Este texto está extraído del #Panenka106, publicado en abril de 2011, un número que todavía se puede conseguir aquí
“¡He sobrevivido! ¡He sobrevivido! ¡He sobrevivido!”. El triple grito entró huracanado en el corazón del Estadio Azteca. Brasil acababa de conquistar el Mundial de México, la tercera Copa del Mundo para Pelé, un récord que todavía ningún futbolista ha igualado. Y a ‘O Rei’ le salieron esas palabras al entrar al vestuario. “¡He sobrevivido!”. Todos sus compañeros lo entendieron. Y lloraron junto a él.
Pelé, el documental, es una producción sólida y difícilmente mejorable por tres razones. La primera, reúne a su entorno más próximo: socios en el campo, familiares, periodistas y entrenadores (mención especial para el lúcido testimonio de un nonagenario Mário Zagallo). La segunda, posee un archivo histórico descomunal: no solo de goles o acciones maravillosas -hagan el ejercicio de contar cuántos caños y sombreros aparecen en pantalla-; también de imágenes que sitúan y contextualizan cada época. Y la tercera, y quizá más importante: cuenta con el propio protagonista reaccionando a sus grandes momentos, defendiendo su verdad ante los episodios más oscuros (su no posicionamiento durante la dictadura, la fama o las infidelidades) y emocionándose al recordar el cariño recibido.
Edson Arantes do Nascimento puso a su país en el mapa y aunque se olvidó de defenderlo cuando sus compatriotas sufrían la vulneración de los derechos fundamentales, sintió la responsabilidad de luchar por ellos en el campo. “Sentir que perteneces a una comunidad puede ser más importante que los problemas de esa comunidad. El deporte trata de eso”, razona un periodista en un momento del documental para subrayar la devoción del pueblo por el ídolo. Pelé no necesitó ser Muhammad Ali para ejercer de líder en tiempos oscuros.
Desde el debut con la Seleção siendo menor de edad al gol número 1.000 en un Maracaná a rebosar, Pelé supo cargar con la fama mundial, la crítica por su neutralidad política y la expectativa: jamás le negó a nadie una sonrisa. “Nació para ser famoso”, defienden quienes lo vieron llegar a lo más alto.
México’70 es el capítulo más memorable de su carrera y también del documental. Una cita deportiva que estuvo realmente lejos de ser una prioridad para Pelé. El trauma por la eliminación prematura de 1966 y el recuerdo de la violencia injustificada en el césped, lo apartaron de ese objetivo. Llegó a pensar en abandonar el fútbol, aparcó cualquier anhelo europeo y quiso jugar solo para divertirse. Finalmente, la nostalgia y el deber pesaron más y se preparó para un torneo donde volvería a estar en boca de todos. La dictadura presionó para que jugara. Y así fue como se llevó “el mejor recuerdo de mi vida”. Una copa que nació como obsesión y se tornó alivio, el mejor epílogo. Un ejercicio de resistencia resumido en un grito: “¡He sobrevivido!”.
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