“¡Cuánto tiempo!”, me dijo al verme con su característico deje canario. La última vez que hablé con Saúl Coco (Arrecife, Lanzarote, 1999), era un niño de diez años que iba a pasar los veranos a mi pueblo. Ya entonces le daba vergüenza que lo relacionaran con la pelota. Era muy tímido. Su padre tenía que acompañarlo a entrenar porque si no prefería quedarse en casa. Ahora incluso se atreve a tirar un penalti en la tanda de octavos de final de la Copa África. Futbolista de la UD Las Palmas, internacional y pieza clave en la selección de Guinea Ecuatorial, no dudó ni un segundo cuando recibió la propuesta de representar al país de origen de su progenitor. Muy familiar, con una sonrisa perenne y una mirada que ve más allá del fútbol, no contempla el fracaso porque su primera aspiración es disfrutar: “Aunque no fuera a nivel profesional, seguiría jugando”.
¿Has podido digerir ya todo lo ocurrido en estas últimas semanas?
En parte sí y en parte no. Lo dije cuando estaba viviendo la experiencia, que creía que no iba a ser consciente de todo hasta que pasara un tiempo y lo pusiera en perspectiva. Ahora que ya he llegado aquí, con mi gente y mis amigos, sí que le estoy dando mucho más valor del que le di en su momento. Pero aun así no me hago la idea. Creo que llegará el día en el que eche la vista atrás y diga: ‘Buah, esto fue una experiencia increíble’.
Quién te lo iba a decir cuando empezabas en el Marítima, el equipo de tu pueblo.
Ya ves, empecé con tres años en la escuela de la Orientación Marítima. Recuerdo que tenía loco a mi padre diciéndole que quería apuntarme al fútbol. Me compró todo, me inscribió y después, como yo era tan tímido de pequeño, me daba vergüenza hasta ir a entrenar con mis compañeros. Hasta el punto de que muchas veces no quería. Él tuvo la paciencia de estar ahí conmigo hasta que acabé cogiendo confianza y no había quién me sacara de allí.
Tu primer entrenador fue tu padre. ¿Cómo era eso?
Mi padre ha sido mi entrenador durante muchos años. Desde que empecé a jugar, hasta cadetes que me fui a Las Palmas. Era algo un poco raro, siendo tan pequeño se hacía difícil el poder separar eso de cuándo era entrenador y cuándo era padre.
¿Qué significa para ti?
Ha influido en todo. Él fue el que me inició en el fútbol, me ha entrenado muchos años y he aprendido muchísimo. Y ya no hablo solo dentro del campo, sino fuera, en el tema de valores. Le estoy muy agradecido y él tiene mucha parte de culpa de que hoy esté viviendo todas estas experiencias tan bonitas.
¿Cómo llegó a España desde Guinea Ecuatorial?
Mi padre ya nació aquí, fueron mis abuelos los que decidieron que lo mejor era salir de Guinea porque no estaban en una buena situación. Primero llegaron a la península y después acabaron en Canarias. Mi padre se ha criado y ha desarrollado toda su vida aquí.
Tú también tuviste que hacer un cambio importante cuando fichaste por el Espanyol.
La experiencia en Barcelona creo que ha sido la que más me ha marcado, donde más he crecido y aprendido. Llegué siendo juvenil, con 17 años, y me ficharon estando en el equipo de mi barrio con mi padre de entrenador. Fue un cambio brutal. Tuve que hacer un proceso de adaptación en muchos sentidos: desde el nivel de vida y con mi entorno, hasta el fútbol. Lo bueno del Espanyol es que tiene una de las mejores canteras de España. Hacen un trabajo maravilloso. Empezando por el fútbol base y llegando hasta el primer equipo, donde podemos ver cómo se nutre de canteranos que están dando un grandísimo nivel. Mi día a día cambió mucho, pero creo que sé adaptarme bien a las situaciones. Además, tuve la suerte de encontrarme con compañeros y gente del club que me lo hicieron todo mucho más fácil.
“Tuve la suerte de que mi madre me obligó a ir al médico. Si hubiese sido por mí, hubiera pensado que no era nada”
Fue ahí donde recibiste la primera llamada de la selección de Guinea Ecuatorial. ¿Cómo ocurrió?
