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Paciencia, que ya llegaremos

Los atascos que se dan en las carreteras indias son infernales, pero hay que tomárselos con filosofía. Nuevo capítulo del blog del futbolista Jofre Mateu

No sé hasta qué punto la capacidad de perdonar está relacionada con la bondad. Las miradas y sonrisas en contraste con la piel oscura no sólo les dan una belleza exótica, sino que añaden un punto más de ternura que reblandece las reacciones, por no decir los cabreos.

En el lugar de donde yo vengo la gente corrige errores, recrimina acciones e incluso se atreve a evaluar para opinar si algo es o no correcto. Competimos por hacerlo mejor que el que está al lado y aparece la frustración si el que tiene éxito es otro y no tu. Es muy difícil circular con tu moto durante 5 minutos sin que nadie te diga si vas demasiado lento o demasiado rápido. Cuesta ver un entrenamiento o una tarea sin encontrar alguien que no aprueba lo que está viendo, o argumentar que le gustaría cambiarlo. Y si tienes intención de jugársela a alguien, lo consigas o no, olvídate.

Hay ocasiones en las que es necesario protegerse. En este caso debes conocer la regla de los 21 pies, que puedes encontrar aquí.

En la India no recorres ni 10 minutos sin oír una bocina, pero ninguna de ellas va acompañada de un conductor detrás refunfuñando, simplemente avisan. Mucho, sin parar, tantas veces como se imaginen y más, pero sosegado. El claxon aquí es una herramienta de aviso (para mentes emprendedoras, un taller de claxon en India es un negocio infalible). Tanto es así que las hay hasta lúdicas; los coches más o menos estándar, las motos algo más suaves (pitidos o pitiditos), y los camiones y autobuses con melodía estridente. Reproducen el sonido de las ferias cuando es el momento de echar la moneda porque empieza el tiempo de la atracción. Al ser los que si vienen lanzados no frenan, pues te lo dicen con musiquita para que te lo tomes bien, si luego pasas ya te lo han advertido de una manera bonita.

El otro día estuvimos parados en un cruce después de una hora de cola antes de entrar en Panjim, lloviendo, porque resultó que dos chicos se habían bajado de un camión y, a falta de un urbano, cortaron el carril por donde no venía su vehículo para que el tráfico en su sentido avanzara. Y así se quedan todos hasta que pasa el camión y la pareja de mozos se vuelve a su camión para seguir parado unos metros más adelante. Así se quedarían, no sé si porque saben que de poco sirve avanzar primero para estar parado un poco más adelante, porque llovía bastante, o porque directamente ni saben qué pasa ni se preocupan por ello. Paciencia, que ya llegaremos. Pero la cuestión fue que ese día dieron con un servidor, que ha mejorado mucho en paciencia, pero después de una hora de coche, tampoco accede a según qué. Así que me bajé de mi coche, y como no podía ser de otro modo, les invité amablemente a que se volvieran a su camión y que el tráfico avanzara según se fuera dando, sin intervenciones interesadas. Fin de la cita con sarcasmo.

 

El compañerismo indio merece una mención. El apoyo que recibes de un miembro local de tu equipo, seas o no extranjero, juegues o no en su misma posición, tengas más o menos relación con él, le hayas tratado peor o mejor, es siempre máximo

 

Otro día a la salida del entreno también estuvimos casi dos horas para recorrer un trayecto que normalmente nos ocupa 25 minutos. Dedujimos que fue un accidente porque no es una carretera muy principal. Pero resultó ser una confusión, nadie supo por qué, pero llegado un momento  circulaban 3 filas de coches por un solo carril. Cuando se encuentran con uno parado delante, pues a veces avanzan por la izquierda si hay espacio, otras por la derecha invadiendo sentido contrario hasta que viene otro de frente, van sorteando el tapón. Pero como no puede ser de otro modo, muchas veces acaban haciéndolo mayor. Pero nadie grita. Se les intentan colar por ambos lados, les obligan a apartarse o a retroceder, y lo hacen, sin enervase. Como es eso de; dos no se enfadan si aprecian su tiempo. O algo así.

El compañerismo indio merece una mención. El apoyo que recibes de un miembro local de tu equipo, seas o no extranjero, juegues o no en su misma posición, tengas más o menos relación con él, le hayas tratado peor o mejor, es siempre máximo. Son alucinantes. Cómo se alegran de los éxitos comunes, de los de los demás, cómo ayudan. Jamás he visto una mala cara, una mala palabra a un compañero, al contrario. Defienden todos los errores del otro, entienden cualquier reacción y perdonan. Pero de verdad, sin rencor, sin guardar nada. Puedes discutir con ellos, gritarles por algo que te ha sacado de quicio y después olvidan el momento y como si nada.

Hay veces que te hacen dudar si lo recuerdan de verdad, porque puede ser que después de lo que le dijiste ayer hoy estén invitándote a comer, sin segundas. Y adivino que se preguntan cual es tu problema al ver tu cara de incredulidad.  También se podrá discutir si eso es ser competitivo. Para mí si lo son, a su manera claro, pero nos meteríamos en otro texto entero. Además ¿que es ser competitivo? Si es ganar como sea a cualquier precio yo lo soy menos que ellos, y nunca querré serlo.