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Porteros: la complicada evolución de una especie

¿Qué debemos esperar del futuro? ¿Están condenados el guardameta y el juego de pies a entenderse? Retomamos un debate inacabable

El error de Ter Stegen en el cuarto gol que el FC Barcelona encaja en Balaídos abre de nuevo el debate del portero y su necesidad o no de jugar con los pies. El debate se reabre justo cuando se está generalizando, cada vez más, esa versión en los guardametas. Sin valorar si el error del meta alemán del FC Barcelona pueda ser debido a la autosuficiencia a la hora de sacar el balón, se puede decir que la evolución en esa demarcación tan especial nos evoca a pensar en ese tipo de porteros en un futuro próximo. El problema subyace en que el error del portero no es como el de cualquier otro jugador que ocupe otra demarcación. El delantero falla el gol a favor. El mediocentro falla el pase de gol o pierde el balón en la salida de pelota. El central pierde la marca o el balón en situación peligrosa. Todos esos fallos tienen algo en común. Todos cuentan con algún jugador que pueda evitar el desastre, entendiendo como tal el gol en contra en su máximo efecto. El portero tiene la responsabilidad máxima dentro de un terreno de juego. Un fallo en esa posición indica, en el 99% de las ocasiones, gol en contra.

 

La nueva norma introducida afectaba a los porteros y su forma de interactuar con los demás jugadores de campo.  A partir de entonces, el guardameta no podría coger el balón con las manos si alguien  se lo pasaba con los pies

 

De un tiempo a esta parte, el portero ha ido adquiriendo un nuevo rol, demandado solo por determinados entrenadores. Pep Guardiola fue uno de los primeros en mostrarnos ese rol del portero con Víctor Valdés. El arquero catalán demostró tener el juego de pies perfecto para su equipo. Favorecer la salida de balón, ser uno más para superar líneas de presión altas del rival. Lo mismo que el técnico catalán ha pedido a Neuer en el Bayern y a Bravo en el City. El portero alemán puede ser el portero con el juego de pies más desarrollado y positivo para su equipo de todo el mundo. Su forma de entender el fútbol lleva la eficacia y el riesgo de la mano, como en muchos ámbitos de la vida social. En este caso se hace bueno el dicho de “Quien no arriesga, no gana”. Esta expresión se puede extrapolar al hecho de la innovación del estilo para, a largo plazo, superar al rival con nuevos planteamientos. La reinvención constante.

La evolución marca el progreso

La forma de jugar de los guardametas, dentro de un campo de fútbol, ha ido progresando hasta lo que hoy en día podemos observar. A principios de siglo XX, el portero podía jugar el balón con las manos hasta la mitad del campo, algo inviable si lo pensamos hoy en día. Dicha regla fue modificada a comienzos de la segunda década de siglo y se estableció el límite imperante hoy en día: el área de penalti. Este cambio fue esencial para encuadrar el juego y los estilos que se dieron durante todo el siglo XX hasta la actualidad. Sin embargo, la necesidad actual de que el portero responda bien con su juego de pies y gestione los tiempos fuera de su zona de confort fue implementada por una nueva regla que se estableció a finales del siglo XX. La nueva norma introducida afectaba, directamente, a los porteros y su forma de interactuar con los demás jugadores de campo.  A partir de entonces, el guardameta no podría coger el balón con las manos si se trataba de un pase premeditado con los pies. Tan solo podía coger el balón si venía de un pase con la cabeza, pecho u hombro.

Este hecho, tan comúnmente aceptado a estas alturas de la película, suponía un cambio de mentalidad en la forma de jugar con el portero. Estos tuvieron que mejorar su juego de pies para poder defenderse con soltura cuando uno de sus compañeros decidiera cederle el balón también con los pies. La norma trajo consigo una de las mayores revoluciones en la posición de portero, ya que se podían dar dos opciones dentro del equipo cuando este sufría presión alta sobre la salida desde atrás: que los jugadores confiaran en su portero y juego de pies para ceder el balón y convertirlo en uno más en la fase de salida de pelota o no confiar en ese juego de pies del guardameta y perder un efectivo más en la salida. Las decisiones del portero ante cualquier tipo de disparo sobre su portería deben estar comprendidas en fracciones muy pequeñas de segundo, para poder anticiparse lo antes posible al peligro que acecha a su conjunto. Hoy en día, se está intentando dar una vuelta más de tuerca a la posición de portero.

