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Mucha policía, poca Deyverson

El brasileño juega al póker sin gafas de sol, nadie sabe si es un showman que va de aquí para allá o un futbolista certero que se disfraza de excéntrico

Le mientes a tu madre, le mientes a tu pareja, le mientes a tu amigo. Te mientes a ti. Lo haces para dormir mejor, para salir de fiesta, porque sí. Mientes por bondad o por maldad. Hay mentiras piadosas, mentiras que tumban a dirigentes, mentiras cochinas y mentiras que son verdad. La falacia es como la contaminación: no se ve pero sobrevuela el ambiente y en grandes cantidades es nociva. Enric González retaba a cualquiera a que dijera la verdad durante un día. Por la noche, según él, quien lo haga habrá perdido a su pareja, a su familia y su trabajo.

La patraña humaniza, ya es lo único que nos diferencia de las máquinas. Hay dos formas de convivir con ella: guardarla en el bolsillo interior de la chaqueta y sacarla de vez en cuando o hacer de la mentira una filosofía. El presidente honorífico de este segundo grupo es Deyverson. Basta ver la final de la Libertadores, que se resume en dos instantes. En el primero, que en realidad ocurrió después, el delantero del Palmeiras se tira al suelo tras una carantoña en la espalda del colegiado. Antes, Deyverson había aprovechado un error de Andreas Pereira para marcar el gol que decidió la Libertadores a favor de su equipo. Con esas dos jugadas, el ariete cumplió las reglas del farol en el póquer: engaña mucho cuando no lleves nada y disimula cuando lo tengas todo para ganar.

Deyverson juega al póker sin gafas de sol. Para qué, si sus ojos no dicen la verdad. No sabes si es un showman que va de aquí para allá o un futbolista certero que se disfraza de excéntrico. Siempre al margen de lo convencional, no habría que descartar que toda esa irreverencia sea para, en realidad, no llamar la atención. O al menos desviarla. En las redes, donde la viralidad se extiende como una variante más del coronavirus, la escena teatral tuvo más notoriedad que el gol decisivo. Objetivo cumplido.

 

Ahora villano, ahora héroe. Como Darth Vader, nadie sabe cuándo cambia de bando. Juega de mentiroso izquierdo. Mete más trolas que goles

 

¿Qué Deyverson es el de verdad? ¿El que finge y celebra los goles enseñando tatuajes que rozan los dos rombos, o el que le ha dado al Palmeiras una Libertadores histórica? Seguramente, ni él lo sepa. De tanto engañar al árbitro y a los rivales ha llegado hasta el hueso de la farsa: las mentiras son para engañarse a uno mismo. “Vivir en el engaño es fácil, es nuestra condición natural”, escribió Marías. Deyverson, que volvió a los ‘Paulistas’ después de ir de más a menos en España, se la coló a sus propios aficionados. Muchos no entendían su fichaje y, relegado al banquillo, fue el blanco de críticas. “Estoy muy feliz por ese gol, muchas personas me criticaron, decían que no podía anotar, pero yo prefiero calidad que cantidad”, dijo el jugador después de la final. Engaño completado.

Quinto partido de la Libertadores, primer gol. Ahora villano, ahora héroe. Como Darth Vader, nadie sabe cuándo cambia de bando. Juega de mentiroso izquierdo. Mete más trolas que goles. Amago tras amago, el fútbol, deporte que tontea con la ficción, le ha dado su premio. Hay una entrevista a Vila-Matas en la que, después de contar episodios hilarantes y de citar sin parar a Beckett, a Wilde, a Nietzsche, el periodista, algo mosca con las respuestas del escritor, le preguntó si se había inventado algo durante la entrevista. “Solo la última, esta respuesta”, dijo el autor de Bartleby y compañía, que siempre ha vivido en la realidad vila-matiana, igual que Deyverson tiene su filosofía sobre la verdad y la mentira. Es la realidad deyversoniana.

 


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Fotografía de Imago.