PUBLICIDAD

Joe Hart: Entre mudanzas y tropiezos

El portero inglés del Burnley, cuyo rendimiento se ha resentido desde que saliera del Manchester City, vive con dudas otra nueva ventana de traspasos

Enero, otra vez. Nuevamente, el frío se apodera de todos nosotros y las ganas de perderse por las calles durante horas se reducen considerablemente. Claro que el primer mes del año también se traduce en época de mudanzas en este gran mundo balompédico. Las ventanas de traspasos llevan a unos futbolistas a trasladarse a una mansión más grande. Otros, sin embargo, se adaptan a lugares más pequeños. Cambios, nuevos retos, ilusiones o decepciones. Y en esas anda un guardameta inglés, lamentablemente acostumbrado en estos últimos años a tener que buscarse nuevos destinos. Tras alcanzar la gloria y ser un referente en su club y en su país, la situación de Joe Hart dio un cambio en 2016.

Corría el verano de aquel año cuando Pep Guardiola aterrizó en Mánchester con un nuevo proyecto plagado de cambios en su maleta. Al deshacerla ante sus futbolistas, estos observaron sus nuevos roles en el equipo. Contemplaron las nuevas tácticas y advirtieron nuevos conceptos que debían asimilar. Sin embargo, Hart no encontró su nombre por ningún lado. El técnico catalán no contaba con el hasta entonces guardameta titular del City y de la selección inglesa e incluso protagonizaron varios desencuentros en los entrenamientos. De nada sirvió la rabia del portero que vio cómo, a los pocos días, Claudio Bravo llegaba para arrebatarle el área y los tres palos. Incluso un veterano como Willy Caballero pasaba por delante de él. “Para un futbolista, cuando llega un nuevo entrenador, todo son expectativas. Por ello, cuando este le dice que no cuenta con él, la autoestima se resiente”, señala a Panenka David Baixeras, psicólogo deportivo de Bofill Esports que trabajó para clubes como el Girona.

Harto de aquella situación, Joe preparó su equipaje y se marchó a Italia en calidad de cedido. En Torino le esperaban con los brazos abiertos. Sin embargo, su rendimiento no fue el esperado ni para la afición ni para el cuerpo técnico. El espigado arquero encajó 64 goles en los 38 partidos que disputó y al término de la temporada regresó al Etihad Stadium. “Cambiar de país puede suponer un ‘reset’. No obstante, Hart llegaba con la etiqueta de portero de primer nivel en lo profesional pero probablemente con la autoestima dañada en lo personal”, afirma Baixeras. “En un fichaje tan importante, tanto la afición como la prensa están encima y cada error genera dudas y nervios. Estos, a su vez, provocan nuevos fallos. En conclusión, se acaba generando una espiral que puede derivar en obsesión o ansiedad en la competición”, sentencia el psicólogo.

De regreso a Mánchester, los ánimos bajo palos se revolvieron nuevamente con la llegada de Emerson. Bravo quedó relegado al banquillo y por si había poco fuego, llegaba Hart con más leña, pero con el conocimiento de que debía volver a emigrar. Así que, con el candado echado en la meta citizen, se marchó prestado al West Ham. Comenzó de titular, sí. Pero los 42 goles encajados en 23 partidos, unidos al buen nivel de Adrián San Miguel, relegaron al inglés al banco del Olímpico de Londres. Otra mudanza que se quedaba en nada. “El portero es el jugador que más presión tiene. En cada gol, aunque no pueda hacer nada, pondrán los ojos en él”, dice Baixeras, que además habla del caso particular de Hart. “Su problema es que se convirtió en una de las figuras más prometedoras del fútbol inglés siendo todavía muy joven. Eso genera presión en él y más cuando en cuestión de unos pocos años ha acabado en el banquillo de un club que nada tiene que ver con el Manchester City”, comienza el psicólogo. “Ese declive, inevitablemente, no hace más que alimentar esa espiral negativa con la que convive”, añade.

