No había ordenadores y, los pocos que existían, pertenecían a los chicos que habían logrado hacer creer a sus padres que iban a poder estudiar mejor con uno de ellos. Sólo nos interesaba que cumpliera unos requisitos mínimos… los de nuestro querido PC Fútbol. Ésta es la crónica diaria de uno de los miles de niños atrapados en el vicio más futbolístico y saludable que toda España recuerde y de cómo el ‘culpable’ desvela cada detalle de cómo lo consiguió. ¡Qué feliz era la vida por entonces!
Calor, persiana bajada hasta alcanzar la penumbra de la sala y ventana abierta para que la ligera brisa que osara entrar, sofocara la temperatura. Descamisado, con una botella de agua bien fría haciendo las veces de asistente y con la puerta entreabierta para escuchar las pisadas que podían recorrer el largo pasillo. Un ojo puesto en la pantalla y otro en el exterior. La mente intenta dividir funciones, repartir tareas y no desconcentrarse para evitar problemas pero, al cabo de unos minutos, la alarma baja y la capacidad de atracción del ratón me secuestra. Estoy vendido. A la bronca, al castigo que recibiría si, por enésima vez, volvía a ‘colarme’ en la habitación de mis padres para pasarme todo el día delante del ordenador. Me habían prohibido hacerlo, me había costado varias pagas sin cobrar y numerosas riñas que soportar, pero no había manera de controlarme.
Así, absolutamente entregado al entretenimiento y asumiendo las graves consecuencias que podía depararme, pasé días, horas, muchísimas aunque nunca demasiadas, de mis veranos infantiles. Para mi madre me había convertido en una especie de epiléptico atrapado a ese “cacharro venenoso” que me robaba la energía para transformarme en un ser sedentario y ermitaño. ¡Cuántas veces la escuchaba avanzando de puntillas por la casa hasta llegar a aquella habitación y pillarme in fraganti! Se acabaría riendo porque lo que para ella era una peligrosa atracción hacia la pantalla de aquellos curiosos ordenadores de finales de siglo, para mí era el primer amor real, probablemente el único de mi vida, por los videojuegos. Y la excusa de la industria no había sido el último superhéroe ni el último espía salvavidas, sino un concepto tan sencillo como adictivo de lo que ya amaba, el fútbol. Aquellas horas son y serán siempre para mí. Era el PC Fútbol.
Si la pasión del fútbol ya me había engendrado su semillita en esos años de adolescencia, la aparición de aquel mánager de gestión deportiva que me permitía ponerme en la piel del presidente, entrenador, ambicioso juvenil o estrella del equipo de mis amores, lo desató hasta límites metafísicos. Unos días era Nevio Scala (sí, no me preguntéis por qué pero recuerdo perfectamente que aquel nombre me cayó en gracia y lo usaba como símbolo de máxima profesionalidad) intentando acechar la Champions League, otros era el nuevo Silvio Berlusconi proyectando una escuela futbolística impulsando a quienes tenían nuevas ideas para mi club y otros, los que más me gustaban, era un simple entrenador primerizo que quería romper las barreras de la historia ascendiendo y sumando gestas imposible como mi Talavera CF. ¿Y cómo lo hacía? Con ayuda de un bien organizado staff de asistentes, preparadores físicos, especialistas tácticos y, desde luego, trabajando mano a mano con el director deportivo y con mi querido ojeador. Tratar de sacar jóvenes perlas de la cantera criadas bajo mi tutela para que pudieran incorporarse al primer equipo y progresar hasta donde nadie imaginó. No solo esto era lo que más apreciaba de mis partidas, sino que era verme reflejado en aquello que yo, aún por entonces futbolista, soñaba cumplir. Y así llegaban muchos nombres que todavía puedo recordar. El encargado de rastrear el camino de esos posibles cracks del futuro tardaba muchos meses en lograr avisarte de que alguna posibilidad andaba suelta y allí surgieron Leo, Zangirolami y, sobre todo, Usandi (un killer que se convirtió en semi-dios muchísimas tardes de mi infancia).
El paso de los años me permite recordar con un afecto único esos momentos que, a pesar de intentar recuperar en varias etapas de mi vida, jamás logré. Los sueños de ascensos, títulos y estadios gigantescos se terminaron allí para mí. Pero mi generación fue tan marcada que aquel fútbol puro a golpe de ratón traspasó lo virtual a lo auténtico, lo tácito a lo verídico, lo utópico a lo real. Nuestro sueño lo cumple hoy Gaby Ruiz. ¿Por qué? Porque Gaby, amigo de quien escribe desde hace tiempo pero sobre todo, enamorado del fútbol en todas sus vertientes, siempre soñó e imaginó un mundo único. Uno en el que un usuario pudiera sentirse presidente, entrenador, director deportivo y hasta un dios sempiterno de cualquier club del planeta. Y lo pensó e imaginó tanto, que lo acabó convirtiendo en realidad. Él fue el creador de PC Fútbol y ahora, curiosamente, quien inventó cómo entretenernos infinitamente fichando los mejores futbolistas para nuestro club, es ahora quien se dedica a generar información, detalles y todo tipo de notas de los futbolistas que ficha el Leeds United, el club donde es uno de sus ojeadores. El sueño elevado a la enésima potencia. Un salto con doble tirabuzón invertido y con los ojos tapados.
