“Cuando saltas al campo te sientes libre. Liberté significa libertad. Y es precisamente eso de lo que va el torneo. Sentirse libres”, explica Ary, uno de los creadores de la Liberté Cup, la competición futbolística que este sábado se disputará en Grande-Synthe. “¿Por qué el fútbol? Porque es el mayor deporte del mundo; porque es, quizás junto a la música, el único lenguaje universal”, añade Joe, su compañero en esta aventura que, tras un año de preparativos, está lista para vivir su primer capítulo. El primero de muchos: hay trabajo por hacer.
Grande-Synthe es una localidad de Dunkerque, al norte de Francia, en la que se erige un campo con unos 800 refugiados que fue levantado en marzo para sustituir a su insalubre e indigno predecesor –situado a escasa distancia del actual. Esta mejora fue posible gracias a la iniciativa de las ONG, que decidieron actuar ante la parálisis de los poderes gubernamentales galos, que incluso amenazaron con cerrarlo al considerar su construcción “precipitada”. Hoy, la percepción del campo de Grande-Synthe entre los dirigentes franceses parece haber cambiado, y se toma como modelo para la construcción de un nuevo campamento cerca de París.
“Cuando saltas al campo te sientes libre. Liberté significa libertad. Y es precisamente eso de lo que va la Liberté Cup. Sentirse libres”
Allí, a 30 kilómetros de la llamada ‘Jungla’ de Calais –un miserable campo de refugiados donde se acumulan entre 7.000 y 9.000 personas que ansían cruzar el Canal–, gran parte de los nuevos habitantes de Grande-Synthe, en su mayoría kurdos de Siria e Iraq, esperan (o esperaban) también su oportunidad para poner sus pies en el Reino Unido, una suerte de ‘tierra prometida’ donde muchos aseguran tener contactos, familiares o amigos, que les ayudarían a empezar de nuevo. Pero Europa tiene otros planes para ellos. Tras el endurecimiento de la política en esa frontera, parece que su destino ha virado hacia el sur, ya sea hacia París o hacia los puntos más meridionales del hexágono. Tras el refuerzo de los controles en las instalaciones portuarias y el túnel que une la isla y el continente, la cifra de migrantes que se acumulan en ese territorio norteño no deja de crecer. ¿La solución? Hoy ya está en marcha la construcción de un muro junto a la ‘Jungla’. Otra pared como respuesta.
CONTRA EL PREJUICIO
Mientras la política europea sigue tendiendo hacia el blindaje, Joe y Ary, dos creativos de una oficina londinense, han dado con una manera de invertir la percepción que se tiene de los refugiados a la vez que dan voz a esas personas que pretenden algún día iniciar una nueva vida en su país. “No se trata de una campaña política, no se trata de abrir las fronteras. No es un acto de caridad ni pretende inspirar pena. Consiste en darles apoyo y tratar de cambiar la imagen que se tiene de ellos”, cuentan, parafraseando el manifiesto del campeonato. Y tan importante como que ellos puedan hablar es que nosotros, los ciudadanos europeos de pleno derecho, podamos escuchar. Compartimos el idioma –el fútbol– y el mensaje es claro y evidente: detrás de las cifras, de los números, del reparto de unos y otros en nombre de una solidaridad a veces forzada e impostada; detrás de las falsas promesas y la buena o mala voluntad; detrás de los debates, las frases grandilocuentes y el rédito político que unos y otros puedan sacar; detrás de todo ello, hay gente normal que llevaba una vida normal y que aspira a volver a llevarla. Gente que, como nosotros, también disfruta del fútbol. Así lo resume Ary: “No es una competición al uso. Uno ganará, sí, pero eso es lo de menos. Lo que nosotros nos planteamos desde el principio es enviar un mensaje de solidaridad”.
El funcionamiento del torneo es sencillo: siete equipos, formados por franceses, ingleses e irlandeses, hombres y mujeres, que se mezclarán con los refugiados y tendrán a uno de los habitantes del campo de Grande-Synthe como capitán. Este, el de la capitanía, es una de las pocas concesiones que los organizadores hacen al simbolismo y la metáfora. El resto sale jugando, de forma natural. Jugar por el placer de hacerlo, pero hacerlo juntos, en igualdad, recordando que el del balón es un deporte cooperativo. Y que uno no coopera si existen las fronteras del miedo y la desconfianza. Y si uno no coopera, no gana. Tomando al fútbol como aliado, todo es más fácil de explicar: además de ser un deporte de alcance y comprensión planetarios, es a su vez un arma poderosa en lo mediático, quizás la más potente que existe en Europa. En Reino Unido, la cadena privada ITV ha decidido apostar por el torneo y apoyar su mensaje. Con la colaboración de la productora COPA90, emitirá un documental que dará voz a los refugiados de Grande-Synthe. El proyecto sigue adelante y gana adeptos. Leo Messi le ha dado su apoyo público, y personalidades del fútbol como Éric Cantona también se han mostrado dispuestas a colaborar. El balón quiere seguir rodando: “Para nosotros, esto es una fase inicial, es el principio. Si en un futuro lo pudiéramos hacer en París, tendría más repercusión y habría más opciones de que los grandes clubes se involucraran”, explica Ary.
De momento, gracias a la buena disposición de las autoridades de Grande-Synthe, la Liberté Cup podrá hacer uso del Stade du Moulin, un complejo de 1.400 localidades cuyos gastos derivados correrán a cargo del municipio. Además, la competición dispone de un campo de entrenamiento que los jugadores ya hace semanas que utilizan. Un terreno de juego que, por cierto, no verá sus luces apagadas el sábado por la noche; seguirá estando disponible para que en el futuro lo puedan continuar disfrutando los refugiados, sintiéndose así libres, como dice Ary, por unas horas. Una forma de alcanzar, gracias al balón, eso que les niegan unas instituciones rígidas, oxidadas y –peor aún– desmemoriadas.
*Toda la información sobre el torneo y sus participantes, en el Facebook oficial de la Liberté Cup