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Rayo Vallecano: cien años son nada

El Rayo está de centenario. No busques un equipo igual, una afición del mismo estilo, un estadio con ese compromiso, un barrio parecido a Vallecas. No los encontrarás

rayo vallecano

Cien años. Casi nada. Quién se lo iba a decir a Prudencia Priego aquel jueves 29 de mayo de 1924 cuando esos chavales se juntaron en aquella casa baja de su propiedad situada en el número 28 de Nuestra Señora del Carmen (ahora 8 de Puerto del Monasterio) y crearon El Rayo. La idea surgió en una reunión en la que estuvieron cinco de los hijos de la viuda, junto a otros jóvenes entre los que se encontraban zapateros, carpinteros, estudiantes o un guardia civil, muchos de los cuales vivían en esa misma calle.

Ese ambiente de compañerismo y cercanía, casi de familia, es uno de los factores que ha marcado al club a lo largo de su historia y hoy todavía se mantiene. “El Rayo Vallecano, para mí, es algo más que un club. La gente que trabaja dentro de la entidad es muy familiar, nos conocemos todos y, al final, dentro del equipo también tenemos un grupo muy humano de jugadores. El Rayo Vallecano es una auténtica familia: todos nos conocemos, todos nos ayudamos y eso es fundamental para que un trabajo como este, que es colectivo, salga de la mejor manera”, reconoce Isi Palazón, uno de los grandes referentes de este equipo y que hace apenas un año aparecía en las quinielas de la selección española.

El de Cieza no es el único que alude a esta “familia” como una de las señas de la entidad ahora centenaria. Jordi Ferrón, canterano del FC Barcelona, aterrizó en el equipo de la Avenida de la Albufera en 1999 como cedido y fue clave para un equipo que era líder en la jornada diez a las órdenes de Juande Ramos: “Esta cercanía estaba también en el campo, que es pequeño y donde tenías a la gente muy cerca e incluso los conocías, pues cada partido en casa tenías más o menos a los mismos aficionados en los mismos lugares, muy cerca. Y esto lo hace también un club diferente al resto de los que hay en Primera División”.

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Y es precisamente aquí donde entra en juego la afición, el gran valor del Rayo Vallecano. Así lo reconocen todos los jugadores que han pasado para quedar marcados por la masa social. Uno es Luis Cembranos, historia viva de la entidad, último jugador internacional con España mientras defendía los colores de la franja y autor del último gol del club en Europa. El que también fuera entrenador del filial señala que “Vallecas es un barrio humilde, luchador y con valores. Vallecas es su gente, esa gente con mentalidad de esfuerzo, dedicación y pasión que trasladados a un equipo fomentan una unión entre ambas partes que te hace más fuerte y ayuda a que el jugador también sea mejor”. En esta dirección también apunta Juan Sabas, atacante que pasó por la entidad en la temporada 1989-90 y que fue determinante para un Felines que por aquel entonces estaba en el banquillo y a cuyas órdenes fue el máximo goleador del equipo: “El público tiene magia. A mí me encanta ir a Vallecas porque es distinto. También el ritual que hacen los jugadores con el público al terminar los partidos con ‘La vida pirata’, pase lo que pase, es digno de ver y muy bonito. Al final, no es fácil perder un partido y ponerte de cara al público, jodido como estás. Mientras tanto, la propia afición, que se entregue y esté cantando pase lo que pase, se ve en pocos sitios o casi en ninguno. Lo normal es, que cuando pierdes, la gente se vaya rápido del estadio despotricando. Y eso, en Vallecas, no pasa”.

 

La afición del Rayo es otra cosa. Movilizada en masa hace apenas unos días contra un posible cambio de estadio, los valores del barrio están plenamente impregnados en los de la masa social del club

 

