El verano de 2003 no fue uno cualquiera en las Islas Británicas. Sin saberlo, el desembarco de un multimillonario ruso en Londres cambiaría el devenir de la Premier League en los próximos años. En una liga condenada a ser cosa de tres, aunque en Liverpool aún suspiran por recibir su premio, los rublos de Roman Abramovich se instalaron en Stamford Bridge para dar un vuelco a la liga. De repente, un equipo poco dado a vivir cerca de los éxitos equiparaba su nivel al de los tres reyes de Inglaterra, Arsenal, Manchester United y Liverpool. El Chelsea se reforzó con Hernán Crespo, Claude Makélélé, Joe Cole y Damien Duff entre otros. Más tarde llegarían futuras estrellas como Didier Drogba, Arjen Robben y Petr Cech. Los millones de Roman Abramovich y su dupla con Jose Mourinho —llegó un año después— trastocaron los planes habituales de la Premier League.
Esos tiempos fueron, probablemente, los más exitosos de la competición inglesa. No había una liga tan disputada y con tantos cracks como esa. Miraras por dónde miraras, en casi cualquier rincón de la Inglaterra futbolística había un hombre que podía pintarle la cara a quien fuera. Si no era un golazo de Jimmy Floyd Hasselbaink con el Midlesbrough, no había problema, verías uno del legendario Alan Shearer en Saint James Park. Si el consuelo no llegaba vestido con la camiseta del Newcastle, tranquilos, Robbie Keane o Jermaine Defoe lo solucionarían liderando una exhibición del Tottenham. Eso sí, había cuatro clubes intocables. Aunque el resto podían osar mirarles a los ojos durante 90 minutos, cuando se hubieran cumplido las 38 jornadas de liga los otros 16 equipos de la Premier League agacharían la vista, sabedores de que las cuatro plazas reservadas para participar en la siguiente Champions League eran única y exclusivamente suyas.
El resto del planeta balompédico miraba con recelo a la Premier League, con la amarga sensación de querer y no poder parecerse a ellos
Los cuatro transatlánticos, bajo los mandos de Sir Alex Ferguson, Arsene Wenger, Jose Mourinho y Rafa Benítez, también expandían sus dominios más allá de las Islas. Pocas eran las últimas rondas de la Champions League en las que no hubiera uno, dos o tres representantes del fútbol británico. El Liverpool levantó la ‘orejona’ en 2005 después de una épica remontada ante el Milan, al año siguiente el Arsenal se quedó a las puertas de sumar su primera Champions al caer derrotado contra el Barcelona de Ronaldinho y Manchester United y Chelsea protagonizaron la final de 2008, recordada por el resbalón de John Terry en la fatídica tanda de penaltis.
El resto del planeta balompédico miraba con recelo a la Premier League, con la amarga sensación de querer y no poder parecerse a ellos. Los niños querían emular los trallazos de Steven Gerrard y Frank Lampard durante el recreo. Los amantes de los videojuegos de fútbol no tenían otra opción que escoger a uno de los ‘Big Four’ para derrotar a su amigo, que en esas partidas se convertía en el peor de los enemigos. Y todos quedaban embobados con la eterna lucha entre Thierry Henry, Ruud van Nistelrooy y Didier Drogba para ver quien era el máximo goleador año tras año. Desde que el Blackburn Rovers sorprendiera a propios y extraños llevándose la Premier League en 1995 hasta que el Manchester City conquistara la primera liga de su proyecto plagado de petrodólares en 2012, United, Arsenal y Chelsea dominaron las tierras inglesas durante 16 largos años.
