Ni diez personas iban a los últimos recitales del poeta español Blas de Otero. Pero cuando Blas de Otero murió, muchos miles de personas acudieron al homenaje fúnebre que se le hizo en una plaza de toros de Madrid. Él no se enteró. Con estas palabras de Eduardo Galeano podríamos hablar sobre muchas cuestiones, y por qué no, también del Ajax y Panathinaikos. ¿Alguien en la sala recuerda la final entre ambos en la Copa de Europa de 1971? No miréis hacia los lados, nadie está levantando la mano. Pero esto no es vuestra culpa. Ni yo había nacido. Todo muta, y los equipos no viven ajenos al inexorable paso del tiempo. Los holandeses son un transatlántico convertido hoy en barco de pesca. De esos a los que guardas cariño, pero su utilidad ahora ha menguado. Y los griegos sin esa grandeza, lo justo brilla hoy el trébol de su camiseta entre el humo de las bengalas.
¿Quiénes son los Neeskens, Cruyff, Piet Keizer o Rinus Michels de la actualidad? No existen. No intenten que esos futbolistas vuelvan, porque no van a volver. Y tampoco se vislumbra que el Ajax vuelva a reinar en Europa. La de 1971 fue la primera Copa de Europa del Ajax. La primera de Cruyff, aún quedaban dos más, y de forma consecutiva, por ganar. Quizá podamos observar en el joven danés Kasper Dolberg trazos de buen futbolista. La ilusión de la novedad, el regalo que llevabas años esperando y ahora está ahí delante. Así es como muchos aficionados ven a Dolberg, aunque sepan que por muy poco tiempo llevará puesta su camiseta. Antes de que por su melena rubia pasen los años, ya le quieren poner comparativas. “El nuevo Ibrahimovic” podemos leer por ahí. Dejad que el chico juegue, que con 19 años acaba de empezar su camino. Quizá la prisa sea una de las razones por las que el Ajax no avanza. En cuanto un futbolista destaca, recaen sobre él etiquetas y clubes locos por un imberbe. El fútbol holandés necesita de un tiempo que nadie le va a dar.
La liga griega se va desgarrando año tras año. Cada temporada se rasga una costura, hasta que al final no haya donde poder romper algo. No se juega la liga local, lleva suspendida semanas debido al incendio en la casa del presidente de los árbitros. Hasta que finalice la investigación de los hechos no se reanudará. No se percibe un futuro apacible para el fútbol heleno, sumido en una grave crisis. Entre tanto caos y bengalas, el Panathinaikos vive a la sombra de su eterno rival. No ganan el título de liga desde hace seis años, y ven cómo Olympiacos no hace más que llevárselo al Pireo. Engordan sus vitrinas ante la atenta mirada de quien fue un grande del país, y ahora le cuesta reconocerse ante el espejo. En sus filas está Wakaso, que incluso juega de lateral, y en el recuerdo los goles de Antonis Antoniadis. Menudo contraste. Esos goles que no llegaron en la final del 71, pero que le hicieron al griego máximo goleador de la Copa de Europa por delante de Luis Aragonés o Jimmy Johnstone.
Ajax y Panathinaikos no se van a medir en la Champions League, lo harán en la Europa League. Relegados al segundo escalón, a estar viajando por campos de fútbol que ni les sonarán. ¿Pero dónde coño está Beer Sheva? ¿Quiénes son esos tipos del Astra Giurgiu? Pero ahí también están el Manchester United o Inter. Algunos de los viejos clubes de Europa han enfermado, y varios de ellos tienen muy mal aspecto. Cambian de dueños, se ven superados por equipos que jamás imaginarían poseer su historia y se sienten como un pez fuera del agua. Se han acostumbrado a comer como la realeza, pero ahora miran en su bolsillo y solo tienen para un Wendy’s. Mientras al Ajax sus jóvenes futbolistas cada vez le duran menos en casa, al Panathinaikos hace tiempo que le dio más por mirar a la grada que al césped. Tan solo espero, como Blas de Otero, que estos clubes no mueran para tener que acordarnos de ellos.