Al igual que sucede con el Fútbol Club Barcelona, hablar del estilo futbolístico del Atlético de Madrid de Diego Pablo Simeone es meterse a batallar en una de las kilométricas trincheras de la Primera Guerra Mundial: por mucho que dure el debate, las posiciones no se van a mover ni lo más mínimo. Sin embargo, nuevamente, el irregular comienzo de temporada del conjunto ‘colchonero’ invita a la reflexión en este sentido.
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En 2015 algo cambió en el Atlético de Madrid con la explosión de Antoine Griezmann. El francés demostró en muy pocos meses que era un jugador de una dimensión y una complejidad muy superiores a las del resto de sus compañeros. Y esto nadie se lo había imaginado. Ni la Real Sociedad ni un conjunto ‘colchonero’ que le había fichado por su versión más agresiva, incisiva, trabajadora y letal. Pero Griezmann llevaba dentro un enganche con talento para asociarse, sumar pases, crear ventajas y luego, por supuesto, cobrar facturas. Un jugador, insistimos, de una dimensión superior.
Porque cuando se hablaba de Arda como el “distinto” y “superior” del Atleti a menudo se hacía más por su estética y por su relación con la pelota que por su acercamiento al juego. En realidad el turco siempre fue un jugador muy simple. Su gran virtud era proteger la pelota y crear ventajas a partir de lo que hacían los rivales para tratar de robársela. Y esto, que fue lo que luego le hizo fracasar en el Barcelona, casaba muy bien con un Atlético de Madrid que, aunque siempre quería ir muy rápido en ataque, sabía que a veces necesitaba pararse en alguna zona del campo para adelantar líneas, forzar balones parados y dominar la segunda jugada.
En 2015, además de la explosión de Griezmann, sucede otro hecho muy significativo: se marcha Raúl García. El navarro quería más minutos y consideraba que en el Atleti ya no los tendría. Que se había acabado una etapa. Arriba ya no podría jugar tanto, pues allí siempre estaría Griezmann, que era la estrella a la que siempre acompañaría un ‘9 ‘(primero Mandzukic, luego Jackson). Y en la banda todavía menos, porque además de la presencia de Koke y Saúl, dos jugadores cuyo crecimiento también parecía depender de un cambio de registro, se comenzaría a buscar al extremo prometido (antes Cerci, ese año Yannick Carrasco y al siguiente Gaitán) que todavía no ha aparecido.
Lo cierto es que cuando Raúl se fue todos le lloraron pero nadie logró impedirlo. Todos entendían que la vida es así y que por mucho que dos partes se quieran a menudo la evolución de las mismas no es ni mucho menos paralela. Y éste era el caso.
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Fue en ese verano cuando a Simeone se le empezó a poner cara de Bill Murray.
VERANO
Desde el mencionado mercado de 2015 el Atlético de Madrid ha ido fichando más jugadores talentosos, creativos, desequilibrantes, asociativos, veloces… y cada vez menos ‘cholistas’. Quizás porque en el mercado no hay tantos, quizás porque Simeone confía en que el ‘cholista’ no nace, sino que se hace. El caso es que el Atlético de Madrid se fue matizando con el paso del tiempo.
Eso no quiere decir que el Atleti ahora defienda mal, negocie el esfuerzo o deje de creer a las primeras de cambio. Ni mucho menos. Lo que quiere decir es que Diego Pablo Simeone, que dice querer la pizza de siempre, está cocinando la masa usando otras cantidades y sobre la misma le está poniendo otros ingredientes.
Mismamente, siempre se hablado de Koke y Saúl como el relevo de Tiago Mendes y Gabi Fernández. Pero en realidad no son tan parecidos. Necesitan alturas diferentes, libertades diferentes y, por tanto, contextos diferentes. Algo que, de momento, no se ha dado, y por eso uno sale pitado y el otro cuestionado de demasiados partidos.
OTOÑO
Dicho esto, lo primero que habría que poner en duda son las palabras del Cholo. Los entrenadores no hablan en rueda de prensa o en las entrevistas para contarnos la verdad, sino para contarle su verdad a quien tiene que creerle: sus aficionados y su plantilla. El mensaje es el mensaje. Y en esto Simeone siempre ha sido un maestro.
Pero lo cierto es que uno observa al Atlético de Madrid 2015-16, 2016-17, 2017-18, 2018-19 y ahora el 2019-20 y se encuentra como en los primeros meses de competición el equipo intenta jugar de otra manera. Koke y Saúl comienzan a flirtear con el centro del campo, se da más libertad a los de fuera, se prueban otros dibujos diferentes al eterno 4-4-2… Hay una búsqueda, un prueba y error constante, que trata de hacer lo que Simeone tiene que hacer: evolucionar al equipo.
