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Ficharás a un futbolista portugués

¿Qué ocurre con Portugal? ¿Cómo piensa y juega un futbolista portugués? ¿Qué ha pasado para que al jugador luso se le perciba como una absoluta garantía?

Explicar qué es el futbol portugués y quiénes son sus futbolistas desde el punto de vista formal y/o identitario no es tarea sencilla. Todos tenemos en mente de dónde viene el fútbol holandés, así como el italiano, el español, el brasileño, el argentino o el uruguayo, también el alemán, que se ha tomado el tiempo necesario para revolucionar y entenderse desde un doble núcleo, el viejo y el nuevo fútbol germano. Y todos tienen su propia mentalidad y un origen en forma de escuela o filosofía que no se pierde por mucha mudanza vivida por cada uno de ellos, reconocidos como esencia, la que marca un camino, a donde se acude cuando comienza la tormenta o la que se recuerda para construir nuevos proyectos. Sin embargo, ¿qué ocurre con Portugal? ¿Cómo piensa y juega un futbolista portugués? ¿Qué le ha traído hasta aquí, momento en el que al jugador se le percibe como una garantía y al país como una indudable potencia en lo colectivo?

Arranquemos. Desde que Carlos Queiroz se encarga, a sus 24 años, de las categorías inferiores de la selección portuguesa, allá por 1987, con Portugal ganando dos mundiales sub-20 consecutivos (1989, 1991), hasta la actual explosión de Diogo Jota dentro de un Liverpool campeón de Europa que presume del tridente más reconocible e inseparable del fútbol mundial, han pasado 33 años, periodo de tiempo en el que país del fado se ha convertido en vivero prolífico por producción y diversidad; un fútbol que no tiene un único padre, que no rinde cuentas a un estilo único, sino que nace de la interpretación y adaptación a todo lo que le ha ido pasando para adoptar la postura más competitiva posible. El futbolista portugués, como sus entrenadores, es el producto de una suma, la que comprende un debate teórico y filosófico sin ganador, un conjunto de agencias de representación, un modelo de captación de talento y una manera de ser que podríamos llamar dúctil, la del ciudadano luso, uno que rara vez se rompe mientras soporta la fuerza generada por los cambios que se producen a la hora de emigrar.

Pude charlar hace un tiempo con Luís Cristóvão, formidable analista y periodista portugués, sobre muchas cosas que rodean a Portugal en el mundo del fútbol, porque precisamente son muchos los aspectos que confluyen para comprender al futbolista portugués. Y para entender su identidad, que en cierto modo no se origina de forma conceptual, sino experimental, es necesario saber que el jugador luso de primer nivel nace de un debate que vertebra al fútbol del país. “Portugal no tiene una única escuela de entrenadores, tiene tres: la de Oporto, con la ‘Periodización Táctica’ de Vitor Frade, y dos escuelas en Lisboa: por un lado la de Jorge Castelo, y por otro la corriente de Carlos Queiroz, Jesualdo Ferreira y Manuel Sergio (filósofo y autor de un tratado profundo sobre motricidad). Esas tensiones, luchas y discusiones entre las tres han sido muy importantes para tener a día de hoy ese carácter diferencial que se les presupone a los entrenadores y jugadores portugueses. Todo eso creó mucha riqueza en el juego.”

 

El último ejemplo, el de Diogo Jota, tanto en lo competitivo como en lo táctico, jugando partidos incluso como delantero centro, responde a una ecuación que crea categoría: el portugués es una inversión segura

 

Esa tensión se ha ido trasladando en horizontal, dando forma a una correlación de fuerzas entre los tres grandes clubes del país, Porto, Benfica y Sporting, pero también ha penetrado en las estructuras de otros clubes y sobre todo, en las de las categorías inferiores del combinado nacional y de muchas escuelas repartidas por todo el país. Dispuesto el recipiente donde verter los ingredientes, creado el contexto sobre el que nutrirse a nivel metodológico, el futbolista portugués coloca la guinda: su carácter. Los rasgos del pueblo luso ante la adversidad y la necesidad de emigrar para crecer. La liga portuguesa, inferior a las grandes competiciones europeas, no sirve de techo adecuado para desarrollar el potencial que las diferentes generaciones de futbolistas vienen surgiendo año tras año, desde la maravillosa ‘Generación de Oro’ compuesta por Luis Figo, Rui Costa, Joao Pinto, Fernando Couto o Vitor Baia. Esa necesidad de salir para romper el molde encuentra una rapidísima adaptación en la personalidad y arraigo del portugués y su actitud ante la vida y el mundo. “El factor humano es una consecuencia probablemente cultural de los portugueses, porque es muy habitual ver a un trabajador portugués, sea en el área que sea, llegar a otro país y tener la capacidad de adaptarse a la realidad, hacer su trabajo y desarrollar su profesión. Y creo que los entrenadores y jugadores portugueses explotan en cierta manera esa capacidad de trabajo”.

