Siempre ha sido de compaginar cosas. En Sevilla, salía del entrenamiento y se iba para las clases de teatro. En Sanlúcar de Barrameda, por las mañanas, se calza las botas con la ilusión del joven que está empezando a dar sus primeros toques en el fútbol semiprofesional. Por las tardes, se viste de oficinista y gestiona todo lo que implica ser uno de los dos máximos accionistas de un club de Primera RFEF. Nadie lo conoce como Jorge Andújar (Leganés, 1987). Para todos es ‘Coke’. Ha ganado tres Europa League con el Sevilla y fue capaz de marcarle dos goles al Liverpool de Jürgen Klopp en una final. Acostumbrado a pelear en el barro con el Rayo Vallecano, sueña con llevar al Atlético Sanluqueño al fútbol profesional. Para ello, no solo ayuda desde el palco, también lo hace desde el césped.
En España, no creo que hayan existido muchos más casos de un presidente que a la vez sea jugador del equipo.
La verdad que no lo he mirado, pero es un caso curioso. Nos hemos metido Juan (Cala) y yo en un proyecto que nos ilusiona y nos apasiona. Además, he decidido jugar a mis 36 años y ayudar al equipo en lo que se pueda. Siendo lo más profesional del mundo y estando siempre disponible para el míster.
¿Cómo llevas ser presidente y a la vez compañero de los jugadores?
A los compañeros les he dicho que cuando me vean vestido de corto, soy uno más. Además, soy un tío al que le encanta hablar, gastar bromas, convivir en las concentraciones… Llevo 18 años jugando al fútbol de forma profesional y soy dueño de un club desde hace poco más de un año. Todavía sigo pensando como futbolista. Igualmente, iremos viendo cómo se dan las diferentes situaciones. No sé si será fácil o no, pero creo que todos lo han aceptado con naturalidad.
Si tu nombre es Jorge, ¿por qué te llaman Coke?
No sé. Me lo dicen desde que tengo uso de razón. Empezó mi padre y ya se me fue quedando. En los equipos que jugaba también comenzaron a llamarme así y ya hay muy poquita gente que se refiera a mí como Jorge.
¿Cómo son tus primeros recuerdos con la pelota?
Siempre he estado pegado a ella. Mi hermano, ocho años mayor que yo, me cuenta que estaba todo el día enganchado a la tele viendo fútbol y también hemos roto alguna que otra cosa en casa. Empecé jugando en el Mirasierra y luego con nueve años entré en la cantera del Rayo. Todavía sigo teniendo grandísimos amigos de mi primer año en el equipo.
Pasas por la cantera del Rayo, subes al primer equipo y encima logras el ascenso. ¿Qué tiene ese club que lo hace tan especial?
Subí al primer equipo del Rayo y entonces estaba en Segunda B. Yo, que no había visto otra cosa, cuando salí fuera le di más valor a lo que tenía en casa. Era sentimiento puro de un barrio por su equipo. Estando en Segunda B, iban tres y cuatro autobuses de aficionados a Galicia, nos acompañaban en los aviones a Canarias… Era una gozada. Sentías que estabas en un equipo grande, con independencia de la categoría.
¿De qué equipo eras de pequeño?
A mí me gustaba el Madrid. Sobre todo, por Raúl González, que siempre había sido mi ídolo. Pero cuando ya empezamos a entrar en Vallecas y ver al Rayo en directo, yo era rayista y ya iba siempre con mi equipo.
“Cuando me fui del Rayo al Sevilla fue un cambio brutal. De repente, bajaba a la calle y me daba cuenta de que todo tenía otra dimensión. Ahí ya me conocía todo el mundo”
Para alguien futbolero, ¿cómo es vivir ese proceso hasta verse en la élite?
Es lo máximo. Ves que se van cumpliendo etapas como llegar al primer equipo, debutar, ascender… Y todo siendo del Rayo. Cuando me fui al Sevilla fue un cambio brutal. De repente, bajaba a la calle y me daba cuenta de que todo tenía otra dimensión social. Ahí ya me conocía todo el mundo.
Del Rayo a un Sevilla repleto de jugadores contrastados. ¿Te costó asimilar ese cambio?