Está claro que lo mejor para un equipo es poder contar con un efectivo más en la salida de balón desde atrás. Por eso, algunos entrenadores han optado por entrenar a sus porteros para que puedan realizar también esa función de hombre extra en la salida de pelota y superar líneas de presión para, así, intentar generar un ataque en superioridad desde el primer pase. De ahí a que esa misma velocidad para decidir bajo los palos, se quiera trasladar también al juego de pies del portero. Si el guardameta se habitúa a una situación mediante la repetición, se generará una rapidez a la hora de tomar decisiones correctamente bajo una situación ya experimentada. El hecho actual de querer que los porteros formen parte en la fase de salida de balón y que puedan ser capaces de gestionar los espacios que hay a la espalda de sus defensores no responde a una “moda” futbolística de un estilo de fútbol cualquiera. Sino que se trata de la evolución natural del portero que se viene gestando desde el siglo pasado mediante una serie de normas que han ido alejando al portero de su “teórica” zona de confort inicial, no solo para contribuir en salida de pelota, sino también para actuar de lo que se llamaba “líbero”.

14757849989694El estilo de juego que responde al acotamiento del espacio del contrario mediante una presión alta que adelanta la línea defensiva para poder ejercerse ha desencadenado que el portero deba gestionar bien ese espacio a la espalda de su línea defensiva, ha convertido al portero en una especie de líbero.  La acepción de líbero responde a aquel defensor que no tiene marca y actúa “libre”. En el caso del portero/líbero, actúa vigilando los balones que puedan ser filtrados por el rival aprovechando el espacio a la espalda de la línea defensiva. El guardameta debe permanecer atento a todo balón filtrado para poder despejar y hacer desaparecer ese peligro. Para esta acción se necesita un gran conocimiento en el vuelo del balón, saber calcular donde y cuando va a ser el momento preciso para poder golpearlo y alejarlo del jugador contrario. Además de esto se necesita velocidad en carrera y velocidad de reacción para poder anticiparse al contrario y no dejar al equipo vendido por llegar un segundo más tarde que el contrario. El riesgo de esta nueva aptitud del portero es máximo, pero ese riesgo es directamente proporcional a la efectividad y beneficio de la jugada en el caso de ejecutarse de forma correcta.

Nueva forma de entender la portería

Se ha abierto una fuerte crítica ante este nuevo rol del portero. Se sostiene que el meta está para evitar que el balón entre dentro de la portería. Nada más lejos. Es impensable que la función del guardameta cambie en algún momento de la historia de este deporte. Sin embargo, que el portero deba dedicarse a evitar que el balón entre en su portería no es excluyente de que deba aprender a jugar bien con los pies. Un portero no será 100% completo si para todos los balones pero, sin embargo, posee un juego deplorable con los pies. Ayudará a su equipo a mantener la puerta a 0, pero no será ese apoyo en salida de balón que tanta ayuda puede suponer en esa fase del juego. Aunada a esa habilidad con los pies, va la confianza de medir los tiempos fuera del área. Esto hace referencia al rol que debe asumir el portero de un equipo que juega con la línea defensiva muy adelantada. Esa habilidad de manejar el balón con los pies dotará de una mayor confianza en la función de líbero que el meta debe realizar. Esta habilidad del portero con los pies debe cambiar según los requerimientos del equipo, ya sea para iniciar en corto o en largo, por ejemplo.

Al igual que un arquero se puede equivocar al despejar un balón en una parada o en una salida por alto, también se debe aceptar el fallo con los pies. Los tres factores son claves dentro de lo que se debe entender por un portero completo. Desde tiempos arcaicos en el fútbol el portero ha sido entrenado, únicamente, para detener balones. Hasta mediados de siglo XX se creyó en un tipo de fútbol que muy pocos se atrevían a discutir. De pronto llegaron algunos equipos que comenzaron a marcar el camino de una evolución en concepto (Escocia, Austria…etc), pero hasta que no se dio un hecho de magnitudes mundiales la tendencia imperante no fue apenas discutida. Ese hecho fue la victoria y aplastamiento de Hungría a Inglaterra en Wembley con unos conceptos innovadores. La misma comparación o evolución se puede establecer con el caso que tratamos. El concepto del portero ha ido evolucionando poco a poco en los últimos años, añadiendo a este como un jugador más a la hora de iniciar las jugadas ofensivas del equipo, sea como sea. La línea está marcada, solo falta ese momento y lugar para que sea aceptada como evolución positiva. O tal vez solo quede esperar a que las corrientes imperantes en el fútbol actual dejen paso a otras que hayan sido acunadas bajo estos nuevos conceptos.