El fútbol, como toda ciencia social, se encuentra en constante progreso. Así como Charles Darwin demostró que las especies evolucionan mediante pequeñas mutaciones, el fútbol también lo hace mediante pequeños cambios. Mejoras de adaptación a ciertas situaciones, mayor equilibrio en el equipo, posibilidad de controlar el partido o no dependiendo de varios factores, etc. El fútbol ha evolucionado tanto en toda su existencia, que se han generado numerosas ramas para ser practicado. Inglaterra fue la cuna de este deporte allá por la segunda mitad del siglo XIX. Los ingleses han expandido el balompié por todo el globo terráqueo. Donde había un grupo de emigrantes ingleses siempre se podía observar un balón buscando atravesar dos balizas que pretendían ser los palos de la portería. Esa expansión es tan clara de afirmar como el rechazo de la comunidad inglesa a cualquier tipo de progreso o evolución positiva en su invento. Muchos de los cambios y evoluciones que este deporte ha experimentado han nacido de brillantes mentes inglesas. Sin embargo, esas nuevas teorías y savia nueva para un deporte que, a principios del siglo XX comenzaba a ser de masas, eran inconcebibles para una mayoría inglesa anclada en un producto arcaico e inmovilista. La gran crisis futbolística de Inglaterra reside en el juego, pese a poseer una de las ligas más modernas y saneadas del viejo continente.
Si de Inglaterra surgió el fútbol, también de las islas británicas comenzaron a surgir los primeros grandes revolucionarios de este deporte. Jimmy Hogan era un inglés nacido en Lancashire. Sus ideas revolucionarias sobre el fútbol le convirtieron en un traidor para la patria inglesa, y en un auténtico genio en el centro de Europa. Hogan jugó al fútbol en varios clubes ingleses como inside. Burnley, Fulham o Bolton Wanderers disfrutaron de las virtudes futbolísticas de Hogan, no muy destacadas. La carrera de Hogan como entrenador se comenzó a apreciar en su carácter como jugador. Era un futbolista muy exigente consigo mismo. Siempre buscaba una explicación para cada fallo que cometía sobre el campo y no paraba hasta desgranar por completo el problema. Su afán de superación lo llevó a ser uno de los primeros jugadores que comenzó a entrenar su físico en una maquinaria de gimnasio, siendo bastante rústica.
Hogan era un obseso de la perfección. Como jugador fue fraguando las teorías que, años después, revolucionarían la forma de entender este deporte. De los propios análisis que él realizaba de sus fallos y de los de sus compañeros, nació un gusto por el estudio de la técnica. La importancia que le dio a la técnica individual al servicio del colectivo será el eje principal de su teoría sobre la forma de jugar. Observaba cada rival al que se enfrentaba con detenimiento y lo analizaba. En una gira por Holanda, como jugador, se dio cuenta del gran potencial de los jugadores neerlandeses a los que se enfrentó. Solo les faltaba un guía que sirviera de caudal para tanta técnica y ganas por aprender. El partido que disputó ante el Dordrecht le dejó en la cabeza una sola idea: regresar a aquel conjunto para solucionar los problemas futbolísticos y calmar sus ansias por aprender sobre este deporte. Dicho y hecho. Tan solo un año más tarde, con 28 años, Hogan comenzó a entrenar.
Hogan era un obseso de la perfección. Como jugador fue fraguando las teorías que, años después, revolucionarían la forma de entender este deporte
Lo primero que hizo como técnico del Dordrecht fue mejorar el estado físico de unos jugadores aún demasiado jóvenes. Una vez mejorada la capacidad física del plantel, se pasó a la técnica individual. Pese a que en Inglaterra era una norma imperante, Hogan no creía en que el juego más efectivo se basase en el físico del jugador. Para él la clave de todo se encontraba en la técnica, más concretamente en el control de balón de cada futbolista. Sus jóvenes pupilos entendieron de forma muy rápida los conceptos que Hogan quería desarrollar dentro del campo. Su manera de jugar estuvo influenciada, en cierta manera, por la vieja escuela escocesa de pase corto.
Tras haber enseñado a toda Holanda sus métodos de trabajo, incluso haberlos trasladado al combinado nacional por momentos, Hogan decidió que sus años como jugador aún no habían finalizado. Regresó al Bolton y disfrutó de sus últimos meses como futbolista profesional. Cuando acabó su periplo volvió a buscar trabajo como entrenador. A través de algunos contactos, aterrizó en el fútbol austriaco. El objetivo era entrenar y enseñar sus métodos a los clubes del país y dirigir al combinado nacional en los Juegos Olímpicos. El entendimiento entre Hogan y Hugo Meils, secretario general de la Federación Austriaca de Fútbol, fue fantástico. Pese a que al comienzo de su etapa como seleccionador a los jugadores austriacos les costó llevar a cabo los métodos de Hogan, y los resultados no fueron muy optimistas, Meils quedó prendado por la forma de pensar de Jimmy Hogan.