Creo que sí. La exigencia era muy diferente. No llegué a un equipo cualquiera. El Sevilla ya había ganado la Europa League, la Supercopa de Europa y Copas del Rey. Tenía una exigencia muy superior de la que, por ejemplo, iba a tener ese año el Rayo en Primera División. Recuerdo que en el carnet de abonados de ese año se podía leer: “Siete años seguidos en Europa”. Encima, en mi primera temporada, jugamos previa de Europa League y nos eliminaron. Un varapalo para empezar que tienes que ir asimilando. Cuando te vienen mal dadas, creo que creces el doble.
¿Se nota mucho la presión de jugar en un equipo como el Sevilla?
Sí, sí. Sobre todo, al principio. No sé si por lo que todo el mundo espera de ti, porque evidentemente, tienes que dar un salto de calidad e ir creciendo. Las exigencias ya no eran las mismas. Mi época en el Sevilla va un poco en consonancia con ese crecimiento personal.
¿El compañero de equipo que más te ha sorprendido dentro del campo?
En el Sevilla tengo dos. En el último año antes de irse al Barça, Rakitic lo era todo. Un capitán que se interesaba por todos dentro del vestuario y que en el campo era muy completo. Venía a la creación de balón y se iba para arriba a hacer los goles. Luego, a nivel técnico, me quedaría con Ever Banega. Lo que le he visto hacer en un terreno de juego, en partidos importantes, se lo he visto a muy pocos. Hacía regates en situaciones en las que estábamos prácticamente en nuestro punto de penalti. El tío seguía regateando y aguantándola. Tenía una tranquilidad y una calidad fuera de lo normal.
¿Y el mejor rival al que te hayas enfrentado?
Por mi parcela del campo, creo que me tocó sufrir al mejor Neymar. Te encaraba 200 veces por partido. Para colmo, el juego del Barça era dominarte y luego crear espacios para que los buenos pudieran encarar. Y este, a parte de la velocidad y el regate que tenía, no se cansaba de encararte una y otra vez. Como no tuviera ayudas, lo pasaba regular.
Tiene que ser difícil ser una superestrella.
No me quiero ni imaginar ser una superestrella y aparecer en el centro de Madrid a tomarme una cerveza.
“A nivel técnico, me quedaría con Ever Banega. Lo que le he visto hacer en un terreno de juego se lo he visto a muy pocos. Hacía regates en nuestro punto de penalti. El tío seguía regateando y aguantándola”
¿Has llegado a estar dentro de esa burbuja donde viven muchos futbolistas?
No sé cómo se habrá visto desde fuera, pero siempre he intentado hacer cosas normales. Soy futbolista, pero aparte soy una persona normal, a la que le gusta bajar al barrio, tomar una cerveza con sus colegas o cenar fuera cuando puedo. También tengo muchísimos amigos fuera del fútbol. Eso es un anclaje que creo que ayuda. Es verdad que, en esta época de redes sociales, donde parece que cualquier cosa que hagas te pueden estar grabando en cualquier sitio, hace que los jugadores se aíslen todavía más y quieran pasar desapercibidos.
No has estado en una burbuja, pero sí en un sueño, cuando marcaste dos goles en la final de la Europa League contra todo un Liverpool.
Si me pongo delante de un papel esa misma mañana, hubiera escrito lo mismo que pasó después por la noche. Exactamente lo mismo. Además, remontando, con épica. Porque en la primera parte lo pasamos realmente mal. Luego en la segunda, creo que jugamos los mejores 45 minutos de ese equipo en toda la temporada. Y encima pude meter dos goles. Ni en los mejores sueños. Son momentos que hay estar agradecido por vivirlos y, sobre todo, por poder vivirlos con ese equipo. Éramos amigos y compartíamos todo. Recuerdo un inicio de año muy duro que nos unió mucho y luego la temporada la disfrutamos el doble, porque se hizo una piña muy buena.
Klopp no contaba con esta aparición estelar de Coke.
Tengo el recuerdo de él cuando estábamos nosotros calentando con las típicas dos filas, y el tío se quedó mirándonos a siete u ocho metros durante cinco minutos sin pestañear. Nosotros lo mirábamos medio de coña, medio desafiantes, porque no entendíamos muy bien qué hacía ahí tanto tiempo parado.
A parte de esa, has ganado otras dos Europa Leagues y en todas has sido determinante. En la primera ante el Benfica, marcaste tu penalti en la tanda. ¿Muy nervioso?
