Llevo unos días tirando la cuchara a la basura y el yogur al fregadero. Una simple acción que hace que me replantee mi existencia durante unos minutos. Es una situación bastante incómoda. Busco en internet. No encuentro la solución a mi problema. Es más: pone que tengo dos enfermedades irreversibles y que moriré en poco más de un año. Cierro el ordenador. Le pregunto a mi madre, vallecana y curtida en mil batallas. “Hijo, eso es porque tienes mil cosas en la cabeza. Déjate de tonterías y lava los platos”. En casa fregamos a mano, a lo Isi Palazón. Mientras lavo la vajilla, analizo las palabras de mi vieja y recuerdo los pensamientos que me han quitado el sueño durante la semana. Primero, el dolor de cabeza que me produce que guion no lleve acento. El segundo y más importante, la pérdida de la tradición de vestir la camiseta por dentro en el mundo del fútbol.
Puede parecer un detalle de otro tiempo, pero la elástica por dentro del pantalón es una oda a la elegancia. Es la mejor manera de llamar la atención sin querer llamarla. Es entrar al campo con la misma seguridad que Cristiano Ronaldo cuando sonaba el himno de la Champions. Es jugar con Las Cuatro Estaciones de Vivaldi de fondo. Es más clásico que el patrocinio del Celta con Citroën, Inter con Pirelli o Zaragoza con Pikolin. Es salir de casa con la cara de quien sabe que tiene para elegir. Es una combinación entre calma y locura, como Iniesta escuchando el silencio antes de marcar en la final del Mundial o tirar un penalti a lo Panenka.
Puede parecer un detalle de otro tiempo, pero la elástica por dentro del pantalón es una oda a la elegancia. Es la mejor manera de llamar la atención sin querer llamarla
Si te pregunto algo sobre arte, me responderás con vídeos de James Ward-Prowse lanzando tiros libres, pero nunca has visto a Juninho Pernambucano. Si te pregunto por jugadores, supongo que me darás una lista de tus favoritos, pero no puedes decirme que se siente al ver jugar a Kaká y que te invada la felicidad. Si te pregunto por el amor, me citarás los títulos de tu equipo, pero nunca has mirado a Andrea Pirlo y te has sentido vulnerable. Todos y cada uno de ellos tenían algo en común, la gente les trataba de monsieur y vestían la zamarra por dentro. “Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”, dice Roy Batty en la película Blade Runner, definiendo a la perfección la marcha del fútbol clásico. El de bar. El de previa y sobremesa. El de medias bajas y botas negras. El de camiseta por dentro y elegancia por fuera.
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Fotografía de Getty Images.