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“Las niñas han perdido el miedo, y serán lo que quieran ser”

"Esto es imparable", reivindican desde la Women's Soccer School, un club-escuela de fútbol exclusivamente femenino. 'Ninguna niña en fuera de juego' es su lema

“Esto es imparable. Cada día más chicas se dan cuenta de que el fútbol no es solo de chicos, como siempre nos habían transmitido”, enfatiza Mar Azemar (Barcelona, 2002), jugadora del juvenil-cadete de la Women’s Soccer School Barcelona, un club-escuela de fútbol exclusivamente femenino que cuenta con 13 equipos y más de 150 jugadoras, bajo el lema Ninguna niña en fuera de juego.

La entidad nació en 2017, fruto del cansancio, la frustración y la impotencia de sus impulsoras después de muchos años, demasiados, sintiendo que “el equipo femenino siempre era la última mierda del club. Y así sigue siendo en muchos equipos que solo lo tienen de cara a la galería: por tenerlo, por presión”, afirma Vane Quesada (Barcelona, 1992), entrenadora del programa Academy de la WSS.

Como tantas otras, sino todas, Quesada creció jugando con niños en el equipo del colegio. “Era la única niña, y después de un primer año jugando lo dejé. No porque no me gustara. Porque sentía que ese no era mi lugar. Ahora llevo 16 años seguidos jugando, y es un orgullo que las niñas quieran jugar a fútbol desde tan pequeñas. Ves la ilusión en sus caras por hacer el deporte que les gusta, y hoy tienen en quien verse reflejadas. Es súper importante. Mis ídolos, mis referentes, eran los Rivaldo, Saviola, Roberto Carlos, Raúl y compañía, y hoy las jóvenes ya no tienen que decir yo quiero ser como Leo Messi. Pueden decir yo quiero ser como Alexia Putellas. Y esto es clave”, recalca Quesada.

En la misma línea, Azemar admite que sus referentes eran Messi, Xavi e Iniesta, “todo hombres”. “Cuando comencé a jugar de niña, además de que me miraban raro, era imposible tener referentes femeninos. Cuando comencé a jugar no sabía qué podía llegar a ser. No podía imaginármelo. Mis amigos sabían que podían llegar al Camp Nou. A la Champions. Pero yo no sabía con qué podía soñar”, asiente.

Lali Oliver (Barcelona, 1976) juega en el equipo de madres del club, y reconoce que sus primeros referentes futbolísticos han sido los mismos que los de su hija, “Alexia Putellas y compañía. Las de ahora. E ilustra bien hasta qué punto el fútbol femenino ha tardado a empezar a acercarse al nivel al que debería estar”. “Cuando voy a entrenar, cada viernes, y veo el equipo de las chicas de siete años pienso en que ojalá hubiera podido hacerlo yo”, destaca; madre de una niña que también juega en la WSS y feliz de ver que las licencias crecen año a año, de forma sostenida y ya irreversible.

Y añade: “Desde pequeña tuve el instinto innato de chutar. Iba con una pelota en los pies todo el día. En la escuela siempre jugaba a fútbol con los niños en el patio. Éramos una o dos. Éramos las niñas que juegan a fútbol. Jamás me sentí discriminada, pero sí diferente. Un bicho raro. En aquel momento era impensable jugar en un club. Ni te lo planteabas ni te lo planteaban. Ahora sí. Hemos cambiado cosas, hemos roto muros y etiquetas, lo de los niños esto y las niñas eso, y se ha avanzado mucho, pero queda mucho camino por hacer. Y no solo en el fútbol: en la vida en general”.

En el mismo sentido, Azemar reivindica que “falta crecer mucho para alcanzar a la igualdad. El objetivo está cada vez más cerca, pero continúa estando lejos; el objetivo continúa estando lejos, pero está cada vez más cerca. Puedes construir la frase como quieras, pero lo cierto es que aún hay muchísimas cosas a mejorar. Cuando ves las noticias, por ejemplo, o incluso en la web de la federación catalana, ves el apartado fútbol y el apartado fútbol femenino, como si fuera otro deporte, otro mundo. Es fútbol igual: jueguen hombres o jueguen mujeres. No es baloncesto”.

La Women’s Soccer School Barcelona nació con el propósito de unir mujer y deporte, según su propia página web, de ayudar a poner el foco sobre el fútbol femenino y de dignificarlo y de reivindicar, en palabras de Oliver, que “no es una cuestión de género como hasta ahora. El cambio de los últimos 30 años ha sido brutal, y todo continuará cambiando. Las niñas quieren jugar al fútbol y las federaciones y administraciones tendrán que mover ficha. Aunque sea para no quedar atrás. Para no quedar señalados. Las niñas han perdido el miedo. Tienen la paella por el mango, y serán lo que quieran ser”.

 


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Fotografías cedidas por Women’s Soccer School.