Para mí, esa fue la mejor de las finales. Mi mejor recuerdo, porque para muchos era la primera. Puedo acordarme de cada cosa que hicimos en el hotel por la mañana y del viaje en el autobús. Luego en el partido sufrimos, y ellos tuvieron unas cuantas, hasta que llegó la hora de los penaltis. Yo estaba muy tranquilo. Ese mismo año tuvimos otra tanda, contra el Betis, en la que también tiré y por suerte marqué. En aquel momento sí recuerdo ir caminando al punto de penalti sin saber ni siquiera dónde iba a tirar. En cambio, en la final contra el Benfica, estaba seguro de que lo metía. Aunque Oblak llegó a tocar el balón.
En la que jugasteis ante el Dnipró, además de Bacca, el hombre decisivo fue José Antonio Reyes.
Reyes era buenísimo. Tenía una cualidad que se la he visto a muy poca gente. La de saber cuándo tenía que ser el mejor del partido. Con él no tenías ninguna duda. Si en una semana había un partido contra el Betis, el tío llegaba al entrenamiento del lunes y era el mejor. También lo era toda la semana y luego el domingo marcaba la diferencia. Por eso estuvo tanto tiempo jugando en la élite. Luego, fuera del campo, era alguien alegre, no tenía una mala respuesta para nadie y muy abierto a todos los demás. Cuando llegó al Sevilla yo llevaba ya seis meses en el club. Venía de haberlo pasado mal en al Atleti y pensábamos: “a ver este cómo viene ahora”. Pero cayó en el vestuario con los brazos abiertos. Como si nunca se hubiera ido. Fue un verdadero privilegio tenerlo como compañero y amigo. Tristemente lo tenemos que echar de menos, pero doy gracias por haber podido compartir muchísimos momentos con él.
¿Cómo fue tu sentimiento de pertenencia al sevillismo?
De agradecimiento. Tanto como que, aunque evidentemente seamos del Rayo, mi familia y yo también somos y seremos siempre sevillistas. Lo que yo he vivido en Sevilla y el cariño que recibo cada vez que voy allí, en cualquier sitio, es inmenso. He pasado cinco años maravillosos. He podido disfrutar del mejor Pizjuán y, deportivamente, he tenido la suerte de conseguir cosas que nunca hubiera imaginado. Cosas que cuando eres niño piensas que solo lo vas a poder ver por la tele.
Te integraste tanto en Sevilla que acabaste formando parte de un grupo de teatro.
En Sevilla había momentos en los que me parecía que siempre hacíamos lo mismo y visitábamos los mismos sitios. Buscando alternativas, me apunté a un grupo de iniciación al teatro. Gracias a eso, conocí a gente maravillosa que se dedicaba a profesiones diferentes. Pero, sobre todo, a personas que, estando en Sevilla, no tenían ni idea de fútbol ni de quién era yo. Con lo cual las conversaciones eran siempre de otras cosas. Porque a los que nos gusta el fútbol, cuando nos juntamos, siempre acabamos hablando de lo mismo. Ese era el momento de la semana para desintoxicarme del fútbol, conocer gente nueva y aprender de otros trabajos que admiro. Algunos como Sergio, mi profesor en aquel momento y actor de teatro, han acabado siendo amigos.
Existe un mantra que dice que los futbolistas solo saben darle patadas a un balón. ¿Has coincidido con muchos que se interesen por la cultura?
Yo también he tenido mi época, con 19 años, de estar todo el día jugando a la Play. Al final, dentro de un grupo de 25 jugadores, hay de todo. He ido con muchos compañeros a teatros, a conciertos y con algunos he intercambiado libros. Como en cualquier grupo de personas, habrá gente con determinados gustos que se parezcan más o menos a los tuyos.
¿En los vestuarios se discute de política?
Sí, por supuesto. Pasamos mucho tiempo juntos. Yo, por ejemplo, que soy camillero y me gusta pasar ratos con los fisios para tratarme cualquier dolor, siempre estaba metido en el lío. Esa sala era perfecta. Allí es donde se producían las mayores disputas hablando de cualquier cosa. Era para estar todos los días y no perderte ni una.
“He ido con muchos compañeros a teatros, a conciertos y con algunos he intercambiado libros. Como en cualquier grupo de personas, en un vestuario hay gente con gustos que se parecen más o menos a los tuyos”
¿Por qué crees que los jugadores no suelen mojarse con determinados asuntos?