 

“La situación de Hart parece un claro caso de ansiedad en la competición. Son futbolistas que entrenan bien pero cuando llegan a los partidos no soportan la presión, dudan y cometen errores”

 

Regresó de nuevo a Mánchester cabizbajo y, a los pocos días se mudó a Burnley para recalar en las filas del club de la ciudad y disputar la actual temporada. De nuevo, con el cartel de titular. De nuevo, goleado -ha recibido 41 goles en 21 partidos-. De nuevo, superado. Sean Dyche, técnico del conjunto inglés, ha dado ahora la titularidad al internacional inglés Tom Heaton. Además, en el partido de la FA Cup, el entrenador apostó por Nick Pope en portería, relegando completamente a Hart. Una situación difícil que ha llevado al portero a mirar de nuevo -y con recelo- sus maletas. Los rumores apuntaban a la Championship. El guardameta titular en 75 ocasiones con Inglaterra se ha planteado recalar en el Preston, club que ocupa la 18ª posición en la segunda división inglesa. “La situación de Hart parece un claro caso de ansiedad en la competición. No hay dudas de su calidad. Son futbolistas que entrenan bien pero cuando llegan a los partidos no soportan la presión, dudan y cometen errores. Puede ser muy similar a lo que le ocurrió a André Gomes o Metzelder”, comenta el psicólogo especializado en deportes.

Sin embargo, para Baixeras, la situación del portero puede mejorar. Para ello, Hart debería trabajar en los objetivos personales. “Hay dos tipos de objetivos. Los primeros objetivos son de procedimiento, que consisten en mejorar la técnica y la táctica y que dependen de él mismo. Por otro lado, están los de resultado. En su caso, estos consisten en dejar la portería a cero o encajar menos goles”, asegura el psicólogo. Para él, estos últimos son los más complicados ya que que no dependen exclusivamente de las actuaciones del guardameta, sino que también interviene el acierto de los delanteros y la solvencia de la defensa. Y no lograrlos puede generar frustración en el deportista.  “Cualquier deportista debe marcarse unos objetivos asumibles. En el caso de Hart, no debería obsesionarse con dejar la puerta a cero si está encajando muchos goles. Debería comenzar por reducir ese número”, afirma Baixeras que también mantiene que el portero debería hacer un borrón y cuenta nueva.

El psicólogo también añade que, al igual que los objetivos, sus expectativas de futuro deben ser realistas y valorar su nueva situación. “Debe dejar de lado su pasado y asumir el bajón que ha sufrido. A partir de aquí, se puede trabajar y recuperar posiciones manteniendo unas expectativas realistas”, sugiere. “Puede entender que va a mejorar sin poder alcanzar los niveles que tenías en años anteriores o puede vivir del pasado y continuar en esa espiral negativa”.

Baixeras también comenta la posibilidad de que el guardameta inglés pueda recalar en el Preston o en cualquier otro equipo. “Si no rompe con ese círculo de ansiedad, le puede afectar muchísimo tanto a nivel personal como profesional. Porque estos casos también afectan a uno como persona”, dice Baixeras, que asegura que los sentimientos de tristeza y angustia pueden llevar al futbolista a pensamientos muy negativos. “Eso es muy duro. Se han dado casos de deportistas que tras fracasar en su ámbito creen que ya no valen para nada”. Por otro lado, también considera que la opción de recalar en un nuevo club puede ser provechosa para el guardameta. “También es una oportunidad para comenzar de cero sin pensar en lo que ha llegado a ser. Asumir su posición actual y marcarse unos objetivos y expectativas realistas”, afirma. “Debe esforzarse para ser un futbolista importante en su equipo y pensar en cómo puede ayudar para que el club logre sus ojetivos de la temporada. Porque si lo consigue, otros clubes más importantes pondrán sus ojos en él. Es una manera de prosperar”, sentencia el psicólogo.

Faltan pocos días para el cierre del mercado y Hart sigue con su futuro en el aire. Como en las últimas ventanas de traspasos, sus maletas están a medio hacer por si aparece un nuevo destino en el horizonte. Otro mes de incertidumbre para el que fuese uno de los grandes porteros del panorama europeo. Entre mudanzas y tropiezos, el guardameta tiene en sus manos -aquellas que detuvieron los disparos de los mejores delanteros- la opción de empacar su equipaje y viajar sin un rumbo fijo o, por el contrario, deshacerlo completamente y pelear por esos tres palos que le han cobijado durante tantos años.