Esta entrevista está extraída del #Panenka107, publicado en mayo de 2021, cuando Diego Martínez todavía era técnico del Granada.
¿Estuviste preparado para el reto de irte de tu Vigo natal siendo tan joven?
Eso siempre cuesta. Mi abuelo vivió 16 años en Cádiz. Yo iba ahí 20 días a veranear. Justo cuando yo me fui de Vigo para ahí mi abuelo se jubiló. Entonces ya no había nada. Conocía la ciudad y lo que iba a buscar ahí: seguir jugando y estudiar. Con 18 años estaba solo, fuera de casa, llegaba justo a final de mes… Todo ese proceso de maduración, de enfrentarse a un reto personal, te hace más fuerte. A mí esta experiencia me ayuda a ponerme en la piel de esos jugadores que salen por primera vez de casa. Empatizo con ellos y los entiendo mejor.
¿Por qué se truncó tu carrera como jugador?
¡Porque era muy malo! Sé que suena raro, pero el balón no me hacía caso. Yo me enganché al fútbol con cinco años. Mi padrino me llevó a un Celta-Valencia. Ganó el Celta 2-1. Me acuerdo perfectamente de ese momento. Ahí quieres ser como ellos. Consumía mucho fútbol. Leía todo lo que podía para ser mejor… Estuve desde alevines a juveniles en el Celta. Tácticamente era un jugador inteligente. Pero sabía que no tenía condiciones para llegar al fútbol profesional; como mucho a Segunda B. Mi cuerpo no me podía dar esos deseos que tenía. Había una disonancia que resultaba frustrante. Pero no me puedo quejar de nada. He vivido de mi sueldo de Tercera. He aprendido mucho del fútbol.
¿Cómo salió esa primera oportunidad de entrenar?
Con 20 años, y mientras estaba recuperándome de una lesión de rodilla en el CD Imperio de Albolote, me salió una opción en el cadete B. Yo llevaba tiempo preparándome, incluso leía la revista Training Football. Tras medio año, me enganchó entrenar. Me sentí muy bien. Cuando el club me ofreció la posibilidad de dirigir al cadete B dije: ‘Ya está. Esta es la mía’. Me la jugué, pero lo tenía clarísimo. En mi vida, cuando me he dejado llevar por la intuición, cuando yo he sentido que era la decisión correcta, siempre me ha ido bien. Y normalmente siempre he decidido desde esa intuición.
¿Cuándo comenzó esa intuición?
Acabé el año en Tercera. Habíamos ganado los últimos nueve partidos y no renové. Mucha gente me decía que estaba loco. Pero debía terminar la carrera. Me quedaban dos asignaturas: biomecánica y estadística. No podía tenerlas colgando. Me quedé preparándolas todo el mes de agosto y aprobé. Después, en diciembre, me salió el primer equipo del Motril. Sabía que debía seguir aquel camino. Aunque nadie lo entendiera.
¿Te guías más por la razón o el corazón?
Analizo las cosas. Braulio Vázquez, director deportivo de Osasuna, me decía que me gustaba analizar todo al detalle. Pero yo no me guío solo por la información racional. Aunque la razón me diga algo, siempre pregunto a mi intuición. Esto lo hace muy bien Monchi. Tiene tres jugadores para firmar y todos los datos dicen que la opción buena es la A y él dice: ‘Sí, pero para nosotros la mejor opción es la C’. Ese punto de intuición, que es conocimiento no consciente, a veces es clave. Tiene que estar todo alineado. Hay que saber escucharse.
¿Te gusta escucharte a ti mismo?
Sí, me gusta escucharme a mí mismo. Para mí es muy importante. Por ejemplo, cuando me llama el Granada. Rescindo con Osasuna y al cabo de una hora me llama el Granada. Al momento digo sí y nos ponemos a negociar. Y mis amigos y mi gente cercana me dicen: ‘¿Tú sabes que ahí tiran a todos los entrenadores?’. Ahora soy el primer entrenador que hace 69 partidos consecutivos en Primera de su historia. El otro día hablé con un ilustre granadino, Lucas Alcaraz, y me decía lo difícil que es lograr esto aquí. Que el banquillo había sido una silla eléctrica. Si me hubiera dejado guiar por los datos, igual hubiera tomado otra decisión.
“Siempre pregunto a mi intuición. Si me hubiera guiado por la razón a lo mejor no estaría aquí”
¿Has dejado de vivir muchas cosas por este sueño?
Creo que más que un sacrificio es una inversión. Soy un privilegiado al poder vivir de mi pasión. Fue una elección. Cuando entrenaba a cadetes no tenía coche y cogía la moto de mi novia, la que ahora es mi mujer, y me iba a ver partidos un viernes en Granada con un frío que pela. ¿Dejas de vivir cosas? Claro. Pero ha sido una elección de vida. Siento que he invertido momentos que me han llevado a vivir de lo que me gusta.
¿Tu familia te apoyaba?