Porque el Atlético con Simeone siempre va a tener la misma identidad. Pero cuando pasan tantos años y cambian las piezas del tablero no puedes jugar a lo mismo. Tienes que crecer, evolucionar. Puro darwinismo. Simeone lo sabe y lo intenta cada otoño. Y no hay nada de malo por ello, aunque tenga que decir lo contrario ante los micrófonos.
INVIERNO
Sin embargo, mucho en ello tampoco cree. Simeone rara vez se ha dado tres partidos al mismo once, al mismo dibujo y a la misma idea. Siempre busca cambiar, adaptarse. En eso el argentino es buenísimo. Uno de los mejores. Aporta soluciones concretas para problemas globales y suele acertar tanto con el diagnóstico como con la cura. Pero en ese incesante partido a partido también se pierden cosas de cara a lo que viene después.
Al igual que se plantea que ese partido a partido limita la evolución global, quizás sin ese partido a partido el Atlético se caería como un castillo de naipes
El constante prueba-error al que somete Simeone a su plantilla no es precisamente el método que parece más apropiado para conseguir evolucionar una idea más asociativa, que sabemos que suele llevar más tiempo. Si Koke no funciona como interior pero en el minuto 30 le pasas a la banda… ¿Cuándo funcionará? Si el 4-3-1-2 con el que empezó este año el Atlético muestra fluidez en ataque a costa de debilitar la transición defensiva y lo cambias desde el tercer partido… ¿Cómo crecerás? ¿Cómo se crearán los automatismos entre jugadores si hoy es Vitolo, mañana Lemar y al otro Correa el que debe conectar al centro del campo con el ataque?
Simeone entiende que ganar cada batalla le acerca a ganar la guerra. Pero lo cierto es que por lo visto en las últimas temporadas esto no es tan así.
PRIMAVERA
Al final, cuando llega el momento de jugarse los títulos, el Atlético de Madrid se simplifica y sólo hace lo que ya sabía hacer hace años. Esto lo hace peor que antaño, porque las piezas son diferentes, pero lo hace mejor que prácticamente nadie. De eso no hay duda. El caso es que en esa erosión de la idea principal y en la no evolución estilística se le está escapando el pasar de candidato a aspirante real. El Atleti siempre está ahí, compitiendo, pero en las últimas Ligas se ha quedado a 15, 14 y 11 puntos del campeón. Y lleva dos ediciones de la Copa de Europa sin pasar una eliminatoria.
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La pizza de siempre, tal y como se está cocinando ahora, parece que no le da a Simeone para dar el siguiente paso. Aunque, quizás, es que en realidad el club no puede lograrlo en el contexto futbolístico actual.
Aquí es donde entran las expectativas de cada uno para medir la exigencia con la que se valora lo que hace Simeone. Al igual que se plantea que ese partido a partido limita la evolución global, quizás sin ese partido a partido el Atlético se caería como un castillo de naipes. ¿Tiene el conjunto ‘colchonero’ un techo de cristal? ¿A qué debe aspirar realmente? ¿Cuáles son sus objetivos a medio-largo plazo? ¿Acaso es negativo vivir en este Día de la Marmota para un Atlético de Madrid que era un sinvivir hasta que llegara el argentino?
Resulta muy complicado valorar esto. Lo que sí sabemos de forma objetiva es que, aunque Simeone pide que “no les confundan”, el Atlético de Madrid lleva años tratando de reformularse. Sin éxito. Y esta temporada, visto lo visto, no parece que vaya a ser diferente. Algo que, por cierto, tiene todo el sentido del mundo.
En pretemporada se creó una ilusión irreal fruto de sacar conclusiones de partidos amistosos, que como diría El Diego son “como bailar con tu hermana”. El Atlético ha perdido a piezas muy importantes tanto para conservar su esencia (Juanfran, Godín o Filipe) como para llevarla a otra dimensión (Rodrigo o Griezmann). Porque por muy buenos que sean los que han llegado y por mucha ilusión que despierten las nuevas caras, estos futbolistas en particular y el equipo en general necesitan de un tiempo que el actual Atlético de Madrid, por suerte, gracias a Diego Pablo Simeone, ya no tiene.
El Cholo lo cambió todo en el Atleti. Todo. Esta exigencia y este texto no tienen sentido sin todo lo que consiguió. Pero el fútbol no para y, por eso, una vez refundado el club, todavía está por ver si el argentino está preparado para enamorar a Andie MacDowell.