Siempre que una nueva edición de la Champions echa a andar muchos estamos expectantes para ver quién será la gran revelación del torneo. En la 2018-19 ese gran honor le tocó a uno de los equipos más legendarios del viejo continente que, por circunstancias de este fútbol moderno de hoy, no es ni una sombra de lo que era antaño. Muchos de nosotros aquel año fuimos, en parte, un poquito del Ajax de Ámsterdam, porque siempre mola ir con los ‘underdogs’ y porque sin ninguna duda era un equipo que por su estilo y sus futbolistas era de lo más atractivo que uno podía ver. El Ajax, aquel curso, fue un equipo del que seguro que Johan estaría muy orgulloso. Era la pura definición de ‘Cruyffismo’, con un estilo combinativo lleno de desparpajo y con el perfecto equilibrio entre veteranía y futbolistas jóvenes que se morían de ganas por devorar el fútbol europeo.
Tras una primera fase sorprendente, en la que acabaron invictos pero segundos en un grupo conformado por AEK de Athenas, Benfica y Bayern de Múnich, los neerlandeses se plantaron en los octavos de final frente a un Real Madrid que buscaba su cuarta Orejona consecutiva. Tras un partido de ida disputado en el que el conjunto español se impuso 1-2, lo que parecía que sería un encuentro de vuelta calmado donde los merengues pasarían sin muchas complicaciones, terminó torciéndose bastante. Tanta seguridad había de la victoria madridista que, en el partido de Ámsterdam, Sergio Ramos forzó la amarilla en los últimos minutos para cumplir ciclo de tarjetas y llegar limpio a los cuartos de final. Un exceso de confianza que Erik Ten Hag no dejó escapar en la previa, donde declaró que “su ausencia en este partido es una sangría para el Madrid, está claro que sin Ramos no van a ser un mejor equipo”.
Aquel Ajax se presentó ante a 77.000 espectadores en el Santiago Bernabéu sin nada que perder y con el once con el que jugaría prácticamente toda aquella Champions. El 4-3-3 de Ten Hag estuvo conformado por Onana en portería; Mazraoui, de Ligt, Blind y Tagliafico en defensa; Schöne, Frenkie de Jong y Van de Beek en sala de máquinas; y Neres, Ziyech y Tadić arriba. Por su parte, Santiago Solari saltó al verde con Courtois en el arco; en la zaga Carvajal, Varane, Nacho y Reguilón; Casemiro, Kross y Modric en el medio; y delantera para Vinicius, Lucas Vázquez y Benzema.
Ese Ajax era la pura definición de ‘Cruyffismo’, con un estilo combinativo lleno de desparpajo y con el perfecto equilibrio entre veteranía y futbolistas jóvenes que se morían de ganas por devorar el fútbol europeo
Como era de esperar, el Madrid comenzó mordiendo, alentado por su público y por la mística que habitualmente les aúpa en cada noche europea. En el 4’, tras un perfecto centro con rosca de Lucas Vázquez, Varane mandó el balón a la cruceta presagiando un partido para los merengues que nunca terminaría llegando. Tan solo tres minutos después de esta ocasión, el Ajax abriría el marcador en su primera oportunidad del partido. Tras una internada por la derecha, Tadić dejó suavemente el balón en el área para que Ziyech, con un ligero toque de zurda que parecía más un pase que un tiro, mandase a guardar la pelota en la portería blanca. Ni mucho menos sería la primera que liaría el serbio en el partido. Tan solo diez minutos después, en una nueva aproximación en campo del Madrid, el extremo tiraría una excelsa ruleta para zafarse de Casemiro justo antes de filtrar un balón al área para que Neres pusiese el 0-2 en el marcador. Muchos se frotaron los ojos, pero sí: el Ajax estaba dos goles por delante en el marcador y, lo más importante, por delante en la eliminatoria.
