Eran las diez de la noche y el calor apretaba. Tras un largo día, el turno de noche de la Copa África fue como caer en una piscina en medio del desierto. Fútbol caótico, goles y un desorden que te hacen sentir un amor profundo por su fútbol. No sé cómo me acordé de Eto’o. ¿Qué estaría haciendo el bueno de Samuel? Cómo lo echamos de menos. Si el ‘9’ fue un héroe, un soldado para todos los clubes que ha defendido, ya podéis llegar a imaginar lo que supuso para Camerún. Incluso llevando aquella horrible camiseta sin mangas. Tengo la certeza de que los Eto’o, Drogba o Weah son auténticas deidades, el balón ha sido su bastón de mando. En un mercado como el actual donde se pagan auténticas barbaridades de dinero por medianías, ¿cuánto costaría Eto’o en su plenitud?
La historia y la memoria colectiva no sé en qué lugar situarán a Samuel Eto’o, lo que yo tengo claro es que estamos ante uno de los mejores delanteros en la historia del fútbol. No lo voy a situar en una lista o ranking, ya que me parece absurdo. ¿Los ha habido con más técnica? Sí. ¿Ha habido arietes con mejores cifras goleadoras? Sin duda. Eto’o era un delantero intangible, un constante dolor de muelas para el rival. Se las sabía todas, no te podías despistar ni un solo segundo, que se lo digan a Roberto Carlos y Casillas, y sabías que por el escudo que llevara iba a morir. Es es la clave, el camerunés era un auténtico soldado. Si Eto’o se sentía querido y respetado, funcionaba como un tiro. No tenías a un ‘9’, tenías a un tipo que iba a pelear cada balón como si del último se tratara. Sus goles más bonitos son disparos casi con la tibia, remates poco finos que eran como auténticos latigazos. El camerunés mezclaba delicadeza en sus movimientos con el puro ímpetu por perforar la red.
Eso sí, en cuanto veía ciertas dudas por parte del entrenador o el club ahí se caía todo el castillo de naipes. Con Eto’o uno sabía lo que había, lo mismo te desmonta a la defensa rival que a la directiva de un club en una rueda de prensa. Le daba exactamente igual. El camerunés es un futbolista de la vieja escuela, de esos que valoran el respeto mutuo y la palabra por encima de todo. ¿Quieres que haga goles? De acuerdo, pero respétame y dame mi espacio. Recuerdo que cuando salió del Barça con una Champions bajo el brazo, y con las mejores cifras de su carrera, la sensación que había en el club catalán era la de perder a uno de los suyos, a un tipo que en el día D sabías que ahí iba a estar el primero. Poco después vino la Copa de Europa con el Inter, conquistar el máximo título europeo con ese club es parecido a reunir las bolas de dragón.
La sensación que transmite el delantero en la recta final de su carrera puede llevar a equívoco. Anzhi, Everton, Sampdoria, Antalyaspor, Konyaspor o Qatar SC, son clubes por lo que podría haber pasado Èder, por ejemplo. Se trata de equipos que jamás habrían soñado con tener a un delantero de su talla, pero ya conocéis a Eto’o. Si ya era imprevisible sobre el césped, lo mismo ha sido en la recta final de su trayectoria. Que su colección de coches, la vestimenta llamativa o las declaraciones incendiarias no escondan al pedazo de futbolista que ha sido. Ya os digo yo que si mañana tuviera que disputar uno de los partidos más decisivos de mi vida llamaría a Eto’o para que me acompañase.