“Todo empezó con un tío mío, que vive en Londres en los años 80, donde los primeros ordenadores personales están apareciendo porque no son un elemento de nuestras vidas aún y sólo hay algunos muy escasos por allí. Un día nos trae uno, mi hermanos empiezan a toquetearlo y aprenden a programar porque les encantaba ese mundillo. Viajan a Londres varias veces y en uno de esos viajes, traen un Manager. Así se conocían los pocos juegos que había sobre fútbol y que llevaban un mecanismo rudimentario comparado con lo que hay hoy en día, pero eran muy efectivos para hacer disfrutar y divertirse fácilmente. Yo empecé a trastear con ello y a la semana, mi madre me daba por perdido. Yo llegaba del colegio, me ponía a jugar con el ordenador y hasta que me iba la mañana siguiente a la escuela de nuevo. Un caos pero una diversión tremenda”, recuerda Gaby, cuyas palabras nos cicatrizan en la piel como parte de nuestras heridas temporales por el tiempo que quedó atrás y por las enormes anécdotas que todos guardamos de aquellas partidas interminables de fútbol junto al ratón que, por momentos, pensamos que era parte adherida de nuestro cuerpo y una prolongación añadida de nuestra locura.
“Unos años más tarde, tras ese vicio y una adicción total, les dije a mis hermanos que ellos podrían hacer algo así y que sería un éxito. El primer juego que me trajeron, era para Sprectrum, lo más primario de la historia de los Managers. Eran unos gráficos infames pero si nos ponemos en la España de los 80, era brutal. Se me ocurrían mil cosas y así lo fui proponiendo a mis hermanos más las cartas que siempre nos enviaban los aficionados, porque nos nutríamos mucho de eso. A mi no me gustaba poner en el mercado un videojuego sin más y decidí que había que tener una base de datos de calidad y capacidad para que marcara diferencias. Yo había entrado en contacto con la cultura del fútbol inglés y había viajado a Londres, donde recababa información de todo tipo. Yo quise implementar una información adicional, historial, de clubes y temporadas, para los jugadores y demás”, destaca el creador de tal mastodóntico sueño, separando detalles que marcaban el paso de un pequeño loco del fútbol que iba a conseguir transformar no sólo los videojuegos sino la educación futbolística del país, que empezó a girar hacia un estilo diferente, de datos, de estadísticas, de detalles, de fichajes, de rumores… Estaba naciendo el gigantesco PC Fútbol en la cabeza de un chaval madrileño devorado por un ordenador que le hablaba al oído por las noches.
“He conocido después a muchos jugadores profesionales, que me han dicho: ‘¿Tú eres el del PC Futbol? ¡Cabrón! ¿Por qué me pones una media tan baja?'”
“Cuando salió todo a la venta, éramos muy pocos y fue muy duro. Mi hermano me perseguía para hacer la base de datos en aquél verano del 92. Trabajaba por entonces de becario del Marca y, en ratos libres, iba escribiendo la base de datos… en papel. No había ordenadores para ello porque no se mandaban mails ni estas cosas. Me iba a la oficina por la noche y yo escribía los textos. Todo muy arcaico pese a que nos sintamos aún jóvenes. Y hacer esa base de datos muy tan duro como reconfortable”, destaca.
A nivel personal, diré que mis eternos momentos delante de aquél PC Futbol, me enamoraron de una de aquellas ‘misiones’ que podías encargar a todo el staff que contratabas para tu club. Se trataba del ojeador, del encargado de encontrar perlas de futuro en todo el mundo y proponerte sus fichajes. Pronto entendí que allí estaba una de las armas del juego que, por su naturaleza cronológica y atemporal porque nunca termina, tenía que ir renovando las estrellas del fútbol sí o sí y uno de los mecanismos para hacerlo era aquel ojeador. Pronto descubrí que Leo era un lateral que se convertiría en estrella, que Zangirolami era un central brutal y, sobre todo, que Usandi era el 9 del futuro y que si tu ojeador lo encontraba, le tenías que fichar y dar partidos porque se iba a revalorizar hasta el máximo como el mejor goleador planetario. ¿Cómo se le ocurrió esto a su creador?: “Todo estaba fuera de mi control, porque los programadores del juego no sabían nada de fútbol. Pero de verdad. Es que no sabían ni quien era Butragueño. Y yo les tenía que enseñar eso con mis escritos pero, sobre todo, haciéndoles ver que si Butragueño tenía 35 años ya tenía que retirarse y que su lugar en el videojuego tenía que cubrirlo otro. Y así en todos los clubes y así en todo el juego. Era crear un panorama nuevo cada año en base a la inteligencia artificial para recrear un universo futbolístico. Todo, a base de documentos interminables. Yo detallaba hasta la última coma de cómo funciona el mundo del fútbol. Cuando pasan los años, se retiran y yo se lo explicaba. Había que inventar un sistema donde los jugadores se reproduzcan. Y para eso, había que inventar mecanismos y aquellos jóvenes eran los nuevos valores al alza porque aparecían por la ‘muerte’ del resto”, detalla, apuntando con enorme detalle cada punto de todo ello con el cariño de quien se aprecia que estaba absolutamente enamorado del proyecto.