Mi abuela, siempre. Siempre creyó en mí. Al resto no les escuchaba mucho. Entre que me llamaban ‘volteretas’ por estudiar Ciencias del Deporte, que si el fútbol solo da disgustos, que si no hay dinero… ¡Como empiece a escucharles no hago nada! Eso te distrae.
Como tú hay muchos otros entrenadores que jamás han podido dar el salto. ¿Crees que hay momentos que marcan?
Si yo estoy en Primera es gracias a la llamada de Monchi, o a mi amigo y agente, Juan Maraver. Gracias a que Braulio de Osasuna apuesta por mí. Gracias a Antonio Cordón, Alberto Benito y Fran Sánchez, que me dan la oportunidad para ir al Granada. Siempre necesitas que alguien confíe en ti. Pero también es clave confiar en uno mismo. El camino ya aparecerá, y si llega hay que estar preparado. Quizás no llega, pero hay que estar listo por si aparece la oportunidad. Yo esto se lo explico mucho a los jugadores. El otro día, por ejemplo, marcó Kenedy. Cedió Cote al portero, llegó y la metió. La gente habló de suerte. Sí, pero es que cinco segundos antes, en el momento en el que el balón está en el aire, él va a correr a por la jugada. Lo había intentado 100 veces sin premio. No es suerte; hay un proceso.
¿Crees en los procesos?
Claro. Uno de los consejos que doy es que siempre hay que tener paciencia. Hay que echarle horas, pero no hay que tener prisa para dar el siguiente paso. Hay que tener ese momento de fortuna. Pero la constancia y la perseverancia te dan más momentos de suerte.
¿Mantienes la misma ilusión que tenías en los campos de tierra en la Europa League?
¡Ahora tengo mucha más! Si antes estaba motivado en un campo lleno de barro imagínate en Old Trafford. El día que no sienta esa ilusión no será lo mismo.
¿Crees que el entrenador se va consumiendo con el paso de los años?
Pasa como en todas las profesiones. A mí no me gusta todo lo que tiene que ver con el mundo del entrenador. La inmediatez no me gusta. La falta de respeto a los procesos. Yo creo mucho en los proyectos y en la cultura de los detalles. Es imposible que once personas de un equipo estén siempre a un mismo nivel y con las mismas prestaciones. Esa poca profundidad para analizar los procesos y no entender los momentos de confianza es dura para los entrenadores y dificulta mucho nuestro trabajo.
¿Crees que la cultura del highlight, las redes sociales y la inmediatez está afectando a la profesión?
Así es. La sociedad cambia e impregna todos los ámbitos. Incluido al fútbol. No tiene nada que ver el fútbol de hace diez años. Por ejemplo, el tiempo de las canciones en los años 90 era de cinco minutos y ahora es de dos minutos. Hay que saber adaptarse, entender esos cambios y no ser esclavo de ellos. Una cosa es adaptarse y otra, que se te lleve la corriente.
“Es muy reconfortante ayudar a un jugador. Casi más importante que un éxito deportivo”
¿Cómo han influenciado tus estudios en Ciencias del Deporte a tu metodología?
Para mí es muy importante aplicar el clima atencional que se exige en un deporte de pabellón, tanto en entrenamientos como en partidos, a un espacio tan amplio como el del fútbol. O el detalle en la táctica individual del balonmano o el baloncesto. Por ejemplo, cómo usar los apoyos para ganarte un espacio en el poste bajo, o en balonmano los métodos técnico-tácticos para atacar una defensa organizada… Lo importante son los detalles. Y esos deportes tienen un nivel de análisis y un código común mucho más desarrollados que los del fútbol. Yo a los entrenadores de baloncesto los admiro muchísimo. Saben idiomas, viajan, comparten información entre ellos… Son inspiradores.
¿Marca una trayectoria en la que se han conseguido tantos éxitos en la cantera del Sevilla?
Es curioso, porque ganamos la Copa de Campeones y Monchi me sentó y me ofreció estar en el equipo técnico del primer equipo. Yo me quedo con el proceso. Hemos tenido que hacer muchas cosas bien para sostener tanto tiempo el éxito. Para eso tienes que ir a tu máximo para seguir en esa dinámica. El hecho de ver jugadores en el juvenil y el filial que acaban en el fútbol profesional o haciendo una venta importante es igual de destacable que un ascenso o una permanencia con el Sevilla Atlético. Lo importante es cómo te recuerdan. Porque nosotros somos ayudantes de jugadores, como decía Pepu Hernández. Es muy reconfortante que hayas podido ayudar a un jugador; casi más reseñable que un éxito deportivo.
¿Qué referentes tuviste?
Muchos. Nunca me quedo con uno. Para mí Ferran Adrià es un referente. Me inspira. A mí me gusta ser un collage de gente. Porque creo mucho en la singularidad. Aprendo de todos. Yo voy a un entrenamiento del infantil del Granada y puedo aprender algo.
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Fotografía de Carlos Gil Andreu.