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Milik: al servicio del caos

Viene de salirse en Holanda y hacer un buen papel en la Eurocopa, ahora deberá sostener a una ciudad de Nápoles necesitada de un nuevo ídolo

Mientras Nápoles arde de rabia, se adornan papeleras con la camiseta del último gran ídolo y el Vesubio vuelve a desprender lava, Arkadiusz Milik aterriza en el sur de Italia. Ahí llega, dejando más de 30 millones de euros en el Ajax y con una responsabilidad terrible. No superará un récord goleador que tardó 66 años en batirse, y tampoco llevará la número diez de Diego. Pero seguro que el carácter del polaco encaja con un pueblo de sangre caliente, con una ciudad que no conoce el término medio. El cielo o el infierno, el purgatorio jamás apareció en el manual napolitano.

La pasada temporada Milik anotó 21 goles en la Eredivisie, unas cifras que no están nada mal. Es zurdo cerrado, la pierna derecha, la tiene para poco más que subirse al autobús. Pero claro, su zurda es una delicia. Técnicamente es un notable jugador, pero casi lo mejor de su repertorio es la definición. Define rápido, no se lo piensa demasiado y en carrera es capaz de sacar una latigazo seco. Está claro que en Italia no encontrará defensas como las del Cambuur o Excelsior, pero bajo el sistema de Sarri se puede salir. Será el delantero referencia, salvo que en los últimos días de mercado el club se vuelva loco por Icardi. Con Mertens, Insigne y Callejón por fuera, y Hamsik o Jorginho por detrás tendrá una ocasión de gol tras otra.

Su infancia tiene de todo. Un padre que lo abandonó cuando era un crío y un joven que con seis años se pone a fumar y a robar en pequeñas tiendas. ‘El Pera’ polaco. Un pieza, vaya. Milik nació en la ciudad de Tychy, una modesta localidad industrial al sur de Polonia. Su figura paternal fue Slawek Mogilan, esa persona que vuelve a encarrilar su vida. Mogilan, también conocido como ‘Moki’, era su entrenador en el Rozwoj Katowice. El club estaba situado a tan solo 20 kilómetros de su ciudad natal. Cuando tenía dieciséis años debutó en tercera división, ahí es donde empezó a destacar. Llegaron los primeros ojeadores del Tottenham y el Legia de Varsovia, pero él los rechazó. Quería seguir creciendo como futbolista, dejando atrás otro tipo de preocupaciones.

Milik1Así es como termina fichando por el Gornik Zabrze a sus diecisiete años. Adam Nawalka entonces era el entrenador del Gornik, y fue quien apostó por él. El joven delantero tardó 7 meses en hacer su primer gol, pero contó con la paciencia de un Nawalka que hoy lo tiene en la selección. Tras sus buenas actuaciones en Polonia llegó el momento de salir del país. Sobre la mesa manejó varias ofertas, pero fue la del Bayer Leverkusen la que le hizo emigrar a cambio de 2.5 millones. No fue un acierto recalar en el club de la aspirina. Apenas contó con minutos y progresó realmente poco. El Bayer lo cedió al Augsburgo para que tuviera minutos y ahí tampoco tuvo demasiada confianza. Es entonces cuando el Ajax se cruza en su camino. Su primer año en Ámsterdam fue mediante una cesión. No lo tuvo nada fácil, pues el delantero titular en esos momentos era el islandés Sigthorsson. Pese a todo, fue haciéndose un hueco y anotó 11 goles en liga. Fue el máximo goleador del Ajax esa temporada.

 

Un padre que lo abandonó cuando era un crío y un joven que con seis años se pone a fumar y a robar en pequeñas tiendas. ‘El Pera’ polaco. Un pieza, vaya

 

Con la salida del islandés rumbo a Francia, todo el frente de ataque pasó a ser de Milik. Su gran temporada hizo que a principios de verano el Ajax lo firmará del Bayer por tan solo 2.8 millones, para venderlo poco después al Napoli por más de 30. Un negocio redondo, se ha pagado más por él que por van Nistelrooy, Huntelaar, Sneijder, Luis Suárez, Robben, Ibrahimovic o Ronaldo. Algún dirigente del Leverkusen se estará dando aún cabezazos contra la pared. Se ha revalorizado tanto en primer lugar por su gran temporada en la Eredivisie, pero sobre todo por su buen papel en la última Eurocopa. Con un Lewandowski negado de cara a portería, fue Milik quien tiró del carro polaco. Su mejor momento con la selección fue el 11 de octubre de 2014, cuando anotó en la única victoria en la historia de Polonia ante Alemania. El propio jugador ha reconocido que al ver las imágenes se le saltan las lágrimas. Un futbolista pasional que llega a una ciudad entregada a quienes comparten su pasión.