Y también, de quienes tuvieron cada detalle en cuenta no sólo del juego, sino de cómo hacerlo viral, cercano y accesible a todo el mundo. La idea fue mirar a ese lugar donde hoy nadie se asoma, los kioscos, que por entonces eran reclamo sencillo para todo tipo de sueños futbolísticos por la enorme prensa que vendían pero, desde entonces, también el reclamo número uno para los amantes del fútbol en el ordenador: “Sí, la táctica de utilizar los kioscos y lugares así fue determinante y de ahí se explica que PC Fútbol se vendiera con una revista. Porque para estar en esos locales, tenía que ser editorial, por ley. Si solo lo hubiéramos vendido en tiendas de informática, no se hubiera prodigado y nunca hubiera sido un éxito. Al venderlo en kioscos, fue mucho más cercano. Eso y el precio, pues mi hermano tenía claro que la única manera de evitar la piratería era poner el precio muy bajo. Y así fue”, persevera Gaby, que en todo momento sonríe como aquél niño que perdía horas de sueño y acumulaba ojeras por culpa, o gracias a, esa adicción futbolera de sus madrugadas.
Sin embargo, la fabricación plena de aquel juego, le llevó a tener que escribir sobre miles de jugadores. Y algunos detalles de esos jugadores, nacen en noches futbolísticas que, aún hoy, recuerda al detalle: “Yo ya conocía por esa época a Julio Maldonado, ‘Maldini’. Y me fui a su casa de Madrid cuando éramos unos jóvenes alocados por el fútbol. Allí veíamos partidos raros. Y una noche de esas, nos pusimos a ver un Huachapéate-O’Higgins de la Liga Chilena. Había un jugador argentino, maravilloso técnicamente y decidimos meterle en el PC Fútbol y era uno de los jugadores que aparecía para contratar posteriormente en el juego, del O`Higgins de Rancagua de Chile”, sonríe recordando. Aunque también sabe que otras veces, el paso del tiempo, le exigió tener respuestas rápidas cuando los futbolistas le encontraban y le decían que no merecía una media tan baja en el videojuego: “He conocido después a muchos jugadores profesionales, que me han dicho: ‘¿Tú eres el del PC Futbol? ¡Cabrón! ¿Por qué me pones tan bajo?’ Me lo dijo Quique Sánchez Flores y, por ejemplo, Luis Enrique, que era un alocado del juego, un viciado terrible, que me dijo una vez cuando presentamos el juego de la selección española, que él merecía más y que esa media era muy baja. Y todo eso me lo dijo mientras jugaba conmigo. Todo era un sueño la verdad”.
Y es cierto que resulta complicado hacer ver a los jóvenes de ahora que antes apenas había ordenadores, que los que había eran muy caros que no era posible tener datos de ningún tipo y que, realmente, como dice Gaby, “éramos mucho más paletos que ahora”. Por eso, lo que generó aquél PC Fútbol iba mucho más allá. A mi, por ejemplo, me enseñó a conocer qué memoria RAM tenía mi ordenador, qué necesitaba de memoria caché, qué placa base tenía y hasta conocimos las palabras Pentium (I, II o III en la época), gracias a que PC Fútbol tenía unos requerimientos básicos. Esos que, cuando llegabas a la tienda para comprarte el ordenador que previamente habías hecho creer a tus padres que iba a ser para estudiar mejor, enseñabas a la persona que te atendía. Te miraba, te daba lo que buscabas con todo detalle y, cuando salías por la puerta con tu ordenador, no te decía nada de la máquina que te acababa de vencer, sino de lo que ibas a hacer con ello: ¡Adiós! ¡Que disfrutes del PC Fútbol!
En el programa-podcast Nº5 de ElEnganche en SpainMedia, estuvieron con nosotros: Gaby Ruiz (periodista deportivo que trabaja hace varios años como ojeador de clubes profesionales y actualmente en el Leeds United), Jaume Esteve (especialista en videojuegos) y Hernán Montoro (aficionado al PC Fútbol y cuya vida cambió por completo debido a ello).