Fue a través de Juvenal Edjogo, que jugó precisamente en el Espanyol y es hermano de Alberto Edjogo. Se puso en contacto conmigo y otro compañero porque conoció que teníamos orígenes ecuatoguineanos. Nos explicó el proyecto que estaban haciendo, con un cambio generacional importante y contactando con gente joven que tuviese ganas e ilusión por defender los colores de Guinea Ecuatorial. Cuando me planteó todo esto, lo hablé con mis padres y todos creímos que podría ser una experiencia muy bonita. La verdad que estoy contento con la decisión que tomé, porque estoy pudiendo vivir experiencias muy bonitas y todo ha salido bien.
Tuviste que hacer el debut dos veces por un problema arbitral.
El primer encuentro que fui convocado era contra Benín, que perdimos 2-1. No sé muy bien cuál fue el motivo, pero aquel partido no se recogió como oficial porque no cumplió con unos requisitos mínimos, entonces no contó como debut. Al final acabé debutando oficialmente en la siguiente convocatoria, un mes más tarde, contra Mauricio.
¿Cuándo te das cuenta de que tu etapa en el Espanyol se estaba agotando?
Pasé allí los dos últimos años de juvenil y después, en mi primer año de senior, ya tenía que entrar en el filial en Segunda B y tenían muy buen equipo. Cuando sales de la etapa juvenil, lo que más te interesa es poder curtirte, contar con minutos y competir. Hablé con el club, sabía que lo iba a tener difícil por el nivel de la plantilla que había, y creímos que lo mejor era salir cedido un año. Estuve un jugando una temporada en la Unión Atlética d’Horta y lo recuerdo como una experiencia muy buena. Fue una campaña bonita en el que estuvimos peleando por ascender en el play-off a Segunda B. Aprendí mucho. Cuando acabé este año, me volví a reunir con el Espanyol y creyeron que ya había llegado el momento de cerrar una etapa. Me vine a Las Palmas y hasta entonces.
Vuelves a Las Palmas y en el año 2020 fuiste noticia por aspectos extradeportivos.
Fue año muy duro. Llegué a Las Palmas C con mucha ilusión, me sentía muy cómodo en el equipo, tenía muchas ganas de reivindicarme y de ir escalando poco a poco en la estructura del club, pero no me salió nada. Primero tuve una lesión muscular, me recuperé, después vino la malaria y el choque contra el muro durante un partido el día de mi cumpleaños. También lo pasó muy mal la familia. Fue un cúmulo de infortunios que al final no me dejaron disfrutar de lo que más me gusta. Además, también estuvo la Covid, así que ya fue como: ‘Este año no lo voy a contar’.
¿Cómo fue lo de la malaria?
Para la malaria, nosotros nos tenemos que tomar unas pastillas a modo de tratamiento que empieza varios días antes del viaje, continúa durante la estancia allí y acaba cuando ya llevas unos días en España. Recuerdo que aquel día me convocaron de urgencia porque en principio no estaba entre los elegidos. Creo que se lesionó Iván Salvador y acabé entrando en la convocatoria. Fue todo tan rápido que ni me paré a pensar en las pastillas. Cuando llegué de vuelta estaba bien, pero a la semana empecé a encontrarme mal. Tuve la suerte de que mi madre me obligó a ir al médico, porque si hubiese sido por mí, hubiera pensado que seguro que me ponía mejor y que no era nada. Menos mal que todo acabó saliendo bien.
¿Necesitaste ayuda psicológica?
Me gusta mucho que se normalice el poder hablar de salud metal. Es una forma de ponerse en el lado del futbolista para comprender que también tenemos nuestra parte humana como todo el mundo. Creo que soy alguien muy racional y por suerte he podido sobreponerme a estas situaciones a lo largo de mi vida. Lo afronté con bastante naturalidad. En ningún momento me tumbó ni me sentí con pocas fuerzas. El hecho de poder estar en un buen momento a nivel mental, hizo que todo pudiera ser más ameno y más rápido para volver a jugar.
Después de todo lo malo, empiezas a participar en los entrenamientos del primer equipo de Las Palmas y debutas con Pepe Mel.
