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Gerard Moreno y los problemas mundanos

Las lesiones son las películas de miedo del fútbol. Hay futbolistas que siguen pensando en ellas cuando acaban. Otros se olvidan y devuelven el DVD al videoclub

Duki y Emilia, una de las parejas de moda del panorama musical, cantan Como si no importara. Como si no importara haberse perdido 20 partidos la temporada anterior. Como si no importara recaer de una lesión muscular hasta tres veces en 2022. Como si no importara que cambien al entrenador con el que había alcanzado su máximo nivel. Como si no importara que el equipo esté en zona Champions, varado en el núcleo de la clasificación o coqueteando con el descenso. Como si no importara nada, tampoco ser víctima del oscurantismo de las lesiones, que se empeñan en opacar noches doradas en un Estadio de la Cerámica más reluciente que nunca. No hay nada que le impida anteponerse a la desdicha con despampanante facilidad. Como si un revés no doliese. El periodo de adaptación al ritmo de competición son los padres. Gerard Moreno no espera a nadie, ni siquiera a él mismo. Sus días suelen estar bañados en oro, él está tan desmelenado que, cualquier cosa que haga, aunque le salga mal, está bien ejecutada.

Quizás la cura de sus males sea el mar Mediterráneo. Gerard Moreno nunca se ha apartado de él en su carrera. Ni en Mallorca, ni en Barcelona (con el Espanyol), ni ahora en la Plana Baixa. Un tipo de lujos raros. Dicen del mar que tiene un abrumador efecto en la salud y bienestar de uno. Ayuda a quebrar esos círculos viciosos de preocupaciones y pensamientos nocivos que nos persiguen diariamente. Igual por eso parece vivir sumido en un estado de ataraxia que transfigura cuando cambia el azul del mar por el verde del césped. Allí, consigue ser la estrella de un firmamento de buen fútbol en el que no solo marca: es el enlace que transporta el balón camino al gol, crea juego ofensivo y asiste. Un mensajero que no envía cartas, las entrega en mano, y a veces, las lee en alto. Los ‘olés’ de la grada frecuentan ser para él, cada partido por una acción diferente, la que le pida el cuerpo.

Nueve goles y cinco asistencias llegados al ecuador de la temporada. Y mucho espectáculo. Sin ser excesivamente fuerte ni veloz, su cabeza va más rápida que la del resto, siempre posicionado donde la jugada lo requiere, aprovecha su técnica para ejecutar sus maquiavélicas ideas con elevada precisión. Se le valora mucho el gol, el cual siempre se impone a los cimientos del edificio en un mundo donde brilla más la definición que quienes hacen posible ese momento mágico. Pero Gerard es un futbolista total, de colegio. Decir que alguien juega como en el patio no debería ser una admonición, solo los más grandes lo consiguen. Su juego es una tentativa de guardar las distancias entre el orden y el ingenio, desde su propio puente de mando.

 

Nueve goles y cinco asistencias llegados al ecuador de la temporada. Y mucho espectáculo. Sin ser excesivamente fuerte ni veloz, su cabeza va más rápida que la del resto, siempre posicionado donde la jugada lo requiere

 

Y el ecosistema es ideal. Pocos futbolistas se han quejado de vivir en Villarreal, del equipo o del ambiente. Un lugar familiar de 50.000 habitantes, alejado del acoso mediático de las grandes ciudades donde las tormentas son breves, si no escasas. Y un habitual en Europa. Se marchó Emery y apostaron por Setién. El cántabro tiene fans y haters análogamente, pero lo que nadie duda es que Gerard Moreno es ese tipo de futbolista que encaja dentro de sus fantasías sexuales: ofensivo, creativo y de juego rápido. Un técnico que se machaca por alcanzar las mieles del fútbol e integra a sus pupilos de una forma flexible, formando el dibujo de una oruga que transforma el torso a su voluntad. Gerard Moreno es su secuaz, pero con vocación de subjefe. Y la baza, esa que desembota la maquinaria en los días más grises, aquellos que obligan a Setién a movilizar a las piezas de cambio y entregarle la brújula al catalán que, con un solo gesto, adelanta la barbilla, el reloj y el pulso del partido.

La afición ‘grogueta’ nunca olvidará a Gerard Moreno. Ha estampado su nombre en el quimérico Walk of Fame de cerámica de grandes jugadores históricos del Villarreal, junto a los Riquelme, Forlán y Senna. Si fuera un boy scout, su uniforme estaría repleto de insignias: máximo goleador histórico del equipo, artífice del título de la Europa League en 2021 (lo que le llevó a colarse en la lista por el Balón de Oro) y pieza clave de la gesta histórica del pasado curso, llegando a semifinales de la máxima competición continental, bregando contra transatlánticos del fútbol mundial (Manchester United, Juventus, Bayern y Liverpool). Cuando has logrado todo esto, ¿cuáles son los problemas? Gerard se ríe de ellos y se adhiere al proverbio chino que los descataloga: “Si un problema tiene solución, no hace falta preocuparse, y si no la tiene, preocuparse no sirve de nada”. Ni las lesiones, ni los cambios, ni siquiera el auge de la Kings League supondrán un obstáculo para el desacate semanal habitual de Gerard Moreno. Dos buenas temporadas más y la familia Roig lo convertirá en accionista de Mercadona.

 


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Fotografía de Getty Images