La liga más competitiva del mundo en estos momentos, la Premier League inglesa, ha vivido varios casos muy recientes que explican muy bien la atractiva, flexible y extrema competitividad del jugador portugués, y casi todo pasa por su carácter adaptativo. Los casos de Bernardo Silva, Bruno Fernandes y Diogo Jota, todos ellos experimentando saltos entre ligas o saltos entre equipo mediano y equipo grande, tienen en común un indudable talento para que sus virtudes no se vean afectadas por el cambio. Algo similar podríamos atribuir a Nuno Espirito Santo y su Wolverhampton, una suerte de invernadero luso trasplantado a tierras británicas para lograr un equipo hipercompetitivo. Y, por supuesto, extensible en el tiempo y en el espacio para enlazarlo con un tal Cristiano Ronaldo (Inglaterra, España, Italia), la explosión de Joao Felix (España) o el rendimiento de Raphael Guerreiro (Alemania), por ser breve y citar solamente tres casos.

No cabe duda que la personalidad del individuo, lo que podemos definir como el temperamento, hace que el rendimiento sea de mayor o menor grado, como así ha sido en el caso de Bruno Fernandes, el que más impacto ha tenido en los últimos años, alguien que incluso se ha situado por encima en la jerarquía del vestuario del Manchester United. Pero el último ejemplo, el de Diogo Jota, tanto en lo competitivo como en lo táctico, jugando partidos incluso como delantero centro, responde a una ecuación que crea categoría: el portugués es una inversión segura. Es en los últimos meses donde Portugal parece preparada para dirigirse hacia un nuevo rumbo, que seguro será redirigido en el futuro, pues se rige por los retos competitivos y la naturaleza de sus futbolistas. Con atacantes como Ronaldo, Joao Félix, Diogo Jota, Bruno Fernandes o Bernardo Silva, Portugal comienza a experimentar un fútbol más líquido y no tan rígido como en la Eurocopa 2016. Y quien está al frente de esta fábrica de diferentes talentos, como cuenta Luís Cristóvão, sabe que tiene ante sí una potencial aleación que le acerca a la victoria.

“Es muy interesante ver como Portugal gana la Eurocopa con un entrenador como Fernando Santos, que está fuera de la discusión de esas tres escuelas de pensamiento mencionadas. Su formación no es deportiva, él es ingeniero electrónico, y fue entrenador en los años 80, en Estoril y luego en otros equipos de media tabla. Después en Oporto fue campeón, entrenó a Sporting y Benfica y ha trabajado muchos años en Grecia. Y cuando llega a Portugal tiene esas experiencias diferentes muy presentes. Hemos visto a una Portugal que busca la portería a cero pero en la Nations League ya va ofreciéndoles libertad para competir sin pensar si tienen que hacer A o hacer B, si deben respetar una filosofía o pensamiento. Todo eso es una consecuencia de la suma de teoría y filosofía, y una consecuencia en la práctica de que los jugadores hayan salido del país para volverse más competitivos.”

Diogo Jota, que tampoco responde al rol de estrella inequívoca por sus atributos y talentos, es, por encima de todo y como sus compatriotas, un tipo productivo, que es otra forma de definir al competitivo. Pero sobre todo es portugués, de esos que interioriza y calma, que hace ruido desde el silencio y lo flexible. Al final, hay que ser muy bueno, pero principalmente muy portugués, para que estemos cada vez más cerca de un cambio que parecía implanteable, dejando atrás el tridente de Anfield y recuperando algo tan universal como un futbolista luso: pensar en el ataque de Klopp como el nuevo cuarteto de Liverpool.

 


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Fotografía de Getty Images.