25 de julio de 1965, Newport.
Bob Dylan regresaba a una nueva edición del festival de música folk más famoso de la década. El mismo que, en años anteriores, le otorgó el respeto y la admiración de toda la comunidad folkie norteamericana, alejada del rock and roll y la música comercial del momento. Para disgusto del público presente, Dylan se mostró irreconocible decidiendo cambiar la guitarra acústica por la eléctrica. Pecado mortal. El músico dejó de ser ‘uno de los nuestros’ para convertirse en un traidor.
Menudo episodio. Tan triste como trascendente, puesto que Dylan, a la vez que recibía abucheos en Newport, comenzaba a desmarcarse de su cobijo tradicional para experimentar con un nuevo sonido. Si aquello fue un mosqueo excesivo por parte del público más purista o bien un acontecimiento histórico en el devenir de la música moderna lo dejamos para otro debate. Lo que es indiscutible es que al artista no le fue mal. Tras el berrinche, llegó Highway 61 Revisited (1965), para muchos el mejor álbum de su extensa y gloriosa trayectoria.
Eso es, precisamente, renovarse o morir. El tópico de los tópicos, el clásico consejo de los oficios. También de los entrenadores, una especie instalada en la búsqueda constante del éxito y, casi siempre, utilizada como chivo expiatorio. A excepción del ‘Cholo’ Simeone, un tipo arropado por su gente. En las buenas y en las malas.
18 de mayo de 2014, Barcelona.
El evangelio ‘cholista’ tocó el cielo aquella tarde de mayo en el Camp Nou haciendo campeón de Liga al Atlético de Madrid y desafiando por completo el condominio futbolístico de Real Madrid y FC Barcelona. Su receta no fue otra que la entrega y la dedicación defensiva llevada al máximo de las posibilidades de un grupo de once futbolistas aguerridos. Pura emoción.
Después de aquello, los aficionados atléticos no han osado, en ningún momento, poner en duda la metodología que su entrenador lleva a cabo para sacar adelante los partidos, la misma que les hizo campeones en 2014. La eterna fidelidad a su líder es la seña principal de la idiosincrasia ‘colchonera’ de los últimos años, incluso siendo capaz de sobrevivir al dolor de dos derrotas contra el Real Madrid en finales de Champions. Inquebrantable.
Igual que lo parecía la predilección por Bob Dylan, especialmente por parte de sus devotos feligreses de principios de los 60. Hasta que cambió de guitarra. Curiosa comparación. La diferencia es que Simeone continúa tocando con la misma, ni siquiera dando opción a la crítica de sus fans. Los de Dylan, a pesar del trauma de Newport, siguieron comprando sus discos. Que tome nota el ‘Cholo’.
30 de agosto de 1965, Nueva York.
Blowin’ in the Wind en chupa de cuero. Ese fue el cambio que muchos melómanos experimentaron el verano de 1965 con la llegada de Highway 61 Revisited, un álbum insuperable. Acostumbrarse al sonido eléctrico no fue tarea difícil ni necesariamente implicó renegar de las raíces del folk ni mucho menos de la reivindicación de los derechos civiles. No fue más que eso, un simple cambio. Un cambio necesario e inteligente por parte de Dylan, un genio cuya ambición creativa puso fin a cualquier síntoma posible de estancamiento musical y social.
De hecho, el proceso de estancamiento es uno de los peligros que puede traer consigo cualquier forma de éxito. La tendencia a repetir continuamente la misma fórmula. En el caso de los músicos, claro está cuando nos aburrimos de las mismas canciones. De hecho, cuanto más las conocemos, menos entusiasmados estamos al anticiparnos a la sensación que producen. Cuestión de endorfinas, ciencia pura. Igual que ocurre en el Metropolitano, donde ya hace tiempo que suena la misma canción.
El espejo de 2014 se le ha quedado pequeño al Atleti. Desde entonces, más allá de la Europa League y la Supercopa de Europa cosechadas en 2018, sus frutos han sido insuficientes dadas las aspiraciones y el nivel de la plantilla. “Ganar, ganar, ganar y volver a ganar”, decía Luis. Una máxima difícil de aplicar con la conducta actual del equipo, sometida a un planteamiento inamovible, preso de las mejores canciones del pasado.
12 de enero de 2020, Jiddah.
La Supercopa de España disputada en Arabia no hizo más que poner en evidencia la peligrosa ruleta rusa del ‘Cholo’, la que le hizo eliminar al FC Barcelona y, al mismo tiempo, perder contra el Real Madrid en tan solo cinco días. Bajo la misma propuesta, igual que cayó clamorosamente en Eibar el pasado 18 de enero, Simeone podría ser capaz de eliminar a todo un Liverpool en los octavos de final de la Champions. Cosas del fútbol.
En definitiva, confundir la fe con el azar es la peligrosa dinámica en la que ha entrado el Atlético de Madrid en su historia más reciente, un club meritorio de grandes figuras -que las tiene, especialmente João Félix- y cuya misión debe ser la de dotarlas de recursos para su crecimiento y evolución. Y es que los jugadores tanto necesitan la épica como un legado estrictamente futbolístico.
Al final, en Jiddah, el trofeo se lo llevó el Real Madrid, como casi siempre. Sin embargo, los aficionados del Atleti siguen sin levantar la voz a su entrenador, ‘el eternamente inflexible’. Ciertamente, la parálisis se ha adueñado del Wanda, un lugar donde ya nadie es capaz de modificar los hábitos de un club tan romántico como temerario teniendo en cuenta las exigencias del fútbol actual.
Del 2020 en adelante, en algún lugar del futuro.
La inexorable fidelidad de los aficionados ‘colchoneros’ obliga al técnico a asumir a su cargo la responsabilidad del cambio, ya sea con o sin él. Paradójico que los músicos que acompañaban a Bob Dylan en sus conciertos formaron después su propia banda, la magnífica The Band. Aunque es posible que el ‘Cholo’ y el Atleti sigan caminando juntos algunos años más. En ese caso, no les vendría mal un cambio de guitarra.
Y sí, cuando tu disco ya está rallado, la reparación puede ser más costosa. Pero eso es, precisamente, renovarse o morir. El tópico más tópico que el de ‘los cambios siempre son positivos’ o, como decía el propio Dylan, “no hay nada tan estable como el cambio”. En cualquier caso, se produzca o no -el cambio-, el Atleti del ‘Cholo’ ya es un mito de la historia del fútbol español. Puro heroísmo.