Pienso que, a veces, el deporte debe estar separado de otros asuntos. Está muy bien identificarse con ciertas causas, pero no siempre tenemos que estar en la guerra permanente. Ahora, por Twitter, parece que todo el mundo tiene que tener una opinión sobre algo. Yo lo siento mucho, pero no creo que mi opinión sobre determinados temas sea relevante. Seguramente a la gente le importará tres narices lo que piense. Yo las redes sociales no las tengo para debatir sobre la política del PP. De eso ya debatiré en mi casa o con mis amigos cuando me apetezca. Después, también hay asuntos que merecen todo el apoyo del mundo y que todos nos unamos para luchar contra eso. Una cosa no quita a la otra.
A Borja Iglesias le llovieron palos por el simple hecho de pintarse las uñas y hace poco fue protagonista en una campaña contra la homofobia en el fútbol. ¿No hay gais en el fútbol?
Que yo sepa, nunca he tenido un compañero homosexual. No sé si la educación que hay en el mundo del fútbol hace que las personas homosexuales se acaben separando de ese camino porque no se sienten a gusto. Cuando no estás bien en un sitio, no te desarrollas, ni profesional ni personalmente, con todas tus habilidades. Yo no me he enterado de ningún compañero que sea gay.
Por simple estadística tiene que haber jugadores homosexuales.
Sí, seguro. Si yo tuviera un compañero gay en el Sanluqueño y él algún día me lo quiere decir, pues perfecto. Me da exactamente igual que le gusten los chicos, las chicas o nada. A mí lo que me importa de verdad es que sea bueno conmigo y honesto con los compañeros. Ya está.
¿Crees que el fútbol de hoy es mucho más abierto que cuando tú empezabas en el Rayo?
Quiero pensar que sí. Yo siempre intento separar al entorno de lo que es el fútbol. Al final, ese entorno es la sociedad en sí. De 30.000 espectadores que van al estadio, alguno se equivoca con un comportamiento y al final se tacha al fútbol. Pero es que esa persona trabajará para una empresa, tendrá su familia y habrá ido a determinado colegio. Pues el señalado es el fútbol. No me parece bien. En lo que respecta al racismo, nosotros estamos acostumbrados a convivir con muchísimas culturas y con personas de otros lugares. Cuando ocurre algún problema dentro de un grupo de 25 y se le falta el respeto a alguien, se intenta solucionar y se acabó.
¿Qué tipo de líder eres dentro del vestuario?
Creo que soy un tío llano, al que le encanta hablar con toda la gente. Un profesional que cuando hay que estar serio, lo está. Me gusta predicar con el ejemplo pero, sobre todo, con la palabra. Cuando soy capitán, me gusta que haya un grupo homogéneo, que todos vayan a una y se cumplan unas reglas de convivencia. Pero a través de la palabra, no soy de ponerme a gritar en medio del vestuario o empezar a pegar golpes. No creo en ese tipo de líderes de estilo imperativo.
En tu primera experiencia en el extranjero, con el Schalke 04, te rompes el ligamento cruzado al poco de llegar. ¿En qué situación te quedas cuando ocurre algo así?
Sí, además me rompí estando en Austria de pretemporada. Recuerdo que pasé tres días solo en la habitación sin querer bajar ni para comer. A mis compañeros los conocía de hacía cuatro días. Fueron momentos muy complicados. En Alemania no tenía ni piso y el club me concedió el permiso de recuperarme por mi cuenta en Barcelona. Fue justo allí donde, a través de un fisio del doctor Cugat, conocí a Javi, mi psicólogo. Desde entonces trabajo con él. Aunque ahora ye tenemos otro tipo de relación, me ha ayudado muchísimo dentro y fuera del campo. Incluso para el proyecto en el que estoy ahora inmerso. Llevábamos tiempo trabajando para cuando diera el paso hacia el más allá. Hacia dejar el fútbol.
A veces os quedáis en el limbo cuando se os acaba la carrera.
Claro. De hecho, el Sanluqueño para nosotros comenzó siendo ese pasito en el camino para que, cuando dejáramos el fútbol, pudiéramos aportar todo lo que habíamos aprendido en nuestra carrera. Ahora se ha dado la circunstancia de que yo entreno por la mañana, suelto las botas, y me voy para la oficina a llevar el club hacia delante. El futbolista acaba una carrera de muchos años y, de un momento a otro, pasa a no tener nada y con toda una vida por delante.