Porque la afición del Rayo Vallecano es otra cosa. Movilizada en masa hace apenas unos días contra un posible cambio de estadio, los valores del barrio están plenamente impregnados en los de su masa social. Esa misma afición que logró que el club se echara para atrás en su decisión de fichar a Zozulya en los primeros meses de 2017, que se organiza para la recogida de juguetes para que ningún niño necesitado se quede sin regalo el día de Reyes, recaudó miles de euros para que el Hospital Infanta Leonor pudiera comprar material durante el Covid o arma anualmente las Jornadas contra el racismo, es un tejido social de valor incalculable. “Es una afición combativa, con unos valores bastante claros y que es el reflejo de lo que es el barrio. Ellos tienen muy presentes las cosas que suceden en el día a día, son reivindicativos y van de la mano con lo que es el equipo dentro del campo. Se veían reflejados un poco en nosotros, nosotros también en ellos con su manera de animar, vivir los partidos y estar concienciados en lo que pasa en su entorno, a su alrededor. Lo que pasó con Isi cuando expuso públicamente por lo que estaba pasando, la afición no tardó en mostrarle su apoyo, no sólo a él, sino a toda esa gente que puede estar pasando por algo así, pues hoy en día es un problema bastante frecuente en toda la sociedad del que creo que se habla poco y no se le da el trato que debería. Tener esa afición es un valor muy importante para el club y los futbolistas que juegan”, comenta Alejandro Catena, central ahora en Osasuna que ya a los quince años iba al estadio de Vallecas como aficionado y jugó en el equipo durante cuatro temporadas y media.

De hecho, el pasado mes de diciembre, Isi hablaba abiertamente de sus problemas de ansiedad, recibió un aluvión de mensajes por parte de los aficionados y Bukaneros mostró un claro mensaje en el fondo para todos los que están en la misma situación: “La ansiedad es epidemia en nuestros barrios. Habla. Aquí nadie está solo”. Eso es el Rayo Vallecano.

No hablamos de grandes gestas deportivas. Si me preguntan por mis mayores alegrías, entre éstas se encuentran el gol de Onésimo en la promoción contra el Real Mallorca que salvó al equipo de descender a Segunda División, un paseo por la Copa de la UEFA gracias al juego limpio en aquella época en la que todavía no podíamos disfrutar del Multifútbol y el agónico ‘Tamudazo’ frente al Granada que además de evitar el descenso también hizo que esquiváramos la bala de la desaparición. ¿Y para qué necesito más? Claro que ganar una Liga debe ser la leche, pero ¿lo es más que aquella celebración en junio de 2008 después de la eliminatoria contra el Zamora que devolvía al equipo a Segunda División?

“La afición del Rayo Vallecano tiene un valor añadido que hoy en día es muy difícil de encontrar en el mundo del fútbol: es cero resultadista. Va contigo al fin del mundo si ve que te lo dejas todo en el campo”, apostilla el propio Isi. Se trata de una opinión que también comparte Joaquín Larrivey, delantero argentino determinante en la salvación de la temporada 2013-14 con sus 12 goles y que pese a estar tan solo un año quedó marcado por su etapa de franjirrojo: “La diferencia entre la gente del Rayo y el resto de las aficiones es que es incondicional. Independientemente de cómo esté el equipo o el lugar que ocupe en la tabla de clasificación, la gente apoya y siempre está empujando. Vallecas es un barrio que te exige entregarte por completo a la camiseta, independientemente de la calidad, porque para ellos eso no es lo importante. Lo que no se negocia en Vallecas es dejarte todo sobre el césped cuando llevas la remera del Rayo”. Cuando se creó El Rayo (su nombre se escribió así, con la “E” en mayúsculas hasta 1939), Vallecas era un pueblo conocido por aquellos merenderos frecuentados por la gente de Madrid.

 

“La afición del Rayo tiene un valor añadido muy difícil de encontrar en el mundo del fútbol: es cero resultadista. Va contigo al fin del mundo si ve que te lo dejas todo en el campo”, dice Isi

 

“La nueva Sociedad Agrupación Deportiva El Rayo saluda a todas las sociedades (federadas y no federadas) y desea jugar con las que lo deseen en el campo y hora que ellas crean conveniente, a partir del próximo domingo”, podría leerse un 4 de junio de 1924 en el diario La Libertad. Ahora, el equipo compite en la elite, acaba de disputar su tercera temporada consecutiva en Primera División y desde 2010 ya son nueve años en la máxima categoría. “Dime qué barriada juega en Primera División. Eso tiene una grandeza… Convivir con el Real Madrid y el Atlético de Madrid en la misma ciudad es muy complicado. Vallecas es grande también por eso: es un barrio que convive con dos grandes de Europa”, reconoce Juan Sabas.

