Estar lejos de casa puede generar mayor sentimiento de pertenencia a tu tierra y los canarios son unos expertos en la materia. Si no, que se lo digan a Pablo. Un tipo que, con su pelo largo recogido, no necesita hablar con su acento isleño para delatarse. Su actitud despreocupada revelaba fácilmente ese aura especial que se puede asociar a las Islas Canarias. Pero en pleno Erasmus, entre fiestas y clases con resaca, su habitación era su mayor documento de identidad: un póster de La mano de Dios pegado en la pared, una bandera canaria encima y una camiseta de la UD Las Palmas siempre a mano. Ahora, tanto él como toda la afición y el club han vuelto a la anhelada Primera División.
La travesía de la UD Las Palmas por las dunas de la Segunda División en el último lustro no ha sido fácil. Algo que se refleja en el estado de ánimo de Pablo. Durante la primera mitad de la temporada 2021-2022 tenía el ceño fruncido, al ver cómo el equipo no respondía a las expectativas para luchar por el regreso a Primera bajo las órdenes de Pepe Mel. Con la llegada de Xavier García Pimienta en enero de 2022 estaba atento. Las Palmas había apostado por un entrenador que no tenía experiencia lejos del FC Barcelona. Tampoco demasiada en Segunda, ya que la mayoría de cursos los disputó en Segunda B. Sin embargo, tenía un aliciente que le hacía creer: el ansia de balón.
Ese mismo halo de esperanza se convirtió en ilusión. García Pimienta renovó la cara de la UD Las Palmas para dejar al club en la cuarta posición, es decir, en los play-off por el ascenso. Sin embargo, ese sobreesfuerzo realizado para cambiar el rumbo de la anterior temporada pinchó en el momento clave. Si Las Palmas quería seguir adelante, tenía que superar a su mayor rival: el CD Tenerife. El Tenerife ganó 1-0 en el Heliodoro Rodríguez López. Todavía quedaba la vuelta y el gran referente amarillo, Jonathan Viera, advirtió: “Veo mucha fiesta aquí, y me parece bien. Pero los esperamos el sábado en Gran Canaria con nuestra gente. Va a ser un partido totalmente diferente, 90 minutos allí son muy largos”. Pablo, como toda la afición de la Unión Deportiva, hizo de las palabras del capitán su lema.
Para la temporada 2022-2023, García Pimienta reafirmó su idea. Tener la posesión del balón por encima de todo, tanto para generar ocasiones como para protegerse en las peores situaciones
Los 90 minutos se hicieron muy largos, pero por desgracia de Las Palmas: el Tenerife ganó 1-2. Tras el pitido final, Pablo golpeó con rabia su mesa. Con tanta fuerza que se partió la mano. En su impacto estaba la frustración de toda Gran Canaria, que se veía obligada a seguir por quinto año consecutivo en Segunda. Lejos de la tierra deseada y con el miedo de que el equipo acabase desfigurado por si muchos de su talentos saltaran a la península, como si se tratara de un reflejo de la situación del archipiélago canario más allá del césped. De todas maneras, la Unión Deportiva tomó una decisión clave: mantener a García Pimienta. Si el club debía seguir otro año más en la categoría de plata, un lugar donde el surrealismo se convierte fácilmente en realidad, que al menos contara con cierta estabilidad.
A partir de ahí, para la temporada 2022-2023, García Pimienta reafirmó su idea. Tener la posesión del balón por encima de todo, tanto para generar ocasiones como para protegerse en las peores situaciones. Hacer entender que la solidaridad no sólo se explica a través de la defensa, también a través del esférico. Ese estilo era el que mejor encajaba con las piezas que tenía, aquellos ‘bajitos’ hedonistas del deporte rey. Además, muchos de esos jugadores -como Alex Suárez o Kirian Rodríguez- eran canteranos. Con el amor ya sellado, aprovechó su experiencia como formador para hacer brillar todavía más a joyas como ‘Mozart’ Moleiro. Combinándolo con la experiencia de Viera, el faro de Maspalomas del grupo dentro y fuera del campo, la UD Las Palmas se proclamó campeón de invierno. Gracias a ello, Pablo pasó de golpear mesas a enviar mensajes de alegría por la evolución del equipo, representando el sentimiento de toda una afición al posicionarse como firme defensor del técnico barcelonés.
Con el ascenso asegurado, los nervios se convirtieron en alegría en el Estadio de Gran Canaria. Las Palmas volvía a la máxima categoría en su casa y con su gente. La isla se convirtió en aquella fiesta que vio y anheló una temporada atrás en Tenerife
De todas maneras, el camino de la UD Las Palmas no fue sencillo. En la segunda vuelta llegó la inestabilidad, las dudas por no convertir la posesión en más goles. Demasiados empates -ocho en la primera vuelta, diez en la segunda- que no generaban excesiva sensación de seguridad. La ansiedad volvió a invadir Gran Canaria, que quería evitar otro cierre de curso traumático. Por ello, Viera salió al rescate: “Hay que estar tranquilos porque nerviosos no vamos a ningún lado”. La Unión Deportiva necesitaba el carácter despreocupado de Pablo para no echar a perder todo su trabajo y goles determinantes como los de Sandro Ramírez dieron aire. Finalmente, el premio deseado llegó en la última jornada contra el Deportivo Alavés. Un enfrentamiento sin goles que, como escribía Guillermo Vega en El País, era el “fiel reflejo del nervioso e irregular fin de temporada del equipo local”.
Pero con el ascenso asegurado, los nervios se convirtieron en alegría en el Estadio de Gran Canaria. Las Palmas volvía a la máxima categoría en su casa y con su gente. En un momento en el que Quevedo suena por la radio, Cruz Cafuné revienta Spotify con el estreno de su nuevo álbum y Bejo redefine qué es el estilo en el rap, era injusto que las Islas Canarias y el prefijo 928 no tuvieran representación en la máxima categoría del fútbol español. Gran Canaria se convirtió en aquella fiesta que vio y anheló una temporada atrás en Tenerife. Acabó como Pablo en su foto de graduación: besando el escudo de la Unión Deportiva desde la sinceridad y la entrega por un aspecto clave de su identidad.
SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Fotografía de la UD Las Palmas.