¿Qué costó más, convencerte para ser presidente o para ser jugador?
Lo de jugador ya lo tenía claro. En Ibiza estaba muy a gusto, aunque las cosas deportivamente no fueran bien, pero yo sentía que me estaba perdiendo algo muy bonito viviéndolo desde la distancia. A no ser que me saliera algo irrechazable, iba a jugar aquí. Para entrar como máximos accionistas, ahora cuando se haga la conversión a sociedad anónima, ahí sí tuve más dudas. Juan es verdad que tiene un poder de convicción importante y me metió en el ajo. Ahora estoy muy contento, porque también veo cómo mi familia disfruta y me ve disfrutar.
¿Cómo acabasteis tan unidos uno de Madrid y otro de Lebrija?
Cuando conocí a Cala no lo entendía ni en la quinta frase que me repetía. Nada. De Lebrija y, encima, cerrado, pues imagínate. Yo decía: “¿Este tío qué me está contando?’ Y ahora ya lo entiendo con una mirada o incluso antes de que esta suceda. Además, somos socios en otros negocios y nos llevamos muy bien. Confiamos mucho el uno en el otro. En muchos aspectos, él es mi prolongación y yo la suya. Estamos muy contentos de este nuevo paso que hemos dado.
“Estar en el futbol profesional sería una repercusión a todos los niveles, para el club y para la ciudad. Pero hay que ir paso a paso. Hace poco sacamos el número de socios y somos 1.900”
No ha ido mal la cosa. En prácticamente un año ya habéis conseguido el ascenso a Primera RFEF.
Sí, tiene mucho mérito. Sobre todo porque estábamos en una situación económica muy complicada. El club tenía una multa de la Seguridad Social a la que había que hacerle frente y era innegociable o el club desaparecía. El año pasado con el ascenso, lo disfruté muchísimo desde la distancia, aunque el play-off sí pude vivirlo de cerca. En el último partido en Vitoria lo pasamos realmente mal, pero al final lo disfrutamos y montamos una fiesta a la altura de los jugadores. Este es el punto de partida. Ahora estamos en una categoría preciosa y vamos a ver si podemos ir asentando las bases de algo que pueda ser muy bonito en el futuro.
¿El objetivo es llegar lo más arriba posible?
Hombre, sin ninguna duda. A nivel deportivo, por supuesto. Y a nivel de club, empresa, está claro que también. Estar en el futbol profesional sería una repercusión a todos los niveles, para el club y para la ciudad. Pero hay que ir paso a paso. Somos conscientes de dónde estamos. Hace poco sacamos el número de socios y somos 1.900. Vamos a competir con equipos que, prácticamente sin esfuerzos, llegan a 15.000 socios y tienen una ciudad detrás de 500.000 habitantes. A nuestro estadio todavía le faltan cosas por pintar y tenemos gradas supletorias, pero le vamos a plantar cara a cualquiera.
Volver a jugar en esta categoría y en un sitio como Sanlúcar, ¿es como regresar al fútbol de tus inicios?
Sin ninguna duda. He crecido en el Rayo siendo el tercer equipo de Madrid en cuanto a números y, ahora en Primera RFEF, somos el equipo pequeño, pero que tenemos que dar mucha guerra a clubes históricos que han estado en Primera. Y se la vamos a dar. Aunque seamos conscientes de nuestras limitaciones, estas no nos tienen que impedir soñar y aspirar a lo más alto.
¿Qué me dices del fútbol femenino?
He tenido la suerte de estar en el Rayo y en el Levante, donde el fútbol femenino siempre ha tenido mucho peso. La progresión del femenino ha sido increíble con respecto a hace 15 años, cuando yo empezaba. Ahora ves a chicas que han crecido en una educación relacionada con el futbol y eso hace que estén donde están ahora. El fútbol femenino español está en lo más alto y eso es porque se ha hecho una apuesta a nivel de formación, que es lo más importante. Paco Cala, tío de Juan, es el encargado de la cantera. Nuestra sección femenina está creciendo un montón. Este logro de la selección hará que muchas chicas vean a referentes femeninos en el fútbol y quieran ser como ellas, que es lo que nos ocurría a nosotros cuando veíamos el futbol masculino.
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