El 2020 lo empecé saliendo de un hospital después de haber pasado la malaria y lo acabé debutando con el primer equipo. Si alguien llega a decirme que ese año iba a acabarlo así, hubiera puesto la mano en el fuego a que no hubiera ocurrido. El míster me dio la oportunidad de debutar en Copa y después en Liga. Fue una alegría, porque además lo hice el día del cumpleaños de mi madre y de mi hermana. Parecía un regalo por el año tan malo que les hice pasar.
Ahora has pasado de no jugar en Las Palmas, a disputar todos los minutos en la Copa África con tu selección.
En Las Palmas tenemos un gran equipo y hay mucha competitividad. Sé perfectamente cuál es mi rol, pero sí tengo muy claro que entreno siempre al 100% para que cuando me llegué la oportunidad, estar lo más preparado posible. Con la selección he tenido la suerte de disputar todos los partidos de este año y encontrarme bien.
“Representar al país de origen de nuestros padres, es una forma de devolverles lo que ellos en su día les dieron a nuestras familias”
Tu compañero en la zaga, Esteban Orozco, tampoco jugaba en el Antequera y ha sido clave en esta Copa África. ¿Crees que este torneo puede marcar un antes y un después para muchos de vosotros?
Sí, nosotros somos muy conscientes de esto. Somos una selección muy joven en comparación con las demás. La gran mayoría de combinados nacionales tienen a jugadores contrastados en la élite del futbol. En nuestra plantilla, a nivel profesional, los tenemos contados. Muchos que juegan en ligas semiprofesionales como Segunda o Primera RFEF y en alguna liga menor del extranjero. Éramos conscientes de que esta Copa era una oportunidad única para mostrarnos. Para comparar nuestro nivel en base a otros equipos y poder ver que en realidad no estamos tan lejos. Si seguimos haciendo las cosas bien los resultados llegarán. La fuerza de nuestra selección es el grupo. La experiencia que vivimos no es solo lo que hacemos dentro del campo, después fuera estamos muy unidos, nos lo pasamos bien, bailamos, reímos, y creo que eso al final también se ve reflejado en el césped.
¿Tienes la sensación de que el fútbol africano debe hacer mucho más para que se les tenga en cuenta?
Sí, ahora ha habido bastante polémica en torno a la Copa África porque los clubes han perdido a jugadores importantes durante un tiempo de la temporada. Tienen que entender que es la máxima competición de fútbol africano. En África hay mucho nivel. Ojalá se les dieran más oportunidades y más medios para que pudieran mostrar al mundo el enorme potencial que tienen. Además, es que lo viven muchísimo. Cada vez que voy y cogemos el autobús camino al entreno, te encuentras partidos de chavales en cualquier esquina. Se respira fútbol y esa pasión de los chavales para poder tener oportunidades. Ojalá pudieran llegar muchos más. El fútbol aquí es sagrado. Una religión. Al final es el medio que tiene mucha gente para evadirse de muchos de sus problemas. Creo que por eso se vive tanto.
En la convocatoria de tu selección para la Copa África, había hasta 15 jugadores nacidos en España. ¿Cómo se consigue ese sentimiento de pertenencia a un país que en realidad es el de vuestros padres?
Es muy bonito poder representar el país de origen de nuestros padres. Es una forma de devolverles lo que ellos en su día les dieron a nuestras familias. Se nota que todos los que vamos allí amamos a Guinea Ecuatorial, intentamos defender sus colores por encima de todo y creo que lo estamos demostrando. Muchos seguimos teniendo allí a gran parte de la familia. Mi padre, por ejemplo, no había tenido la oportunidad de ir a su país de origen y en mi primera convocatoria vino conmigo. Para mí fue muy bonito que pudiera ver cuáles fueron sus orígenes y estuviera con familiares.
¿Qué sentías cuando tenías que defender a jugadores como Mahrez o Mané?
Incredulidad. Cuando me veía delante de ellos me preguntaba si era real lo que estaba viviendo. Verte ahí es impactante, la verdad. Después, una vez que empieza el partido, ya te metes y no lo piensas tanto, pero cuando te paras a mirar con una visión más panorámica, es impactante. Al final son ídolos. Me habré visto miles de partidos de ellos por la tele y verte jugando en contra es una experiencia increíble.
