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¡Qué frío hace en Columbus!

Dicen que los partidos hay que jugarlos, que el resultado no está escrito. Pero uno empieza a creer que en Columbus todo es muy diferente

Hace unos días el estado de Ohio era un campo de batalla, un “battleground state”. Donald Trump y Hillary Clinton sabían de la importancia del estado situado en la región de los Grandes Lagos. Ahí está, entre Michigan, Indiana, Kentucky, Virginia y Pensilvania. En Ohio tiene que pegar el viento que da gusto, es ya imaginármelo y tiritar. Típico frío que entra por los calcetines y llega hasta la nariz. Da igual lo que te abrigues, o que debajo lleves el pijama. En Ohio hace mucho frío. La región tiene una vital importancia para el camino rumbo a la Casa Blanca. Es tal, que si no ganas allí difícilmente lo harás al final de las elecciones. Si cogemos el ganador de las últimas 14 elecciones americanas, todos ellos han tenido que vencer allí para ser presidentes. Hillary Clinton quedó helada al conocer que su 43.5% de los votos en la región nada tenían que hacer ante los 52.1% de Trump. Los 18 votos electorales fueron Republicanos. Otra vez el frío de Ohio, otra vez ese viento gélido.

En Columbus el resultado está escrito

Columbus es la capital y ciudad con más habitantes del estado. Está situada justo en el centro del mapa, allí se jugará el duelo entre Estados Unidos y México. La localización del partido no ha sido fruto del azar. No, juegan en Columbus porque es la ciudad maldita para el tricolor. No creo en las supersticiones, pero tampoco demasiado en las casualidades. Algo ronda sobre el Mapfre Stadium. Hasta el año 2001 los duelos entre ambas selecciones se jugaban lejos de Columbus. En las ciudades donde se situaban estos partidos, la mayoría de la afición era mexicana. Por lo tanto, era como si jugaran en su propio país. Con este cambio de sede, la federación de fútbol americana se evitaba la presencia masiva de aficionados visitantes. En el primer encuentro que jugaron en la capital de Ohio hacía tanto frío que México no salió ni a calentar. Y perdieron. El resultado final fue de 2-0. Cinco años más tarde, en 2006, se volvió a repetir el mismo guión. Esta vez camino al Mundial de Alemania volvió el 2-0. Por si dos partidos fueran pocos, todo ello se repitió por tercera vez. En 2010 rumbo a Sudáfrica otro 2-0 en Columbus a favor de Estados Unidos.

USA2Pero habría una cuarta ocasión. Sí, toda esta locura es real. En 2013 cuando se repetía el mismo resultado por cuarta vez, Clint Dempsey falló el penalti que hubiera significado el 3-0. A la grada envió ese balón en el tiempo de descuento, empiezo a creer que Dempsey lo hizo queriendo. El frío de Ohio solo quiere ver el mismo resultado. Otra de las razones por las que Estados Unidos juega en el Mapfre Stadium es que su uso es únicamente futbolístico. No es uno de esos recintos que nada tienen que ver con el fútbol pero acogen partidos. De todas formas, en Kansas City tienen otro estadio así y no juegan allí contra México, prefieren invocarse a la superstición del 2-0. El estadio siempre está abarrotado por una grada joven, y lejos de ese colorido mexicano que les hacía volverse locales. No me gustaría ir a jugar a Columbus, viendo estos precedentes lo mismo muero congelado o me ahogo con alguna mazorca.

Una venganza mexicana

Resulta curioso que tan solo 7 futbolistas mexicanos militen en la MLS. De habla hispana los más numerosos son Argentina (26), Colombia (14) y Costa Rica (10). De cara al partido, los jugadores americanos le han restado importancia política al choque. Las elecciones aún están muy recientes, y el duelo entre ambos países todavía puede dividir más las cosas. No imagino a Trump en las gradas del Mapfre Stadium, aunque vete a saber. El capitán Michael Bradley ha mandado mensajes conciliadores, de unidad, mientras que el mítico portero Tim Howard ha declarado que él nunca habría votado al candidato republicano. Para los mexicanos, sobre todo los que viven en suelo americano, el partido adquiere mayor relevancia. Lo ven como una pequeña venganza, como la ocasión de derrotar a Estados Unidos en su propio territorio. En un estadio maldito y ante una afición que se ha postulado en su contra en las urnas. Allí estarán los Carlos Vela, Andrés Guardado, Chicharito Hernández o Giovani Dos Santos. Aunque no jugarán cerca de su frontera, esa que ha sido de las únicas en votar a Hillary Clinton. Bienvenidos a Siberia, bienvenidos a Ohio.