“Invocar y evocar es la clave de lo que somos, de todo lo que seremos, individual y colectivamente. Es lógico, entonces, que haya determinadas personas que se inquieten, carraspeen y se incomoden cuando uno hace el simple ademán de ponerse a recordar”, afirmó el añorado Eduardo Galeano la noche del 6 de mayo de 2008 en el Teatro Moderno de Chiclana, en la conferencia Memorias y desmemorias. El acto también sirvió para presentar el que entonces era su último libro, Espejos. Una historia casi universal.
Entre los 600 relatos que forman una obra única e imprescindible emerge, y emociona, la historia de Bebel García. “La Coruña, verano de 1936. Bebel García muere fusilado. Bebel es zurdo para jugar y para pensar. En el estadio se pone la camiseta del Dépor. A la salida del estadio se pone la camiseta de las Juventudes Socialistas”, arranca el escritor de Montevideo, rescatando del olvido la memoria de Bebel García.
La familia García García era originaria de Ribadeo, al norte de Lugo, en la frontera entre Galicia y Asturias, pero los ideales socialistas del padre, José García Iglesias, les obligaron a mudarse, en el contexto de una España polarizada. La madre era Concha García Álvarez, natural de Castropol, al otro lado de la ría del Eo, ya en Asturias. “Los hermanos llegaron a la ciudad porque su padre había sido desterrado, por socialista a 150 kilómetros de la villa de Ribadeo”, explicaba el historiador Carlos Fernández en La Voz de Galicia. Bebel, de hecho, debía su nombre al dirigente socialdemócrata alemán August Bebel, y los nombres de algunos de sus ocho hermanos -Jaurés, France, Voltaire, Conchita, Bélgica, o Berthelot y José- también probaban la ideología de izquierdas de los García. Apenas el primero de los ocho hijos, José, conocido como Pepín, había sido bautizado.
“Era un buen delantero, un extremo derecha. Aunque muy bajito, casi enano, tenía unas condiciones fabulosas para el fútbol. Pero en la cabeza tenía otras cosas”
Obligada a empezar de cero, la familia se estableció en A Coruña, en el barrio de Monte Alto, y abrió un pequeño negocio de venta y distribución de lejía. Por eso, a los hermanos García se les conocía en la ciudad como los hermanos de la lejía. También eran conocidos por el aspecto deportivo: José competía en atletismo, France en boxeo y Bebel en fútbol, con la casaca del Deportivo. Según los registros de la época, entre las temporadas 32-33, 33-34, 34-35 y 35-36, todas en la categoría de plata, disputó 28 partidos y anotó hasta once goles. La mejor fue la 33-34, con diez goles en 20 partidos.
“Era un buen delantero, un extremo derecha. Aunque muy bajito, casi enano, tenía unas condiciones fabulosas para el fútbol. Pero en la cabeza tenía otras cosas”, evocaba, en 2008, el exjugador del Dépor Rodrigo García Vizoso en La Voz de Galicia. “¡Cómo no me voy a acordar de Bebel! Vivía en la calle San Roque. Su padre era un líder del partido socialista. Era muy buen chico, muy gracioso, aunque algo infantil, y muy valiente. Hacía frente a la policía y a todo lo que hiciese falta”, rememoraba García Vizoso.
Los hermanos heredaron los ideales paternos y el compromiso social y político. En 1935, un año antes del estallido de la Guerra Civil, Pepín fue detenido por participar en la Revolución de Asturias y Bebel y France fueron detenidos por un incidente en la zona de la playa de Adormideiras. Sus nombres aparecieron en una lista de 42 detenido en la edición del 28 de marzo de El Compostelano: “Manifestó el gobernador civil que por investigaciones de la Benemérita se supo que en la mañana de ayer se habían reunido determinadas personas haciendo ejercicios de formación que entonaron cánticos subversivos, algunos de ellos vestidos con camisa roja. Las fuerzas de Asalto detuvieron a cuarenta y dos individuos. Y como no estoy dispuesto a permitir mientras esté al frente de la provincia la menor siembra revolucionaria, he acordado el pase a la cárcel con imposición de multa de 250 pesetas a los vestidos de rojo, que son Bebel García, France García, […] por considerarles incurosos en actos contra el orden público definidos en los artículos segundo y tercero de la vigente ley de orden público. Los demás no vestidos con camisas rojas serán sancionados con arreglo a los antecedentes de cada uno de ellos”.
