subjetivo, son todavía más.

Un canterano de cualquier equipo español está atado a muchas cosas. En primer lugar, a su familia. Después, a su grupo de amigos que forma tanto dentro como fuera del verde. Le sigue la ciudad. Por último, el amor a unos colores. El dinero cobra sentido a partir de los 16 años, cuando empiezan a recibir ofertas. Es habitual ver cómo futbolistas que jugaban en un equipo se pasan al máximo rival sin titubeos. Pero creo que ni a los 16 el dinero es algo que les preocupe mucho.

Los chicos en edad formativa están sometidos a mucha presión. Durante todo el año tienen que competir diariamente. Acostumbrados a jugar en equipos muy superiores al resto, cuando deben demostrar que son los mejores es día a día y entreno tras entreno, contra sus propios compañeros. Contra sus propios amigos. Y pocas veces les afecta. Se quieren a rabiar fuera del césped y compiten a morir dentro. Eso es lo más sorprendente de estos chicos que ven la competitividad como algo sano.

Sin embargo, cuando ya empiezan a ver la luz al final del túnel, cuando ya ven que la puerta del filial se va abriendo poco a poco, es cuando tienen que mantener la cabeza más fuerte. Y fría. La luz brilla y atrae, pero nunca deben dejar que les deslumbre o, por el contrario, se quedarán en el camino.

A la marcha de Mboula se ha unido recientemente Eric García (Cadete A). De ahí el alarmismo en la prensa catalana por el ocaso de la Masía. Perdón, ¿ocaso? Los mejores equipos del viejo continente vienen a buscar a los jugadores mejor formados y eso solo sucede en las mejores canteras. Nada nuevo. En su día se fueron Gerard Piqué y Cesc Fábregas. Más tarde siguieron sus pasos Onana, Bellerín, Mauro Icardi o Keita Balde. No todos triunfan, aunque, ¿qué pierden yéndose?

Si ahora se pagasen 50 millones por Héctor Bellerín, ¿qué imagen les está dando el club a los canteranos? ¿Con qué cara se quedará Palencia cuando vea que le ponen un tapón por encima? La misma que se le quedó a Grimaldo cuando se fichó a Jordi Alba. Y si busca camino más allá del Barça, nadie podrá decirle nada, porque el mundo no se acaba en la Masía. Y los jugadores lo saben. Su objetivo: ser futbolistas profesionales. Su sueño: jugar en club de su vida.

El trabajo, la constancia, la perseverancia y el ir superando las dificultades es el día a día de los jóvenes que persiguen ese sueño. U objetivo. Si se fuese realista, lo normal es no llegar al juvenil del Barça, en este caso. Pero sirve igual para el Real Madrid, Málaga, Villarreal, Espanyol o Atleti. Muchos padres de futbolistas reconocen que cuando sus hijos cumplen 16 años y empiezan a llover ofertas, alucinan. Pagan un dineral por un joven al que proponen un proyecto deportivo que el club azulgrana no es capaz de garantizar. Si viene el Manchester City y le dice a Eric García que en un año entrenará con Guardiola… Siendo del Barça de toda la vida y habiendo crecido viendo jugar al Barça de Pep ¿Por qué motivos iba a rechazar eso? Y más viendo la cantidad de extranjeros en edad juvenil que ficha últimamente la directiva culé.

Pero esta diáspora culé tenía que tener un héroe: Sergi Samper. Lleva desde que empezó a jugar a fútbol enfundándose la elástica azulgrana. Empezó en la FCB Escola porque su abuelo así lo quiso tras llamar al anuncio que aparecía en los paneles del Camp Nou. Hizo la prueba de acceso en la que su equipo perdió por más de 8 goles e igualmente pasó la prueba. Desde entonces, su abuelo se encargó de llevarlo a cada entrenamiento y a cada partido. Año tras año iba quemando etapas y todo el mundo apostaba por él como el futuro del Barça. Aquel chico rubio y bajito, que recordaba a Bernd Schuster por la manera en la que bailaba al viento su pelo, llamó la atención de muchos. A los 16 años, como tantos otros, llamó Arsène Wenger a la puerta. El padre, Jordi Samper, fue incluso a las instalaciones del Arsenal para conocer a fondo el proyecto que se le presentaba. El dinero no era un problema, los padres llegaban a bromear con que podrían comprar Harrods con lo que ofrecía la disciplina gunner.

Sergi, sin embargo, quería perseguir su sueño. Quedarse en can Barça y triunfar con el club de su vida. Y pesaba mucho la presencia de su abuelo. Los padres, por su parte, lo apoyaron. Siempre dijeron que al llegar las ofertas, nadie tiene nada que perder. Si al irte a Inglaterra o Italia no sale como esperas, vuelves dominando el idioma a la perfección y con un saldo en la cuenta desmedido. Lo valiente es quedarse y apostar por lo que de verdad quieres: cumplir tu sueño. Jugar en el equipo de tu vida. Un amor desprovisto de cosas materiales. Solo el escudo, el estadio y el propio jugador. El amor a unos colores no está reñido a los tejemanejes de los directivos o a algunos entrenadores. La apuesta difícil de Samper era quedarse en el club azulgrana y así cumplir su promesa.

Este curso volverá a hacer la pretemporada con el primer equipo. El año pasado acabó en Granada donde todo apuntaba a que iba a ir de maravilla con Paco Jémez y su propuesta futbolística, que se adecuaba a lo que necesita Samper. Sin embargo, con su despido perdió presencia en el equipo y, más tarde, una cláusula en su contrato hacía al equipo nazarí pagar por alinear a Sergi, por lo que dejó de jugar.

A la espera de que Ernesto Valverde tome una decisión al respecto, tendrá de nuevo la oportunidad de enfundarse la zamarra azulgrana y demostrar que él está capacitado para jugar en el equipo de su vida. Porque el estilo se adapta a él y él se adapta al escudo. Como dijo el escritor español León Gaudí, “solo es capaz de realizar su sueño el que, llegado el momento, está despierto”. Y Sergi lleva con la puerta entreabierta mucho tiempo, pero sigue con la cabeza fría y anda con cuatro ojos sabiendo cuál es su objetivo: cumplir su sueño.