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Aquella Europa League de Falcao

El 18 de mayo de 2011, el Oporto de André Villas-Boas levantó la Europa League ante el Braga. El campeonato estuvo marcado por un hombre: Radamel Falcao

Hoy se ha colado por mi timeline un tweet con una fotografía de Robert De Niro fumándose un puro. No he ubicado bien de qué film se trataba. Pero en el texto superior ponía algo así como: qué frame de alguna película sería suficiente para, con él, solo con él, comenzar a escuchar en vuestra mente la banda sonora de esta. Me ha venido a la cabeza Russell Crowe paseándose por unos campos, con su mano acariciando el trigo, de camino a la eternidad después de morir en el Coliseo. La música, por supuesto, cosa de Hans Zimmer. Y con el fútbol también pasa un poco esto. Hay escenarios, situaciones, fechas o datos que evocan directamente a una figura. Incluso hay torneos con los que sucede algo parecido. Pensar en México’86 conduce a un barrilete cósmico. Del mismo modo que Sudáfrica’10 lo hace con un manchego. Por nombrar dos. Porque casos los hay a decenas. Podríamos hacer una lista y no acabarla nunca. Y, seguro, si la hiciéramos, en algún momento, en alguna fila del Excel, se nos colaría la Europa League de 2011. A su lado, solo podría aparecer un nombre: Radamel Falcao García Zárate.

Es obvio que aquella Europa League no fue única y exclusivamente cosa de Falcao. Se podría hablar de la precocidad de André Vilas-Boas para tocar el cielo europeo como técnico con solo 33 años. Como también de la potencia de Hulk. O de los otros dos colombianos, James Rodríguez y Freddy Guarín, que la rompieron en ese torneo. Tampoco podríamos olvidarnos del eterno Helton, de João Moutinho, de Sebastián Varela o de los primeros pinitos de Fernando Reges y Nicolás Otamendi por Europa. Pero es que por delante de todos ellos había un brazo ejecutor que lo rompió todo a su paso, al que solo se le resistieron dos víctimas y que pasó a los anales de la historia de la competición por haber marcado más goles que nadie en un mismo torneo.

 

Cuatro goles. Uno de penalti. Otro con la izquierda. Dos más de cabeza. Cantidad de recursos infinitos con un único objetivo: dejar el balón reposando en las mallas

 

Todo comenzó ante el Rapid de Viena, en el primer encuentro de la competición para los ‘Dragões’. Radamel Falcao puso el 2-0 en el electrónico de un encuentro que acabó con un gol más para los portugueses. Dos semanas después, el ‘9’ colombiano le regaló los tres puntos al Oporto en su visita al estadio del CSKA Sofia. Y concluyó la primera vuelta de la fase de grupos abriendo el marcador contra el Besiktas, en una visita a Estambul que acabó en victoria por 1-3. La segunda la inició del mismo modo en que cerró la primera, con un gol tempranero ante el Besiktas, aunque en esta ocasión Nihat Kahveci igualó el choque para dejarlo todo en tablas. Y para rematar su primer puesto en el Grupo L, un hat-trick frente al Rapid de Viena. En el último encuentro de la fase de grupos contra el CSKA Sofía, cual dios pagano, descansó de cara al gol.

Llegaron las eliminatorias y la portería, por un tiempo, se le hizo pequeña a Radamel Falcao. Ausente en la ida de los dieciseisavos contra el Sevilla, tampoco pudo ver puerta en la vuelta. Lo mismo que le ocurrió ante en CSKA de Moscú en octavos: a cero en los dos partidos de la manga. Pero todo cambió a partir de cuartos de final. En el Estádio do Dragão firmó una de sus mejores actuaciones de aquel curso: tres goles del colombiano sentenciaron la eliminatoria en los primeros 90 minutos (5-1). En Moscú, otra goleada lusa (2-5) y otro gol para la cuenta personal de Radamel Falcao. Estaban en semis. Ellos, el Benfica, el Sporting de Braga y el Villarreal. Tres clubes portugueses contra uno español. Y al Oporto le tocó medírselas con el del país vecino para asegurar una final nacional. De eso se encargó Falcao. “Los cuatro tantos de Falcao, que suman 15 en el torneo, no dejan lugar a dudas de que estamos ante un rematador impresionante, sobre todo de cabeza, que dejó a su equipo a las puertas de la final de Dublín”, resumió Cayetano Ros al día siguiente en las páginas de El País. Cuatro goles. Uno de penalti. Otro con la izquierda. Dos más de cabeza. Cantidad de recursos infinitos con un único objetivo: dejar el balón reposando en las mallas. Así, la vuelta, de nuevo, fue un trámite para el Oporto, que cayó en El Madrigal por 3-2, con otro gol de Falcao. Ya iban 16.

 

17 goles de Radamel en la competición, más que nadie en el pasado. Aquella Europa League de Falcao era historia. La historia de un tipo que se comió el continente a base de devorar redes

 

El Sporting de Braga esperaba en la final. El Lansdowne Road de Dublín como escenario del último acto de Radamel Falcao en aquella Europa League. El partido, a los ojos de André Vilas-Boas, no fue de lo más atractivo que se vio durante el curso, según señaló al término del encuentro: “Ambos sintieron mucho el encuentro, algo que no es nada nuevo en una final. El Braga estuvo siempre muy agresivo, con el bloque muy compacto, dificultando mucho nuestro trabajo”. Ante las trabas que les puso el conjunto de Domingos Paciência a los ‘Dragões’, solo había una manera de salir victoriosos, encontrar a Radamel Falcao cerca de la portería. Así lo hizo su compatriota Freddy Guarín poco antes de llegar al descanso. Recortó hacia dentro y puso un centro medido al corazón del área. El instinto asesino de Falcao hizo el resto. 1-0. Victoria para el Oporto. 17 goles de Radamel en la competición, más que nadie en la historia del torneo. Aquella Europa League de Falcao era historia. La historia de un tipo que se comió el continente a base de devorar redes.

 


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Fotografía de Imago.