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Los ladridos del Lille

Christophe Galtier se hizo cargo de la manada cuando los Dogos estaban en horas bajas y, aplicando un juego pragmático, los ha devuelto a los puestos de cabeza

Vuelven a oírse los ladridos. Llegados desde el norte del país, muy cerca de la frontera belga, la ciudad de Lille ha regresado a los primeros puestos de la Ligue 1. La dirección de Christophe Galtier desde el banquillo del estadio Pierre-Mauroy ha permitido al conjunto francés competir junto a equipos como el Olympique de Lyon o el Montpellier por una meritoria segunda posición. No obstante, desde que el equipo ganase el doblete (liga y copa) en la campaña 2010/2011, los Dogos han visto como su manada iba perdiendo a sus mejores efectivos.

Jugadores como Eden Hazard, Gervinho, Payet o Digne fueron emigrando a campeonatos más potentes para continuar con su progresión. Por el contrario, jóvenes futbolistas llegaban a la ciudad con el objetivo de dar el salto a un equipo de primer nivel. Y aquel era el negocio del Lille. Comprar barato, dejar que las incorporaciones se revalorizasen y venderlas por todo lo alto. Por ello, y con el rendimiento que ofrecían los hombres que llegaban, el club francés consiguió pelear por los puestos que dan acceso a competiciones europeas hasta 2016. En esa campaña, sin embargo, comenzó el declive. Problemas financieros y deportivos causaron una pérdida de rendimiento importante que se ha alargado hasta nuestros días.

Aquella temporada, la 2016-2017, comenzó con las negociaciones para la venta de la la entidad gala. Michele Seydoux, que había presidido a los Dogos durante 14 años, traspasó el club a Gerard López, empresario luxemburgués de origen español, en diciembre de ese mismo año. En el plano deportivo y con el devenir de los meses, los malos resultados derivaron en despidos y hasta tres entrenadores pasaron por los banquillos del Lille. El equipo terminó en la undécima posición y Marcelo Bielsa afrontó el reto de devolver al club a lo más alto. Entidad y afición se ilusionaron con la llegada del técnico argentino pero las expectativas generadas no se cumplieron. El Lille no es equipo para un ‘loco’. Sus métodos requerían tiempo y paciencia y quizás por ello confeccionó una plantilla demasiado joven. A pesar de una victoria contundente en el primer partido de la Ligue 1, la emoción se fue disipando hasta acabar con Bielsa en la calle. Para entonces, el club del norte de Francia flirteaba con los puestos de descenso.

El Lille quedó en manos de una comisión formada por el cuerpo técnico, hasta que llegó Christophe Galtier. Durante la segunda mitad del campeonato la incertidumbre se apoderó de la ciudad. Sin embargo, en la penúltima jornada de liga y después de una racha de tres victorias consecutivas, el equipo logró la permanencia. Quizás, aquel día, algo cambió. Porque a ojos de Francia, aquella manada había perdido todo atisbo de peligro. Eran dóciles, superables. Pero Dogos, a pesar de todo.

 

La manada volvía a morder. Partido a partido, bocado o a bocado, los norteños franceses han venido sumando puntos hasta llegar a la segunda posición

 

Eso lo supo Galtier. En el Pierre-Mauroy se juntaron cerca de 30.000 personas para comprobar el resurgir de un equipo que, hacia poco menos de diez años, había alcanzado la gloria. Ya no estaba Hazard, cierto es, pero para entonces un joven Pépé ya marcaba la diferencia. Destriparon al Guingamp con un 3-0 contundente en el primer encuentro de la temporada. La manada volvía a morder. Partido a partido, bocado o a bocado, los norteños franceses han venido sumando puntos hasta llegar a la segunda posición.

¿Es un genio Christophe Galtier? Eso irá en función de los gustos de cada uno pero la evidencia es que el equipo ha hecho un cambio asombroso en cuanto al estilo de juego. Atrás han quedado las locuras de Bielsa, con futbolistas fuera de su posición natural y dejando de lado a jugadores experimentados. El actual técnico francés del Lille luce el pragmatismo por bandera. Su sistema, el 4-2-3-1, no es el más rompedor pero le funciona. Es más, a su llegada Galtier estaba considerado uno de esos entrenadores que predican el fútbol defensivo, soporífero a la vista de los aficionados. Pero con el inicio del nuevo curso y aun manteniendo esa organización, el juego ha cambiado.

Dentro de su propio estilo, el entrenador ha conseguido renovarse con el objetivo de darle al equipo una vocación más ofensiva. Por ejemplo, los laterales ocupan los espacios que dejan los extremos. Por ello, es habitual ver a futbolistas como Celik o Ballo-Touré ocupando la posición que dejan los extremos. Porque en esa línea de tres, habitualmente formada por Bamba, Ikoné y Pépé, el juego suele ir por dentro. Imprimen velocidad, cambian de ritmo y añaden las marchas necesarias para que el partido se decante a su favor. Además, con los laterales en posiciones ofensivas logran esa superioridad en ataque tan necesaria.

Por supuesto y con la misión de protegerse las espaldas, Galtier apuesta por dos pivotes defensivos. Xeka, con un corte mucho más conservador, ofrece mayor solidez y presión. Eso permite que su compañero Thiago Mendes pueda moverse con más libertad. Claro que Mendes ha tenido que reconvertir su posición en el campo y retrasarla notablemente. Durante la temporada anterior, fue un futbolista con muchísima presencia en las áreas rivales pero el estado de gracia de los tres mediapuntas, que han participado en la mayoría de goles que ha logrado el equipo, ha obligado al entrenador a tomar esta clase de medidas.

Durante la temporada anterior, Galtier dio prioridad, como es lógico, a salvar la categoría. Tras conseguirlo, y con todos los equipos con el contador a cero, el míster ha apostado por un lavado de cara a su planteamiento. El técnico francés ha conseguido revertir una situación complicada que se arrastraba desde 2016 y ha espantado las nubes negras que amenazaban con el tormento de la segunda división.

Hoy por hoy, el Lille pelea por la segunda posición de un campeonato adulterado por los petrodólares del París Saint-Germain. Es impensable que algún equipo pueda hacer frente a la plantilla parisina tal y como demuestran los trece puntos de diferencia que hay entre ambas entidades. Pudo el Mónaco, también aupado por inversiones extranjeras, pero actualmente el equipo del principado sufre en los puestos de descenso. Así pues, los Dogos han sido la antítesis de los Príncipes. Para una plantilla que parecía abocada al abismo de la segunda división, esta segunda posición sabe a oro.

Ahora tocará defenderla. Llegarán a Niza con los colmillos afilados y la batalla está servida. Una semana después, recibirán al Lyon en casa. Dos partidos que son dos finales para amarrarse a una posición que no saboreaban desde hacía demasiados años. Los quejumbrosos aullidos de la campaña anterior han pasado a la historia. Hoy, los ladridos del Lille retumban por toda Francia.