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‘Homo Rodri’, el supermediocentro

Rodri es candidato al Balón de Oro por algo muy simple: hace más cosas, más tiempo y de forma más determinante tanto para ganar partidos como para dominarlos. Porque no parece un mediocentro sino algo mayor

Rodri

En el esfuerzo por denominar biológicamente al ser humano con respecto a todas las demás especies de homínidos, diversos teóricos de diferentes épocas lo bautizaron entre sus diversas locuciones latinas. Entre ellas, homo sapiens (el humano lo es porque sabe), homo faber (el humano es humano porque fabrica herramientas) u homo ludens (el humano lo es porque juega). El primero de ellos terminó imponiéndose, pero no sobrevivimos y nos impusimos sólo por saber o pensar, sino por algo mucho más importante. La revolución cognitiva que convirtió a los sapiens en la especie hegemónica se dio por su capacidad como especie para cooperar, lo que hizo desaparecer a los demás homo con los que compartió espacio, sometiendo además al resto de especies en la escala trófica. Lo que esto viene a decir, como habrás detectado de forma inequívoca, es que Juan Luis Arsuaga, paleoantropólogo y director del proyecto Atapuerca, seguramente sepa más de fútbol que todos nosotros juntos.

Y sabe más porque la teoría de la evolución del fútbol, como todo juego, es muy parecida: su revolución cognitiva tuvo que ver con las diferentes formas de cooperar. El famoso tiempo, espacio y engaño de Menotti es un gif que va cambiando de formas en función de lo que los individuos van haciendo juntos para ganar partidos. Los estribos necesarios para que las mencionadas formas de cooperar generaran mentalidad colectiva hace decenas de miles de años, y a la vez principales inventos de los hombres como especie, fueron su capacidad tanto para crear lenguaje como para relatar las cosas, inventándose o poniendo nombres a las realidades que rodeaban su entorno. Así, a través de un relato narrado, los individuos comenzaron a cooperar incluso sin conocerse, del mismo modo que cuestiones tan vitales como las emociones, pongamos el miedo, están condicionadas por cómo y cuándo nos han dicho que se ha de sentir. Esto también fue así en el fútbol: ha sido igual de poderosa una idea por su impacto como por su forma de contarla. Inventar conceptos y palabras para definir a las cosas ayuda tanto para entender la realidad como para dominarla. Por eso el fútbol es fútbol y tiene su evolución, porque alguien ha sido capaz de describirlo en palabras. Así pasó también con la figura del mediocentro.

Desde que se comenzó a contar lo que distinguía a un mediocentro en el fútbol reciente, el perfil fue dándose forma desde la base. Primero debía situarse por delante de la defensa, decían. Después sería el primer receptor de cada posesión, contaban. Más adelante, se encargaría de decidir cuándo se jugaba en corto o en largo, lo que le llevaría a dominar el ritmo del partido, siendo el jugador por el que debía pasar el balón al menos una vez por posesión, narraban. Y por último, sería el núcleo que explicaría los principios colectivos en todos los momentos tras pérdida y tras recuperación del balón. Lillo contó aquello -dime qué mediocentro tienes y te diré a qué juegas- y el tiempo comenzó a correr, hasta el punto de que España creó en su momento una escuela alrededor de su figura, siendo una de las cunas del mediocentro moderno.

 

Rodri es quizás el mediocentro más influyente en el juego en los últimos 25 años. Puede que no sea tan trascendente, sensorial o memorable como otros desde su trato de balón, pero cuesta encontrar otro ejemplo que sea tan condicionante en su equipo y en un partido

 

En un ciclo de sucesiones interminables donde lo que parece subida es bajada y lo que parece nuevo es reciclado, lo que no parece tener marcha atrás en el juego del fútbol es la sofisticación adquirida: los once miembros son jugadores de campo y todos forman parte de un proceso complejo donde ningún jugador es un extra en el rodaje. Se juegue a lo que se juegue, todos forman parte de algo mayor que únicamente se pausa, por suerte, cuando el talento e instinto de uno de ellos se adueña de todo para levantar al aficionado de su asiento. Y en este contexto, que se remonta a hace unos treinta años aproximadamente, hay un actor que ha multiplicado su importancia en el juego, condecorado por ello con un prestigio mayúsculo: el mediocentro. Una posición que, en pleno 2024, y desde 2021, presume de una de sus aristas más elevadas, Rodrigo Hernández Cascante.