Criado en la Avenida de la Albufera, Pedro Riesco pudo ver cómo se creaba el estadio del Rayo Vallecano cada vez que se asomaba a la ventana de su casa cuando era apenas un niño. Años después pudo debutar, ser importante en el ascenso de 1992 e incluso jugar en Primera División con el equipo. Para él, “el Rayo es el símbolo de muchas cosas, de un barrio humilde. También ha jugado en Europa, y eso es la hostia. Yo no puedo ser objetivo, porque he mamado el Rayo desde chiquitito y tuve la gran suerte de jugar en ese club, algo que considero una de las mejores cosas que me han pasado en la vida”. Aunque no hace falta nacer en el barrio para sentirse vallecano. Y si no, que se lo pregunte a Luis Cembranos, quien reconoce que “yo siento que el Rayo Vallecano es mi equipo, mi casa”. Habituados a vestuarios en los que lo único en común entre los jugadores es el balón, el Rayo Vallecano queda marcado en los que pasan por el equipo.

Es precisamente esto lo que hace más dolorosa la brecha que existe entre lo que es el Rayo y su directiva. Y Jordi Ferrón pone precisamente el dedo en la llaga: “Por lo que voy viendo desde la distancia, creo que se debería hacer mucho más caso a la afición. Ahora mismo está muy alejada la presidencia, la gente que manda, con los valores de la gente, los valores del barrio, los valores de los jugadores y creo que se debería escuchar mucho más a la afición e ir más de la mano. El Rayo es lo que es su gente, no su presidente o los directivos. Es una pena ver todo lo que pasó con el Rayo femenino, lo que sucede ahora con el filial del masculino… Esa dejadez no es propia de un equipo como debería ser el Rayo. Ojalá pueda cambiar”

 

Si buscas inspiración para transmitir lo que es el Rayo, vete a Vallecas. Sube la Avenida de la Albufera un día de partido. Tomate unos pinchos morunos con dos cervezas y déjate llevar

 

Pese a que el primer equipo vive días de vino y rosas y es protagonista de una de sus mejores épocas en Primera, basta con rascar un poco la pintura de la chapa para ver la realidad. La cantera parece completamente abandonada y el femenino es un drama. Un equipo que ganó la Copa del Rey en 2008 y las Ligas de 2009, 2010 y 2011 se pudre ahora en la tercera categoría. La sección más laureada de la entidad, que fue capaz de meter a 8.000 espectadores en Vallecas un 4 de noviembre de 2010 en un partido de Liga de Campeones frente al Arsenal, mientras ese mismo día el Getafe masculino tan solo conseguía reunir 3.000 aficionados en Europa League frente al Stuttgart, se encuentra ahora vagando sin rumbo y enfrentándose a los terceros equipos de Athletic Club o Atlético de Madrid. Y todo ello, con Carlos Santiso al frente, un técnico que en una conversación de WhatsApp apuntó que no era mala idea violar a una mujer para fomentar el espíritu grupal. Parte vital de éxitos pretéritos, futbolista con más partidos de la entidad y despedida del club con un simple tuit, Alicia Gómez echa la vista atrás para recordar que “siempre que hemos necesitado a la gente ha estado allí, y esa es la seña de identidad que tenía el Rayo femenino: la unión entre afición y equipo, que por desgracia ahora se ha perdido”. Además, la portera lanza una reflexión: “Cambiaría al presidente del club. Creo que el Rayo lo tiene todo: con muy poquito, la gente ya te responde porque tienes una seña de identidad que es el escudo, algo que la gente lleva marcado en el pecho. Sin embargo, hay una persona que lo está tirando por la borda. Sin ninguna duda, él es el lastre que tiene el Rayo Vallecano”.

Si buscas inspiración para transmitir lo que es el Rayo, si te encuentras ante el folio en blanco, vete a Vallecas. Sube la Avenida de la Albufera un día de partido. Tomate unos pinchos morunos con dos cervezas y déjate llevar. Disfruta. Métete en el campo, habla con tu vecino de asiento, coge carrerilla y sumérgete en el ambiente del mismo modo que te lanzabas a la piscina cuando eras un niño. Sigue los cantos, muérdete las uñas con las ocasiones falladas y comparte la alegría cuando marque el equipo mientras agitas la bufanda al ritmo de The Final Countdown de Europe. ¿Hay algo mejor que un abrazo para celebrar un gol? Decía Galder Reguera que no hay clubes mejores que otros: “El mejor es siempre el tuyo, el que amas. Y lo es precisamente porque lo amas”. Feliz cumpleaños.

 


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Fotografía de Getty Images.