Los primeros síntomas de la muerte del ‘Big Four’ no afectaron al Manchester United, amparado por la eternidad de Sir Alex en el banquillo de Old Trafford. Fueron los otros tres integrantes de este selecto grupo los que se vieron afectados por el paso de los años, que no perdonan a nadie. El Arsenal nunca se recompuso de la final de la Champions League perdida en Saint Denis y los ‘jefes’ de aquel equipo capaz de lograr un título liguero en 2004 sin conocer la derrota —los míticos ‘The Invincibles’— abandonaron progresivamente el Emirates Stadium. Las fugas de Patrick Vieira, Thierry Henry, Dennis Bergkamp y Robert Pires mataron a un club que pasó a un conformismo absoluto, con la única alegría de verse cada año entre los elegidos para disputar la máxima competición del fútbol europeo. El Chelsea, a diferencia de sus vecinos del norte de Londres, no vivió la fuga de sus mejores futbolistas, sino que se vio perjudicado por la inestabilidad que genera sentarse en el banquillo de Stamford Brigde. Desde que Jose Mourinho fuera despedido tras un pésimo arranque de campaña en 2007, la afición ‘blue’ ha visto una decena de cambios de entrenador y la inestabilidad marcaba los pasos del Chelsea cada temporada. Un equipo capaz de quedar sexto en la Premier League y ganar la Champions de su historia ese mismo año con el inexperto Roberto Di Matteo a los mandos tras el cese de André Villas-Boas. Mientras Arsenal y Chelsea iban desarbolándose progresivamente, el Liverpool caía en picado con el adiós de Rafa Benítez en 2010. Ni Roy Hodgson ni Kenny Dalglish supieron reconducir la situación y los ‘reds’ se acostumbraron a navegar lejos de la lucha por entrar en la Champions League. Solo Brendan Rodgers resucitó el espíritu del mejor Liverpool cuando se quedó a un triste resbalón de Steven Gerrard de levantar su primera Premier League en 2014.
El Manchester City y el Tottenham se han sumado a la guerra. Los ‘Big Four’ ya no están solos, ahora son seis
A medida que el ‘Big Four’ se iba derrumbando, en Mánchester despertaba otro gigante. Sulaiman Al-Fahim aterrizaba en el lado ‘sky blue’ de la ciudad para emular lo que en su día hizo Roman Abramovich en Londres. La idea era similar, convertir a un equipo de media tabla en uno de los mejores clubes del Viejo Continente. La diferencia venía de la procedencia, mientras el Chelsea se alimentaba de los rublos, el Manchester City ascendió a base de petrodólares llegados desde los Emiratos Árabes. Como bien decía Quevedo, poderoso caballero es don Dinero. Y ese caballero de orígenes arábicos encandiló en sus primeros años por tierras mancunianas a futbolistas de la talla de Robinho, Carlos Tévez o Emmanuel Adebayor. La ciudad de Mánchester se veía más enfrentada que nunca con la irrupción del City entre los grandes, pero poco duraría esa historia. La temporada 2012/13 marcó un antes y un después en la historia del Manchester United con el adiós de Sir Alex Ferguson. El escocés dejó atrás 26 exitosos años en Old Trafford y los ‘red devils’ pagaron cara su marcha. David Moyes no supo adaptarse a las exigencias de la afición y el club y la llegada de Louis van Gaal tampoco cuajó para devolver al Manchester United a su lugar correspondiente. Cuando Sir Alex dejó de ser el amo y señor del equipo cayó el último de los ‘Big Four’.
Tocaban años de transición en la Premier League. Vimos al Chelsea deambulando sin rumbo por la zona media de la tabla, al United sufriendo por entrar en la Europa League, al Southampton codeándose con los grandes y, sobre todo, nos enamoramos de un inesperado campeón de la Premier League como el Leicester de Claudio Ranieri. El Tottenham, acostumbrado a vivir a la sombra de las potencias inglesas, supo sacar partida de la situación y se asomó poco a poco, con sigilo y firmeza, a los lugares que no hacía tanto le eran prohibidos.
Nuevos tiempos han llegado a Inglaterra. La generación de los Ferguson, Wenger, Mourinho y Benítez ya ha quedado atrás. Sus clubes se vieron abocados a reconocer que nada es eterno y abandonaron progresivamente sus puestos en Mánchester, Londres y Liverpool, a excepción de Arsene Wenger que ve como su historia de amor con el Arsenal está ya cada vez más cerca de poner el punto y final. En la capital es ahora Antonio Conte el encargado de hacer soñar a los ‘blues’ como en su día lo hizo Mourinho. Mientras, el portugués ha recogido el testigo en Old Trafford, aun a sabiendas de que la sombra de Ferguson es una de las más alargadas que hay en el panorama futbolístico. Jurgen Klopp es ahora el dueño de las ilusiones de Anfield por levantar de una vez por todas la dichosa Premier League. Ahora, estos cuatro han visto que las tornas ha cambiado, que ya no son intocables. El Manchester City y el Tottenham se han sumado a la guerra. Con Pep Guardiola y Mauricio Pochettino, respectivamente, sus objetivos son los mismos que los de los otros cuatro. Los ‘Big Four’ ya no están solos, ahora son seis.