Para lo que nos ocupa, Rodri es quizás el mediocentro más influyente en el juego en los últimos 25 años si se tiene en cuenta todo lo contado. Puede que no sea tan trascendente, sensorial o memorable como otros desde su trato de balón -Busquets o Pirlo-, pero cuesta encontrar otro ejemplo que sea no sólo tan condicionante en el juego de su equipo, sino también dentro de un partido y los numerosos momentos encadenados del juego que se juega hoy en día, lo que da con el concepto de supermediocentro. Esto tiene que ver, primero, con algo muy personal y esencial, que no es otro asunto que su carácter avasallador. Su temperamento no responde al de aquellos mediocentros facilitadores dedicados al bienestar de los cracks, él es un ganador voraz que incluso se eleva moralmente en el reparto de merecimientos tras una derrota. Siendo en origen una posición bastante horizontal en la escala de valores, de mucha participación pero poca determinación en las acciones de gol, Rodri actúa como un atacante desequilibrante de ego dominante, logrando que sus virtudes y sus funciones compacten e impacten en cada jugada de la que forma parte.

Desde este atributo y antes de dar con el más importante, vemos en Rodri un sumatorio de virtudes individualmente diferenciales entrando en acción y ejecución que por sí solos formarían un especialista sobresaliente codiciado por toda clase de estilos de juego: al choque es durísimo, en el juego aéreo es muy difícil de superar y en el tackle es una piedra; con balón es preciso, multidireccional y agresivo, sin él es tácticamente completo en todas sus funciones y como colofón no negocia una carrera porque no soporta que le ganen, dando el mismo valor a cada mínima afrenta. Con esto bastaría, pero en su primer párrafo este texto comienza así porque un mediocentro es el principal intérprete de un juego cuya forma de evolucionar reside en su forma de cooperar. Y Rodri Hernández hace que sus equipos cooperen con un grado de sometimiento pocas veces visto para los rivales.

 

Al choque es durísimo, en el juego aéreo es muy difícil de superar y en el tackle es una piedra; con balón es preciso, multidireccional y agresivo, sin él es tácticamente completo y como colofón no negocia una carrera porque no soporta que le ganen

 

En Europa y desde 2018, influencia sudamericana mediante, se han revisado de forma constante todos los principios posicionales culturalmente heredados y aceptados. Todo va muy rápido. Muchas de las posiciones fijas o figuras de sostén en momentos con balón ya no lo son, logrando que todos los jugadores de campo sean susceptibles de abandonar su zona de inicio y cobertura para abrir espacios. Sí, estamos cada vez más cerca de ver el juego del fútbol sala ampliado a 105×70. En esto, Rodri acumula tres años ahogando al rival con su iniciativa, personalidad y toma de decisiones, que es lo que le ha llevado a desatar su temperamento y coronar su juego con 9 goles, 12 asistencias a nivel de clubes y un partido perdido de los últimos 88, la final de la FA Cup de 2024. Con Rodri, el mediocentro ha adquirido una nueva dimensión, no sabemos si una a la que sólo pertenece él, quizás lo más plausible, o un lugar de partida renovado desde el que comiencen a aparecer perfiles similares. El español es candidato de pleno derecho al Balón de Oro por algo mucho más simple: hace más cosas, más tiempo y de forma más determinante tanto para ganar partidos como para dominarlos. Porque no parece un mediocentro sino algo mayor.

Su significado y trascendencia entre la aristocracia de su posición es a su vez el truco que lo convierte en un jugador tan dominante: es capaz de absorber cada una de las pequeñas mutaciones que se van dando en la élite a nivel futbolístico en ambas mitades del campo y en todos los momentos del juego. Por eso, cuando pasó del Manchester City a la Selección Española, pasaba lo mismo y de forma intensa: Rodri era el mediocentro de todos; bisagra de otros diez jugadores cooperando por un objetivo. Los compañeros se referencian en él para saber cuándo acompañar la presión porque Rodri es un mediocentro en el amplio sentido de la palabra en la era moderna: él decide la primera decisión tras pérdida o tras cada recuperación. Una vez se recupera la pelota o se inicia un ataque, su dominio de las situaciones de juego es inigualable. Percibe todas las situaciones de tercer hombre, disuade la presión con movimientos de arrastre o sobrecarga la zona del balón para movilizar al rival. Sus equipos disponen de un mediocentro que es todos los planes y fases en uno, ensanchando el horizonte de posibilidades de una figura que ahora aleja su cima hacia algo nuevo: nunca estar lejos de ninguna jugada y ser tan grande como el juego en sí. Rodri ya es historia y un clásico de la posición porque, como dijo un gran sabio, clásico es lo que se no se puede mejorar.

 


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Fotografías de Getty Images.