Eric Hall (Londres, 1947-2020) no entendía de fútbol. ¿A un experto en fútbol se le ocurriría poner una prima por marcar 10 goles a un portero? Al pionero en este tipo de cláusulas sí, o al menos así lo asegura el propio Hall. De lo que sí entendía Eric y mucho era del showbusiness, concretamente del de la música.
Reconocido por su trabajo, apreciado y despreciado a partes iguales por su personalidad, Eric Hall empezó trabajando a temprana edad como chico de los recados para Elton John en lo que sería su entrada en el mundo de los negocios musicales. Tras pasar por EMI Records y fundar su propia agencia, Hall acumuló pronto un historial de relaciones empresariales envidiable. Frank Sinatra, Sex Pistols, Queen… La carrera de Eric Hall en la industria de la música recorre algunos de los artistas más distinguidos y diversos. De hecho, él mismo asegura ser la persona que inspiró a Freddie Mercury para escribir Killer Queen. ¿Pero cómo acaba un promotor musical representando a los mejores jugadores del fútbol inglés?
De Abbey Road a Wembley
La faceta de Hall como representante de futbolistas se podría definir en sus propias palabras como la de un estafador judío que convertía a los jugadores pobres en ricos y a los ricos en aún más ricos. Para él, los futbolistas habían empezado a necesitar a agentes que les representasen para cubrir la parte comercial que empezaba a erigirse como clave en el mundo del fútbol de finales de los 80 y principios de los 90. “No se pueden aplicar estrategias convencionales a esos niveles por la gran cantidad de personas involucradas. Cuatro o cinco personas del club negocian con el jugador buscando maximizar sus beneficios, y con razón (…) Mi intención es que un representante haga lo mismo, conseguir lo mejor para su jugador”, aseguraba en una entrevista en los años 90.
Reconocido por su trabajo, apreciado y despreciado a partes iguales por su personalidad, Eric Hall empezó trabajando a temprana edad como chico de los recados para Elton John
Como si el destino anticipase la capacidad todoterreno de Eric para ganar dinero en más sectores, le puso en su camino otra oportunidad de negocio, aunque esta viniese precedida por una desgracia. Después de la muerte de un amigo suyo en un accidente de coche en 1986, Terry Venables (con el que el promotor tenía una relación de amistad previa) intentó animarle sacándolo a tomar algo para despejarle la cabeza. En esa noche coincidiría con Steve Perryman, jugador por aquel entonces del Tottenham, que le pediría que fuese su representante. Quizás por la situación o por la desidia del momento, Hall no aceptó esa oferta de primeras. Pero dinero llama a dinero, y la relación de Eric con el negocio del fútbol no había hecho más que plantar su semilla.
Mientras acudiesen a él, Hall no hacía desprecios a ningún jugador por el cartel que tuviese. Y, sin embargo, por su cartera llegaron a pasar nombres como los de Dennis Wise, Robbie Savage, John Barnes, Tim Sherwood, Paul Walsh o el propio Terry Venables. No llegó a representar explícitamente a todos esos jugadores, ya que nunca firmó ningún contrato que les vinculase profesionalmente. Hall se limitaba a negociar por ellos y por sus intereses. “Los jugadores me necesitan. Ellos se preocupan por entrenar y jugar y no pueden estar para este tipo de cosas”, sostenía.
En los 80 ya empezaba a existir cierto recelo ante la figura del agente deportivo en Inglaterra, que veía a los representantes como una especie de usureros fácilmente prescindibles que solo hacían que poner en peligro el statu quo de uno de los pilares de la sociedad británica. Si bien es cierto que Hall aseguraba que quien desacreditaba a los representantes era la prensa, no así todos los medios de comunicación, también asumía que se había producido un cambio en la forma de fichar a los jugadores necesario e inevitable. En el pasado, si un club quería hacerse con los servicios de un futbolista, estos solían acudir a los periódicos para que hablasen del interés en cierto jugador e intentasen convencerlo a cambio tan solo de esa exclusiva. Con la llegada de figuras como Eric, desaparecería esa práctica, y serían los clubes quienes tendrían que ir a los agentes a demostrar su interés en contratar sus servicios, siempre a cambio de una comisión. Este cambio provocó que Hall fuese atacado en numerosas ocasiones por la prensa y fuese cuestionado por su presencia en las operaciones de traspaso, extendiendo esas críticas a sus compañeros de profesión y ayudando a expandir la imagen del agente deportivo sin escrúpulos, pero con un don de gentes innegable. Un mantra que sigue resonando en nuestros días.
Le prohibieron volver a entrar de por vida en White Hart Lane después de un juicio entre Terry Venables y el expresidente del Tottenham, Alan Sugar. Aunque poco le importó a Eric. A él le interesaba más lo que sucedía con otro tipo de verde
Más allá del personaje
A Eric, o lo amabas o lo odiabas, era un polarizador de opinión innato. Aunque algo debería hacer bien para que la gente con la que trabajaba le tuviese tanta estima y sus rivales tanto odio.
A pesar de estar atrayendo controversia constantemente a su alrededor (llegó a ser votado como la cuarta persona más odiada de Gran Bretaña en 1996), acuñó la expresión “Monster Monster” para calificar las altas expectativas y todo lo que rodeaba los negocios con sus jugadores. Y de hecho no iba desencaminado. Tras años ejerciendo de agente y dejando que su trabajo hablase por sí mismo, se negó a pagar una licencia de agente, hasta el punto de que el director ejecutivo de la FA Graham Kelly, le regalase una, según aseguró a The Telegraph. También le prohibieron volver a entrar de por vida en White Hart Lane después de un juicio entre Terry Venables y el expresidente del Tottenham, Alan Sugar. Aunque poco le importó a un Eric Hall que no distinguía entre un fuera de juego u otra infracción del reglamento. A él le interesaba más lo que sucedía con otro tipo de verde.
No se puede negar que Eric Hall fue uno de los principales agentes que ayudó a cimentar el estereotipo del agente deportivo que personas como Jorge Mendes o Mino Raiola acabarían haciendo suyo. Eric era consciente del impacto que generaba en el mundillo del fútbol. Y sacaba pecho por ello. Como prueba, el anuncio de McDonald’s para el Mundial de 1994 que un Scott Parker de 13 años protagonizó, y en el que Hall intentó sacar tajada, abriendo el debate sobre la edad mínima necesaria de un futbolista para poder hablar con agentes de fútbol. Eric lo tenía claro: “Un año, pero porque antes no han aprendido a hablar”.
SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Puedes conseguir el nuevo número en nuestra tienda online.