Cuando los 22 futbolistas del Manresa y el Pontevedra comparecen en dos filas sobre el verde incluso un Mosso d’Esquadra saca el móvil del bolsillo para inmortalizar el momento: la Copa del Rey no te visita cada día. Marc Martínez, veterano centrocampista del Manresa, posa en la fotografía de equipo con su hija en brazos, consciente de que la foto será para toda la vida. A saber las veces que le explicará, a medida que crezca, que él, con una pelota larga al área nada más sacar de centro, propició el gol más rápido en una competición de ámbito nacional en toda la historia del fútbol español, según recogió después MisterChip. Fueron 6,7 segundos, para alegría de la afición local. En el videoresumen del duelo se oye un periodista preguntando: “¿Gol de quién? ¿Gol de quién?”.
En las gradas, mitad con asientos y mitad solo hormigón con los números de fila pintados en el suelo, no cabía nadie más. Había más de 2.000 personas (2.198): “récord en partido de pago”. Niños, abuelos y Jose Mari Bakero, porque su hijo Jon juega en el Pontevedra. Y 440 llevaban la camiseta conmemorativa de la Copa, con la inscripción ‘¿Y si pasamos?’. Por unos minutos, el Estadi Municipal Nou Congost se convenció de que sí, de que podía ser, pero a la media hora de juego apareció Brais Abelenda para restablecer la igualada con un remate de cabeza. Yelko Pino volteó el electrónico para el Pontevedra. Solo cinco minutos después, también con la testa. Y a la hora de duelo, Brais sentenció el partido con una preciosa vaselina. El Manresa disfrutó de un penalti a falta de 15 minutos, pero el chut se estrelló en el palo derecho de Álvaro Cortés, y con él pereció la esperanza. Pero ni murió la alegría ni murió el orgullo: con el pitido final, la afición no se fue, sino que homenajeó a sus hombres con un largo aplauso. Saltaban y gritaban, cantaban: “¡el triunfo no es ganar, es estar!”. Y los jugadores salieron del campo tras chocar sus manos con las de los más jóvenes, armados con bolígrafos para recoger autógrafos de todo el que pasara por delante.
Gerard Puigoriol, ‘Putxi’, capitán local, aún tenía humedades en los ojos cuando llegó al pasillo que conecta el verde y los vestuarios. “Es un día histórico”, reivindicó. “Es un día muy emotivo. Ver el campo lleno pone la piel de gallina. Jugando no te das cuenta, porque estás por lo que pasa dentro del terreno de juego, pero ahora, al acabar, ver las gradas llenas de caras de ilusión pese a la derrota me ha puesto la piel de gallina. Ver a los niños pequeños con esa ilusión y la camiseta del equipo es una cosa muy bonita, de las que hacen ciudad. Esto va más allá del fútbol, del deporte”, afirmó el centrocampista del Manresa, cuarto en segunda RFEF en la temporada de su estreno en la categoría. Mientras habla, un grupo de ocho niñas hacen guardia a su lado para que no se escape sin firmarles su camiseta del Manresa. Cuando les dice que no queda tinta en el regulador que le han dejado, siete brazos se estiran al instante para ofrecerle otro. Aguardan en cola. Y para pedirle el autógrafo le tocan el brazo: aquí se puede tocar a los jugadores.
En las gradas, mitad con asientos y mitad solo hormigón con los números de fila pintados en el suelo, no cabía nadie más. Había más de 2.000 personas (2.198): “récord en partido de pago”. Niños, abuelos y Jose Mari Bakero, porque su hijo Jon juega en el Pontevedra
Solo unos minutos más tarde, Jose Antonio Sánchez, delegado del equipo por 15ª temporada, reconoce que “el campo estaba muy bonito. Aquí tenemos no sé si la pega, porque no es una pega porque al fin y al cabo es un club de la ciudad, del básquet, que está aquí al lado y tiene 5.000 personas. Aquí somos 400, 500. O 300. Hoy hemos sido 2.000 y algo. Y lo que se busca con un partido atípico como este es que la gente se anime de cara al resto de la liga. Clasificarse hubiera sido la bomba, pero lo importante es que la gente se anime. Si ha venido gente por primera vez, o gente que viene pocas veces, y le ha gustado el ambiente y el equipo y hemos podido enganchar a unos cuantos, lo damos por bueno”. “Hoy si te clasificabas bien, pero lo más importante era contagiar a la gente. Que no vengan solo un día porque viene un equipo de superior categoría. Que vengan a ver el Manresa, no al equipo de fuera. Que vengan a ver el Manresa cada 15 días”, asiente.
Antes de despedirse recuerda que el Manresa y el Pontevedra ya se habían enfrentado en la Copa del Rey, cuando él era un niño de 13 años. “Aquí ganamos por 2-0. Hizo los dos goles Morelló”, detalla. El conjunto catalán ha jugado tres veces el torneo del KO (1974-1975, 1975-1976 y 1986-1987) y el destino quiso que en su cuarta vez se volviera a cruzar con el equipo gallego, como en la temporada 1975-1976, en la última Copa del Generalísimo. El Manresa, entrenado por el argentino Rafael Franco, exjugador del Deportivo de La Coruña y el Real Valladolid, se impuso en la ida por 2-0, el 12 de octubre, con Joaquim Hernández, padre de Xavi, en el centro del campo y el paraguayo Francisco Romero, ex de Espanyol y Sporting de Gijón, en la portería. Pero cayó en la vuelta, el 16 de noviembre, cuatro días antes de la muerte de Franco, en la prórroga (3-0). “Le eliminatoria pareció sentenciada desde el primer momento. El Manresa, desde que saltó a El Pasarón, lo hizo terriblemente encogido, encerrado sobre su área, permitiendo que el Pontevedra estuviese, una y otra vez, sobre la vertical de Romero, que tenía que multiplicarse, como todos sus compañeros, para contener el aluvión granate”, relató Mundo Deportivo.
De todo aquello ya no se acuerdan ni Joan Freixanet ni Lluís Cop, socios número 8 y número 28 del Manresa, exjugadores y exdirectivos del club. “Él era portero. Ahora porque va cojo, porque sino ya verías cómo se estira”, dice Joan mirando a Lluís, amigo. Sonríen, moviendo sus bastones. A su izquierda se sientan los socios 15 y 27, sobre cojines con el escudo del Manresa que llevan cada 15 días de casa. “Nunca había estado tan lleno como hoy. Solo había estado lleno una vez que vino el Barcelona a entrenar. Ha habido temporadas que éramos cuatro y el cabo”, asiente el socio 27. Apoya los pies sobre el asiento de la fila inferior, como un chaval. También cuenta que fue entrenador del juvenil y del primer equipo. Y que el socio 15 siempre le gritaba. “Siempre, siempre”, afirman al unísono. Y ríen juntos. Cuando se les preguntan los nombres contestan García y Cors, sin sus nombres de pila, como buenos abuelos. También hablan de usted y dicen Barcelona, no Barça, pero, pese a la edad, el fútbol y la Copa resucitan al niño. Y vuelven a ser Josep y Josep Maria: “Nos hace mucha ilusión que la Copa se juegue aquí”.
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Fotografías del autor y del CE Manresa.