El técnico británico se centraba en la forma de jugar, en el estilo, nunca tocó el sistema táctico. Hogan no encontró ningún motivo para eliminar el clásico 2-3-5 o Pirámide invertida de sus equipos. Ese sistema permitía un equilibrio ofensivo y defensivo. Lo que sí creía el entrenador es que se necesitaba una variación en la forma de jugar, por la rigidez y previsibilidad que generaba un juego inmovilista. Los equipos sabían cómo anularse, y eso no era bueno ni para los intereses del equipo ni para el espectáculo. El pensamiento de Hogan viene perfectamente expresado por Jonathan Wilson en su libro La pirámide invertida: “Jimmy Hogan creía en que había que dejar que la pelota hiciera su trabajo, que las combinaciones rápidas y los pases eran preferibles sobre la gambeta, y la técnica individual no enfocada sobre las corridas individuales, sino sobre el control instantáneo al recibir un pase que permitiera volver a pasarla con rapidez”.
No se puede desgranar mejor el pensamiento del técnico inglés. La técnica individual al servicio de las combinaciones. Pese a todo, Hogan también tenía bastante en cuenta la importancia del pase largo como herramienta para desconcertar ante tanta combinación, no como despeje hacia ningún lado. En aquellos tiempos, la forma de planificar los partidos y hacer que los jugadores mejorasen era muy distinta a la actualidad. Demasiado influenciado por el pensamiento inglés, el método de entrenamiento era eminentemente físico. Mejorar la velocidad en carrera y la resistencia. El trabajo con balón brillaba por su ausencia. Se creía que si un jugador entrenaba con él, llegado el día del partido habría aborrecido la pelota, ya no tendría tantas ganas de patearla. Hogan cambió esa percepción allá donde fue, entrenando y dando conferencias, explicando y argumentando sus teorías.
El trabajo con balón brillaba por su ausencia. Se creía que si un jugador entrenaba con él, llegado el día del partido habría aborrecido la pelota, ya no tendría tantas ganas de patearla
El estallido de la Gran Guerra destruyó el sueño de los siguientes Juegos Olímpicos para Austria, ya que Hogan fue arrestado por su condición forastera. Tras algunos meses alejado de los banquillos, y obligado a realizar algunos trabajos, Hogan consiguió volver a entrenar. Su fama en los Países Bajos y Austria desencadenó un interés desde Hungría. El dueño del MTK Budapest movió algunos hilos para que el británico acabara en su banquillo. Budapest encandiló a Hogan y Hogan encandiló a Budapest con sus métodos. Fue una relación de amor a primera vista. Jimmy Hogan nunca añoró su tierra natal. Renunció a ella por el bello corazón europeo y solo volvería para poder estar con su familia. En el MTK se encontró un equipo sin apenas efectivos, debido a que el ejército había llamado a muchos de ellos al frente. Como no podía ser de otra forma, el técnico apostó por los jóvenes y su forma de entrenar le volvió a asegurar éxitos en Hungría.
EL LEGADO
Los métodos de Hogan triunfaron en toda Europa central. Holanda, Austria, Hungría, Suiza, Alemania, Francia e Inglaterra fueron los países que tuvieron el honor de ver entrenar a este adelantado a su tiempo. En todos y cada uno de los países mencionados, el éxito y devoción a las ideas de Hogan fueron unánimes, salvo en uno de ellos: Inglaterra. En todos los demás países fue sembrando sus métodos y estos florecieron en muchos casos. Austria dominó el fútbol en los años 30 con el WunderTeam, de la mano de Meils y el gran Sindelar. Hungría acabó, de un plumazo, con el estado de superioridad de los ingleses tras vencer en Wembley con un severo 6 a 3. Lo verdaderamente importante de ese partido no fue el resultado, sino la forma de jugar y la superioridad sobre el campo que tuvieron los ‘Mágicos Magiares’ sobre los británicos. El entrenador de ese equipo, Guzstav Sebes dijo: “Jugábamos al fútbol tal y como nos enseñó Jimmy Hogan”. Y algo más tarde aparecería la gran Holanda de Cruyff y Michels.
Jimmy Hogan revolucionó el fútbol como nunca antes se había hecho, e indicó el camino a seguir a equipos que posteriormente serían recordados por su dominio y forma de jugar. Fue un adelantado a su tiempo de cuyas ideas muchas naciones supieron nutrirse. Muchas salvo su Inglaterra natal, encerrada en un juego sin identidad que dura hasta nuestros días. Siempre se hablará de Johan Cruyff, de Pep Guardiola e incluso de Rinus Michels como revolucionarios del fútbol. Pocas veces se recuerda que antes de que el fútbol fuera fútbol, un tal Jimmy Hogan sentó las bases de una forma de jugar acogida por muchos, pero llevada a su máximo exponente por muy pocos.