También un estímulo, ¿no?
Sí, porque no es solo jugar contra ellos y que nos metieran cuatro. Es haber podido competirles y jugarles de tú a tú, porque ninguna selección fue muy superior a nosotros, perdimos por detalles. En ese sentido estoy muy orgulloso. También es una forma de ponernos en una balanza, ver que estamos haciendo las cosas bien y que hay que seguir por este camino.
Te atreviste incluso con uno de los penaltis en la tanda de octavos de final.
Fuera del fútbol podría decir que sigo siendo tímido, pero dentro del campo ya no. En ese momento me encontraba muy bien. El míster preguntó quién quería tirar y yo levanté la mano sin pensarlo demasiado. Por veteranía hubo compañeros que tiraron antes, pero yo estaba dispuesto sin problemas. Y al final lo metí.
“No sería ningún fracaso si no llego a la élite del fútbol”
Lograsteis una clasificación histórica. ¿De quién te acordaste en ese momento?
De la familia. Tengo un vínculo muy especial con ellos y sé que lo pasaron realmente mal en aquel año que no me salió nada. Fue como un alivio para poder decirles que no solo les estoy dando desgracias (risas).
Al menos os queda el consuelo de que os eliminó la campeona, Senegal.
Contra Senegal sabíamos que ellos eran uno de los favoritos, pero también teníamos claro que íbamos a competir. Nos metieron el segundo gol cuando mejor estábamos y cuando ellos estaban empezando a dudar. Eso nos penalizó mucho, y al final con el tercero ya se acabó. Nos ganaron por detalles, no porque fueran superiores a nosotros, pero el fútbol de máximo nivel es así.
El recibimiento en la llegada a Guinea Ecuatorial fue increíble.
Flipé. No me lo podía creer. Sabía que la gente estaba muy contenta con el papel que habíamos hecho, pero cuando llegamos y vimos las calles completamente abarrotadas… Ya no solo era que estuviesen allí, sino las caras de agradecimiento que tenían, veías que realmente estaban felices y contentos con lo que habíamos hecho. Se me hace muy complicado poder describirlo con palabras. Qué mayor motivación para seguir haciendo bien las cosas que ver a tu pueblo así.
¿Cómo afrontas ahora tu etapa en Las Palmas con García Pimienta como nuevo entrenador? ¿Veremos a otro Saúl?
Lo afronto igual que siempre, con las mismas ganas y la misma ilusión. Sí que es verdad que lo que hemos conseguido supone a nivel individual una inyección de moral y de confianza. También a nivel físico, porque he cogido minutos, ritmo de partido y buenas sensaciones. Espero que esto se pueda ver reflejado y si me toca participar en algún momento, poder ayudar al equipo para pelear por meternos en play-off y conseguir ese ascenso.
¿Eres de marcarte objetivos en tu carrera?
Si te digo la verdad, no pienso mucho en el largo plazo. Sé que es algo que está ahí y, como todo jugador, uno también tiene sueños. A mí me gustaría poder jugar en Primera, jugar la Champions… Todo lo que sea competir al máximo nivel contra los mejores, es lo que cada uno sueña. Pero como te digo, no me gusta mirar muchos más allá, prefiero disfrutar del momento. Estoy muy contento aquí y el objetivo es pelear al máximo por estar arriba. Después, todo lo que tenga que venir, bienvenido sea.
¿Y si al final no llegaras a conseguirlo?
Para mí lo importante es disfrutar del fútbol. Aunque no fuera a nivel profesional, seguiría jugando. Al final es el deporte que me gusta y es lo que quiero hacer. Ahora tengo la suerte de poder estar en este nivel y está siendo una experiencia increíble, me encantaría poder llegar a vivirlo mucho más, pero que, si no ocurre, no sería ningún drama ni ningún fracaso. Ni mucho menos. Al final lo que quiero es quedarme con la sensación de que he dado lo mejor de mí, he sido profesional y me he cuidado. He intentado que todo se dé de manera favorable para llegar lo más alto posible. Si puede ser, bien, y si no puede ser es que quizás no estaba para mí.
SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Fotografía de Imago.