Tras doblegar a Sudáfrica en lo que acabó siendo una victoria histórica, ahora la selección española deberá plantar cara a toda una campeona como Alemania
Son como un engranaje perfectamente engrasado. Eficientes, efectivas, solidas. Cada una de ellas cumple con su función y así, a base de constancia, llegan los resultados. Ese es el secreto de la todopoderosa Alemania. Parece que, cuando se juntan sobre el verde, se convierten en una máquina perfectamente equilibrada. Así se lo hicieron sentir a una correosa China. Y eso que las asiáticas lo intentaron e incluso pudieron dar la primera sorpresa del Mundial… Pero todo quedó en eso. En una ilusión rota por el latigazo de Gwinn. El rodillo teutón sumó, en un partido un tanto insulso en lo que a su juego respecta, su duodécimo partido sin perder.
“Alemania es favorita para el partido, para quedar primera de grupo y para ganar el Mundial”, ha dicho Jorge Vilda, seleccionador español, en rueda de prensa. Inteligente, el técnico, que con una sencilla afirmación despeja la presión de la selección y, por irónico que parezca en este deporte, patea el balón para colarlo en el tejado rival. Además, por si fuera poco, sirve de mecha para encender el orgullo de unas jugadoras españolas que ya han demostrado – más allá del debut en este torneo – de lo que son capaces cuando les dejan un esférico.
Para las germanas, estas declaraciones debieron ser como un balonazo a la altura del estómago. No noquea, pero poco le falta
Sin embargo, no falla el seleccionador al hablar de Alemania. Las teutonas están situadas en el segundo puesto del ránking y su palmarés es envidiable. Ocho eurocopas, dos Mundiales y unos Juegos Olímpicos sirven de carta de presentación para una de las selecciones más potentes del mundo. “No tenemos bolas, pero sabemos usarlas”, espetan en el reivindicativo vídeo que han usado para promocionar el Mundial. Y razón no les falta.
No obstante, llega el encuentro en el mejor momento posible para las españolas. Volvamos al orden inicial. Alemania será una máquina perfecta, de acuerdo, pero lastrada. Lo confirmó Martina Voss-Tecklenburg, seleccionadora alemana, al término del partido contra China: “El diagnóstico es que se ha roto el dedo del pie y está descartada para lo que queda de esta fase. Veremos si puede jugar otra vez durante este Mundial”. La damnificada era Dzenifer Marozsan, centrocampista del Olympique de Lyon y una de las piezas claves del combinado. Para las germanas, estas declaraciones debieron ser como un balonazo a la altura del estómago. No noquea, pero poco le falta.
En contraposición, la selección española llega motivada y exultante tras superar a Sudáfrica – en una victoria histórica – en el debut en este Mundial de Francia. Más allá de los clásicos nervios del primer partido, la selección dejó pinceladas de todo lo que tienen por demostrar y, durante los minutos finales, arrasaron a un rival totalmente roto. Además, tienen confianza, teniendo en cuenta que en el último partido ante Alemania el resultado inicial no se movió y el choque fue de lo más igualado. Pero sobre todo, arrancaran el encuentro como líderes de su grupo tras haber anotado dos tantos más que las germanas en este torneo. La ilusión con la que arrancaron este torneo no ha hecho más que crecer pero sería ingenuo – y poco probable – que lancen las campanas al vuelo.
La clave del encuentro pasará por el control del balón. Ambas lo quieren y ambas lo necesitan. Pero más allá del aprecio que Alemania y España tienen por el balón, las teutonas se caracterizan por el orden, la eficiencia y la solidez; procurando no romper su valioso engranaje. Por su parte, en La Roja apuestan por el juego vertical, de toque, con la creatividad por bandera y sin arrugarse ante los rivales. Arriesgar para ganar. Ganar para crecer.
Otro de los puntos de inflexión que más pueden influir en la segunda jornada es la gestión de la presión. Se trata del partido decisivo de esta fase de grupo. Al término de los noventa minutos, todo puede quedar definido. O abierto. Y son conscientes de que la vida pasa por sumar los tres puntos si quieren afrontar el último partido con la tranquilidad de haber hecho los deberes.
Soplarán todas y cada una de las integrantes del combinado y el viento se tornará en vendaval
“Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran…”, decía el poeta Miguel Hernández en su obra Viento del Pueblo. Ese fenómeno natural como un símbolo de lucha que bien se podría aplicar al fútbol femenino en general y al de nuestro país, en particular. Olvidadas durante muchos años, ignoradas durante otros tantos. Pero sin dejar de sudar. Nunca titubearon en su empeño de lograr el éxito y hoy, a pocas horas de un encuentro vital, tienen la merecida atención de todos nosotros. “Me esparcen el corazón y me aventan la garganta”, concluye Hernández.
Y mañana soplará Paños, para alejar los balones que quieran perforar las mallas. Soplarán las jugadoras de la Liga Iberdrola Mapi, Corredera y el resto de la defensa para que el esférico no pase de sus líneas. Soplarán Losada, Virginia, Alexia o cualquier centrocampista que quiera que el balón corra más que nunca. Y soplarán Jenni, Lucía, Mariona y los puntales de ataque para que, con mimo, el gran protagonista descanse sobre las redes rivales.
Soplarán todas y cada una de las integrantes del combinado – jueguen o no – y el viento se tornará en vendaval. Y con él, la esperanza de que su potencia sea capaz de echar por tierra y reducir a escombros el sofisticado muro germano. La destrucción representada por el poeta. No se puede negar que será una tarea complicada pero no se conoce ninguna batalla que se haya ganado sin sudor. Y en el oficio, las nuestras son expertas.
Foto de portada: www.sefutbol.com