Muchos de nosotros hemos visto el film de Harold Ramis pero, para los que no os haya llamado demasiado la atención, El día de la marmota consiste, a grandes rasgos, en la historia de un buen samaritano cuya vida se queda atascada en un 2 de febrero. Y ese día se va repitiendo constantemente durante toda la película y así transcurre la historia del hombre. El punto interesante es que esa ficción, casualmente, mantiene un anclaje de realidad con una joven treintañera de Yaundé, Camerún. Evidentemente, Christine Manie no se despierta siempre en el mismo día ni todo ocurre exactamente igual. Sin embargo, hay tres fechas que la defensora y capitana de la selección camerunesa tiene gravadas en sus botas.
Para encontrar la primera de ellas, hay que remontarse a finales de 2011. Corría el 22 de octubre cuando las ‘Leonas Indomables’ se enfrentaban a Nigeria por un puesto en los Juegos Olímpicos. Se acercaba el final del partido. En el marcador se podía leer un tres para cada escuadra. Y, cuando todo sueño parecía caer en saco roto, apareció la del brazalete. Christine Manie, defensora central y capitana de Camerún, se adentró en el área rival para batir a la guardameta nigeriana. Su gol valía la primera clasificación de su país para unos Juegos Olímpicos.
Cualquier futbolista que se precie sueña con marcar un gol tan vital. Y entrando en el panorama de la ficción, interpretamos que, aquella noche y tras la más que evidente celebración, Christine se acostó eufórica, llena de ilusión y alegría por emprender el camino hacia el Olimpo. Cerró los ojos… Igual sonó el despertador o igual fue una compañera de selección. El caso es que Christine Manie, la líder de las leonas, se despertó. Pero no era 23 de octubre de 2011. Misteriosamente, el calendario, se había adelantado hasta el 22 de octubre de 2014. Exactamente, tres años después.
Y, en mitad de una manada cansada cuyos mordiscos no eran más que arañazos, Manie volvió a subir al área. Al igual que ocurriese tres años antes, de sus botas nació la fuerza para destruir el marfil
Ante ella, tan solo cambió el rival. Ya no jugaban contra Nigeria y, ni siquiera estaba en juego el pase a unos Juegos Olímpicos. Se trataba de las semifinales de la Copa Africana de Naciones y Camerún se estaba jugando el tipo ante Costa de Marfil. De nuevo, Manie lucía el número dos y el brazalete. La colegiada señaló el final y, de nuevo, el electrónico reflejaba un empate a uno. Quedaba esa agónica media hora de prórroga en la que las piernas comienzan a flaquear y los músculos piden clemencia.
Y, en mitad de una manada cansada cuyos mordiscos no eran más que arañazos, Manie volvió a subir al área. Al igual que ocurriese tres años antes, de sus botas nació la fuerza para destruir el marfil. Era el 2-1 y Camerún se clasificaba para la final. Sin embargo, aquel gol también le valía a la selección para sellar su billete al Mundial de fútbol que se celebraría en Canadá en 2015.
De nuevo, Christine se erigió como una heroína en Camerún. Aclamada por los seguidores, vitoreada por sus compañeras. Nuevas emociones, una nueva celebración. Alegría desmedida en el hotel de concentración. “Suerte la mía de haber marcado dos goles tan importantes”, debió pensar la capitana de la selección. Y, tras despedirse de sus compañeras, cerró de nuevo los ojos…La defensora central se despertó a la misma hora de siempre. Pero tampoco era 23 de octubre. Habían pasado cuatro años más y la capitana ni siquiera se había dado cuenta. El calendario marcaba el 30 de noviembre de 2018 y los ánimos del combinado africano no andaban del todo bien durante aquella jornada. En el recuerdo de todas, la dura derrota ante Nigeria que las había dejado sin final. Y en la lucha por el tercer puesto de la Copa Africana de Naciones se jugaban el todo por el todo.
Se acercaban los últimos minutos de juego y Camerún ganaba por 3-2. Sin embargo, el empate de Mali oteaba en el horizonte. Los ataques rivales eran constantes en la búsqueda del empate y las ‘Leonas Indomables’ comenzaban a flaquear. Olía a sangre. Olía a prórroga. Pero no. Porque de nuevo apareció Christine Manie. Esta vez, con un libre directo desde más de 30 metros cuando el partido tocaba a su fin. La defensora soltó un latigazo que sorprendió a la guardameta rival, levantó de sus asientos a todo un país y hundió el sueño del otro. Era el 4-2 definitivo. El día de la marmota, también. Por tercera vez, la defensora marcaba un tanto histórico para Camerún y sellaba la clasificación para el Mundial de Francia de este próximo verano.
“Es increíble y difícilmente explicable. Soy defensa central, y normalmente no poseo en absoluto ese olfato de gol. Generalmente, cuando llego ante la portería contraria, ¡se me va la cabeza por todas las direcciones!”, declaraba Manie en una entrevista para la FIFA. “No creo que esos goles me hayan convertido en una heroína. En cambio, es cierto que siempre intento comportarme como un modelo a seguir”, concluía, la capitana, con humildad.
Sabe Christine que por mucho que el calendario se haya adelantado demasiado y que por sus pies corra la tinta de la historia de su selección, un Mundial es algo totalmente diferente. Ya lo vivió en Canadá, cuando la selección cayó en octavos ante China. Por ello, Manie se muestra cauta en esta nueva oportunidad mundialista en la que deberán enfrentarse, como poco, a Canadá, Holanda y Nueva Zelanda.
Tres veces se marchó a dormir con la ilusión de haber logrado algo histórico para su selección. Y hasta en tres ocasiones se despertó con la sensación de que todo aquello que estaba viviendo ya había ocurrido. Días tan parecidos que ni en los mejores déjà vu. Como si de una película se tratase. Como si fuese la protagonista del film de Harold Ramis.