Con el tiempo ambos hermanos quedaron libres. Ya en 1936, según apuntó Miguel Ángel Lara en las páginas de Marca, el alzamiento militar iniciado en Melilla la noche del 17 de julio, el acto que iniciaría el golpe de Estado y la consiguiente Guerra Civil, encontró una respuesta dubitativa en el mando militar de A Coruña. “El general Enrique Salcedo no se unió a la rebelión, por lo que Mola puso el alzamiento en manos del teniente coronel Luis Tovar Figueras. Este ordenó bombardear la sede del Gobierno Civil y detener a Salcedo y al gobernador militar Rogelio Caridad Pita. Los dos serían fusilados el 9 de noviembre”, añadía Lara, regresando a aquellos duros días.
“Fueron días de lucha que los militares no pudieron sofocar hasta entrado el miércoles 22. Se produjeron cientos de detenciones y ejecuciones, entre ellas la de Bebel García García”
La sublevación se extendió por el territorio español hasta llegar a Galicia el día 20, en el que Bebel, France y Jaurés, miembros de las milicias antifascistas, militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas, participaron activamente en la defensa popular del edificio del Gobierno Civil, bombardeada por una batería de artillería colocada en O Parrote, mientras su hermano Pepín, que era el secretario general de las JSU en A Coruña y que la noche anterior se había apoderado de varias armas en una armería de la calle San Andrés, según escribió el historiador Carlos Fernández en La Voz de Galicia, ofrecía resistencia en las calles coruñesas contra los militares sublevados.
Se produjeron una treintena de fallecidos en dos días. “Fueron días de lucha que los militares no pudieron sofocar hasta entrado el miércoles 22. Se produjeron cientos de detenciones y ejecuciones, entre ellas la de Bebel García García”, afirmaba Lara. Pepín, el mayor de los ocho hermanos, logró escapar en un barco pesquero para unirse a las tropas republicanas, primero, y para huir a Suramérica a bordo del Winnipeg, después, tras perder una hija de camino a Francia y una pierna en la batalla de Brunete, y se convirtió en una figura relevante del exilio español en Argentina, pero Bebel, de 22 años, fue detenido el 25 de julio junto a France, de 24 años, en Guitiriz, en la provincia de Lugo, mientras intentaban escapar hacia Asturias, bastión republicano, tras la caída de A Coruña.
De nuevo en A Coruña, fueron juzgados por rebelión militar y acusados de la quema de varias iglesias, ataques a personas de derechas y de estar relacionados con el asesinato de los hermanos Freire, el día 29 de junio, y con el atentado que el 18 de julio acabó con la vida del general Carlos Bosch. El juicio, conducido por el coronel Enrique Cánovas Lacruz, se ofició el 26 de julio. Fueron sentenciados a muerte. “Tras una parodia de juicio militar sumarísimo, fueron ejecutados el día 29 de julio de 1936. Jaurés se libró porque era menor de edad, pero al año siguiente, durante un cambio de cárcel, apareció muerto junto al cementerio de San Amaro. Dijeron que había intentado escapar”, afirmaba Fernández.
“Bebel era un tipo genial, una gran persona, oro de ley. Muy valiente, un idealista. Lo quitaron de en medio por eso. Siempre hablaba de lo mismo. Había que transformar el mundo porque es injusto con los oprimidos”, dijo sobre él uno de los presos con los que coincidió en la cárcel provincial, según testimonia un artículo de eldiario.es. Hoy, su recuerdo, y el de los hermanos García García, los hermanos de la lejía, se perpetua en la calle que les dedicó el Ayuntamiento de la Coruña en el año 2002, en el mismo barrio de Monte Alto en el que crecieron y se labraron su apodo, muy cerca de donde fueron fusilados (O Campo da Rata, en Punta Herminia, al abrigo de la Torre de Hércules), y a 40 minutos a pie de Riazor. Y su memoria y su recuerdo continúan vivos, también, y sobre todo, gracias al relato de Eduardo Galeano que convirtió su historia en imperecedera y en universal.
Once días después del cuartelazo de Franco, cuando acaba de cumplir veintidós años, enfrenta el pelotón de fusilamiento.
— Un momento —manda.
Y los soldados, gallegos como él, futboleros como él, obedecen.
Entonces Bebel se desabrocha la bragueta, lentamente, botón tras botón, y de cara al pelotón echa una larga meada.
Después, se abrocha la bragueta:
— Ahora sí.
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