Los ‘Ajacieden’ desplegaron en aquella primera mitad en el Bernabéu un juego que recordó a las grandes noches de ‘Cruyfissmo’ sufridas en el templo blanco. El conjunto comandado por Erik Ten Hag hizo honor a la camiseta negra con detalles dorados que portaban sus futbolistas, porque todo lo que tocó durante el partido lo convirtió en oro puro. Un equipo en el que más de la mitad de sus futbolistas aquel día eran sub-23 estaba sometiendo al vigente campeón de las últimas tres Champions. La sensación era de que el 0-3 estaba mucho más cerca que el 1-2.
Esa noche un líder se erigió en cada línea del conjunto neerlandés. De Ligt en la defensa, como figura indiscutible de la zaga y como capitán a su corta edad de 19 años; De Jong en el centro del campo, volviendo loco a medio Real Madrid y provocando que Modric tuviese que convertirse en su sombra persiguiéndolo durante todo el partido; y Tadić arriba, dando siempre la pausa necesaria y siendo al mismo tiempo la máxima referencia ofensiva y el mayor creador de juego en los últimos tres cuartos de campo rival.
Esa aura mística que había rodeado al Madrid durante las últimas tres temporadas parecía haberse tomado un descanso aquella noche, porque al tiro a la madera de Varane hubo que sumarle otro de Bale antes de enfilar el túnel de vestuarios. La mala suerte de los palos estuvo acompañada de un mar de lágrimas desconsoladas de Lucas Vázquez y Vinicius, que debido a problemas musculares tuvieron que abandonar el campo antes de tiempo obligando a Solari a realizar dos cambios prematuros con los que seguro que no contaba.
Esa noche un líder se erigió en cada línea del conjunto neerlandés. De Ligt en la defensa, De Jong en el centro del campo y Tadić arriba, dando siempre la pausa necesaria y siendo el mayor creador de juego en los últimos tres cuartos
El segundo acto comenzó igual que como terminó el primero, con un dominio total del Ajax comandado por un Dušan Tadić que, conforme avanzaba el partido, más y más suelto estaba y más y más quebraderos de cabeza provocaba en la defensa merengue. El serbio fue el mejor ‘Ajacieden’ de la eliminatoria, además de uno de los principales responsables del gran juego de los neerlandeses. El premio del gol para Dušan llego en el 61’ tras una transición rápida. Tres toques le bastaron para clavar la pelota en la escuadra: la controló, la acomodó y la reventó. El tanto que se le llevaba resistiendo durante toda la eliminatoria sirvió para culminar, por el contexto y el escenario, la que posiblemente fuese la mejor noche de Champions de su carrera. Este gol se hizo de rogar todavía más, porque después de haber sido marcado, desde la sala VOR los colegiados tardaron en decidir que el balón recuperado por Mazraoui al inicio de la jugada no había salido por banda.
El Madrid estaba prácticamente en la lona, como ese boxeador que suplica que suene la campana para poder recobrar el aliento durante unos segundos. Ese sopló de aire llegó en el 70’ gracias a un disparo a la cepa del poste de Asensio que revivió el pensamiento en el Bernabéu de que los suyos podían darle la vuelta a la eliminatoria. Por desgracias del destino esa idea terminó siendo efímera. Solo dos minutos después y tras una falta lateral, Schöne sorprendió a Courtois y acabó colando el balón por la escuadra de su portería, dictando un contundente 1-4 en el marcador que no se movería más aquella noche.
Ese año el Ajax llegaría hasta semifinales, donde caería de la manera más cruel posible frente al Tottenham, en la última jugada del partido y después de haber ido por delante 165 minutos en la eliminatoria. Aquel equipo sin duda pasará a la historia por la noche en la que convirtió el césped del Bernabéu en su patio de juego y por esa final que inexplicablemente se les escurrió de los dedos. Ese día se consagró una generación de futbolistas que estaban destinados a reinar en el fútbol europeo pero que a la larga, por desgracia para el espectáculo y el mundo del fútbol, se han ido quedado por el camino.
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Fotografía de Getty Images.