Una pregunta que solemos hacernos los aficionados de clubes que todavía son propiedad de sus socios y que tienen títulos en su palmarés es qué precio hay que pagar para seguir ganando. De entrada, ya asumimos que eso tendrá un coste: como si para continuar soñando, en el fútbol de hoy, no hubiera más escapatoria que vender y caer en manos de un multimillonario. El capitalismo consiste en disparar preguntas y dar a entender que solo existe una respuesta. Ocurre que esta, en ocasiones, se contradice. El Manchester United de Ferguson fue una máquina de generar grandeza: no había otro equipo más temido ni más rico en el mundo. Cuando el técnico abandonó Old Trafford, los Glazer, la familia que aún controla la entidad, decidieron hacer frente al vacío con una fórmula, en teoría, infalible: más capital. La misma receta que trajo Jim Ratcliffe, una de las mayores fortunas del Reino Unido, cuando en 2023 entró en la sociedad como nuevo inversor. Pero el dinero no ha enderezado nada, y después de una década perdiendo altura, hoy el United está aplastado al fondo de la Premier y no juega la Champions. Y la caída sigue. Los mismos gestores (recordemos: no pueden echarse con votos) que en medio del naufragio gastaron cuatro millones de euros para robarle el director deportivo al Newcastle (Dan Ashworth) y a los cinco meses apartarle del puesto, u otros 12 para destituir a Ten Hag, u otros 14 para reemplazarlo por Amorim, el verano pasado despidieron a 250 trabajadores del club y ahora han anunciado que mandarán a la calle a otros 200. Medidas que se presentan como un plan para evitar la quiebra (el United lleva gastados 2.500 millones de euros en fichajes desde 2013 y la masa salarial de su plantilla asciende hasta los 178 millones, pero el capitalismo también consiste en eso, en ser rico o pobre según quién pregunte), y que incluye otras consecuencias como el aumento del precio de las entradas, la retirada del sueldo a los embajadores (como el mismo Ferguson) o el cierre del restaurante gratuito para los empleados del estadio, que ahora solo tienen derecho a una pieza de fruta. Por eso nos conviene tener presente el caso ‘red devil’. Para recordar, cuando nos preguntemos qué precio hay que pagar para seguir ganando, que existe la posibilidad de que lo paguemos y consigamos exactamente lo contrario: dejar de hacerlo. Antes de despeñarnos como un coche desbocado por el precipicio.
SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Fotografía de Getty Images.