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El relevo determinante

Divock Origi se convirtió en un suplente útil para Klopp en la temporada 2018-19 anotando cinco goles decisivos entre Premier y Champions

El sábado 1 de junio del año pasado, a las 22:48, el planeta entero contempló cómo un joven belga de raíces bosnias y keniatas sentenciaba la final de la Champions. El Wanda Metropolitano había congregado a más de 63.000 almas ansiosas por presenciar la mayor cita balompédica de la temporada. El 0-1 no tardó en llegar, pero se mantuvo hasta el minuto 86, el instante en el que millones de pantallas proyectaron la silueta triunfante de Divock Origi, el delantero suplente, el homicida inesperado del Tottenham. Mientras estallaban los gritos del gol en distintos idiomas y en múltiples televisiones, una mitad del estadio lloraba desconsoladamente y la otra celebraba eufóricamente. De pie, tras la línea de cal, un alemán con gorra y gafas mostraba su dentadura sonriente, orgulloso de haber invitado a la fiesta, otra vez, al sustituto perfecto.

La trayectoria de Origi en Inglaterra jamás ha sido para tirar cohetes. El once titular de Klopp raras veces ha llevado escrito su nombre, y así sucedió también en el curso 2018-19, en el que el atacante formado en el Genk y el Lille solo contó con 763 minutos entre todas las competiciones. Poco tiempo, pero muy bien aprovechado, suficiente para autoproclamarse mejor actor secundario. El belga envió el balón a la red en ocho ocasiones, una de ellas con el equipo Sub-23 de los ‘Reds’ y otras dos en una derrota por 2-1 en FA Cup frente al Wolverhampton y en una victoria por 5-0 contra el Watford en liga, respectivamente. Restando estas tres dianas, quedan cinco, cinco momentos en los que Origi apareció de la nada para regalar la gloria a su equipo.

El 2 de diciembre de 2018 se disputaba el Derbi de Merseyside, correspondiente a la jornada 14, en Anfield. El delantero nacido en Oostende llegaba al duelo sin haber participado todavía en ningún encuentro de aquella Premier, pero el desarrollo del partido obligó a Klopp a darle entrada en el 84’. El 0-0 no conseguía romperse, todo apuntaba a que el marcador no se movería, pero, de la forma más inesperada, acabó haciéndolo. En el descuento, Virgil van Dijk ejecutó una espantosa volea desde fuera del área que acabó con el balón golpeando la parte superior del travesaño y provocando el ridículo de su querido amigo Jordan Pickford. El esférico volvería a tocar otra vez el larguero antes de caer sobre la cabeza de Origi, quien apareció en el momento y lugar oportunos para poner el broche de oro a una acción inverosímil.

 

Divock Origi, el antihéroe de Klopp, marcó sus dos primeros tantos en la Champions contra el Barça, en aquel famoso partido de vuelta de las semifinales en Anfield

 

Anfield rugió gracias al oportunismo de un protagonista inesperado y, cinco meses después, rugiría todavía más. El 3-0 favorable al Barcelona en la ida de las semifinales de la Champions y las lesiones de Salah y Firmino habían dejado prácticamente en la lona a los británicos. El extremo egipcio, con una camiseta en la que se leía ‘Never give up’, vio desde la grada cómo se culminaba el milagro. The Kop dirigía la orquesta de toda una afición homogeneizada aquella noche, las voces del estadio se fundían en un solo ser que llevó en volandas al equipo y, por supuesto, a Divock Origi, el antihéroe decisivo. Respaldado por el espíritu ambiental, Origi abrió la lata en el minuto 7, empujando un balón muerto en el área pequeña. Aquel fue su primer tanto en la Liga de Campeones. Y no sería el último que anotaría aquel 7 de mayo.

Diez años y un día. Parece una condena, tal vez lo sea, pero en realidad es el tiempo que separaba al Barça de su legendaria noche en Stamford Bridge. Una década después, en Anfield, Wijnaldum empataba la eliminatoria en el 56’, pero todavía faltaba el empujón final. El ruido atronador de las gradas y el hecho de que los azulgranas fueran un juguete roto favorecieron el estallido de la locura en el 79’, cuando Don Oportunismo reapareció, solo, cerca del área pequeña, para mitificar un córner inolvidable. Mientras los jugadores visitantes observaban desconcertados la hecatombe, un terremoto sacudió Liverpool y todos los pubs de Inglaterra. Origi, gracias a un previo chispazo de perspicacia de Alexander-Arnold, devolvió a los scousers a la final europea un año después. 

Aquellos días Origi se convirtió en un talismán para Klopp, pues el fin de semana anterior había anotado, a cuatro minutos del final, el gol de la victoria por 2-3 en St James’ Park. El técnico alemán tuvo que sustituir al lesionado Salah y Divock saltó al campo un cuarto de hora antes de acabar el encuentro, con la esperanza de resolver la faena. Los tres puntos frente al Newcastle en la penúltima jornada eran vitales para llegar al final de la Premier con posibilidades de cantar el alirón. Quedaba poco cuando Shaqiri puso un centro que, cómo no, el belga se encargó de cabecear. Los ‘Reds’ todavía tenían vida.

No obstante, el Manchester City no falló y el ansiado trofeo tuvo que esperar un año más, pero el Liverpool tendría la oportunidad de redimirse antes, en Madrid. Origi entró al terreno de juego en la segunda mitad, reemplazando a Firmino, y remató la obra tras una serie de rebotes en el área rival después de un saque de esquina. Allí estaba él, en el sitio adecuado, en el momento apropiado, para cruzarla al palo largo de Lloris. Aquel sábado, 1 de junio, a las 22:48, el planeta entero contempló el quinto gol determinante de Origi, el eterno suplente, el relevo determinante. El Liverpool era campeón.

 


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Fotografía de Imago.