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Noventa minuti para Rodrygo son molto longos

El brasileño tiene licencia para matar. Siempre trabaja a contrarreloj, su especialidad. Nadie lo invita a las fiestas y acaba siendo protagonista

El Santiago Bernabéu es un feudo de épicas y parraques. Carente de explicación científica, constituye una especie de Triángulo de las Bermudas donde, año tras año, se desatan las apoteosis más surrealistas del deporte rey, capaces de desdibujar cualquier patrón de racionalidad en aquellos que pretenden inquirir en el asunto. Un lugar en el que colisionan los mayores transatlánticos y aviones de caza. Cuando lo inconcebible se convierte en cotidiano, se deja de analizar. Pero si lo extraordinario aumenta gradualmente cada temporada, procedes a aceptar que no toda magia tiene truco, que hay que tener cuidado cuando juegas a la ouija (de verdad se invoca al ‘Espíritu de Juanito’) y que, quizás, Dios es futbolero y escogió ser del Real Madrid.

Como dice Florentino Pérez -prácticamente- cada vez que presenta un nuevo jugador: hay gente que “ha nacido para jugar en el Real Madrid”. Es el caso de Rodrygo Goes, protagonista de la más gorda de las epopeyas acontecidas en Chamartín. Un desafuero que atentó directamente al corazón de Guardiola el 5 de mayo de 2022. Cuando no quedaban mortales que confiaran en la remontada blanca ante el City, un doblete en el tiempo adicional forzó la prórroga que catapultó al Madrid a la final de la Champions League, cuyo desenlace todos conocéis. “De Madrid al cielo”, popularizó el entremesista del Siglo de Oro, Luis Quiñones de Benavente, posiblemente visualizando la futura gesta del futbolista brasileño.

Y aunque el título nobiliario de ‘Mister Champions’ siempre lo aguardará Cristiano Ronaldo, con Rodrygo se produce un efecto proustiano. Es esa reacción que acaece en nuestro cerebro y que entrelaza los aromas percibidos con recuerdos y emociones vividas. El olor que se desprende en el Bernabéu cuando el joven extremo ingresa en el césped recuerda a la fragancia de aquel CR7 que aniquiló al Wolfburgo en 2016, al Atlético de Madrid el año siguiente y al Bayern consecutivamente.

Ser un jugador fundamental no es directamente proporcional a ser titular indiscutible. Rodrygo tiene una maestría en revulsión. Su etiqueta corresponde a la del llamado “jugador número 12”, tradicionalmente adjudicada al arquero suplente, y utilizada también para referirse a la afición o inclusive al árbitro cuando se considera que ha beneficiado a un equipo. Pero no, el atacante paulista es aquel que juega de inicio si falla alguno de los habituales o el primer cambio si todos están disponibles. Bueno y breve, dos veces bueno. He aquí el dato: 11 de sus 26 goles con el Real Madrid han llegado pasado el minuto 80. Como denominan en el mundo gamer, Goes es un jugador con clutch, traducido al fútbol como la cualidad para aparecer en momentos importantes. Sin ser un mago del balón con highlights a renovar en YouTube cada pocos meses, sale de la lámpara mágica en el instante idóneo para conceder los deseos que enardecen a los ‘merengues’ en sus periodos más críticos.

 

11 de sus 26 goles con el Madrid han llegado pasado el 80′. Como denominan en el mundo gamer, Goes es un jugador con clutch, traducido al fútbol como la cualidad para aparecer en momentos importantes

 

Tampoco hay que confundir ser un gran goleador y un buen goleador. No es deber de Rodrygo el de tener promedios anotadores a la altura de un killer. De hecho, no lo es. Él juega escorado a banda, asiduamente derecha. Su presencia en el área es esporádica, desapercibida hasta que deja de serlo. Como Hannibal Lecter: de rastro tenue y herida letal. Tan preciso es su remate como exacta es su colocación. Preparado para la liza, ha dejado a un lado el papel de subalterno porque tiene vocación de actor principal. Actor de Hollywood, de los días de alfombra roja y canapés al final de la gala. No se conforma con menos. Su rostro juvenil, inocuo, de no haber roto un plato en su vida, confunde a analistas y contrarios que lo apartan del cosmos de los ‘galácticos’ en las previas de los partidos. Ajeno a especulaciones y ensimismado en su idea, Rodrygo fustiga cuando el temporizador aprieta y, apenas sin celebrar, se va por donde ha venido.

Los rivales ya empiezan a tener pesadillas. Para ellos, Rodrygo es el policía que aparece para multarte cuando has dejado un minuto el coche en doble fila. Es el vecino que llama al timbre mientras haces de vientre. Es el despertador sonando cuando la mejor parte de tu sueño está a punto de ocurrir, o tu padre llamándote por teléfono en pleno acto sexual. La inoportunidad más oportuna. Provocador de llantos de alegría y tristeza a partes iguales, pero siempre en la misma dirección.

Si me permiten la tautología, el carácter de Rodrygo lo convierte en el brasileño menos brasileño de la historia de los brasileños. No existe fuera del terreno de juego. No se le conocen bailes, fiestas ni polémicas extradeportivas. No se va al cumpleaños de su hermana cada marzo ni anuncia natillas Danet. Solo se deja ver en la foto finish previa al gol. Una de esas personas ajenas a las tradiciones que solo se puede comprender como se entiende una mutación. Llegó de la mano de Vinicius, pero lo único que comparte con él es la nacionalidad. Si uno sobetea la pelota, el otro difícilmente la despeina. Si ver a ‘Vini’ en una tangana es más normal que un miope en Corea, su compatriota es el que va a separarlo. Una amistad 50-50. No desde siempre, pero sí para siempre.

Pero su principal valedor no podría ser otro. Igual que Merlí Bergeron enseñó filosofía a Pol Rubio, y Beth Harmon aprendió ajedrez con el señor Sheibel en Gambito de Dama, Rodrygo es el alumno aventajado de Ancelotti. Como padre e hijo. Con Goes a su lado, el técnico levanta más la ceja de lo normal y disminuye el consumo de chicles de nicotina. Su seguro de vida. El preciado botón de “¿has olvidado tu contraseña?” que tantas veces nos ha sacado de apuros. Juntos maquinan planes maquiavélicos, preparados para el momento de apostarlo todo a una sola mano. Su as de oros. All in. Y siempre hacen saltar la banca.

 


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Fotografía de Getty Images.