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Argumentar como Anita Marcos

Tras salir del Atlético de Madrid y no encontrar su sitio ni en Glasgow ni en Valencia, la prometedora delantera vuelve a sonreír en el Sporting de Huelva

Toda aquella persona que haya estado en contacto con un balón, en algún punto recurrente de su vida, ha escuchado la siguiente cuestión: “Qué prefieres: ¿Marcar un gol en el último minuto o marcar un hat-trick?”. Es una de las muchas preguntas que se hacen en este deporte, pero esta, en concreto, comienza a rechinar entre neuronas. Las dudas afloran. Por un lado, un gol en el último minuto desprende ese aroma de heroicidad. Suele reflejar la resiliencia y la incapacidad de arrojar la toalla. Sabe a gloria, aunque no venga acompañado de títulos. Pero un hat-trick expone la calidad, la superioridad sobre el rival y la potencia como referente ofensivo. La gran mayoría solo puede elegir una de las dos opciones. Pero hay excepciones.

El cronómetro avanza peligroso hacia el último compás. Sobre el verde se intuye la última jugada del partido y el marcador refleja tablas a uno. Consumidos los noventa minutos del tiempo reglamentario y los treinta de prórroga, la colegiada observa su reloj y se lleva el silbato a los labios. Esta última acción también tiene su miga. En ocasiones se produce ese pacto no verbal entre futbolistas. “Que esto se quede así y ya lo arreglaremos en los penales”. Ningún equipo se ve capaz ya de hacer sangre y el esférico, monótono, va de un pie a otro sin esperanzas de cruzar la divisoria. Parece ser, en ocasiones, el devenir natural de un empate.

Y sin embargo, Mayra, hace despegar el balón hacia el corazón del área. Ana Marcos rompe su marca y percute en el área. No negocia treguas. Impacto de testa. Giro de cuello. Si de por sí ese tanto es emocionante; convertirse en la autora es inmensamente satisfactorio. Y es que ese gol en en el último instante es mucho más que apuntar bien. Es superior incluso al hecho de que el balón cruce la línea blanca y el público estalle. Hay mucho trabajo detrás de esa carrera cargada de corazón. Todo apunta a que la atacante ha tomado una decisión. El gol en el último instante es oro puro, pero…

Pero recapitulemos. Nada sencillo fue para Ana Marcos. La joven delantera arrancó en este deporte con las clásicas permutas de posición para ver dónde se le daba mejor. Arrancó como lateral zurda, para acabar alojándose en la portería. Fue en esos primeros años, en el equipo de su barrio donde comenzó a alternar la faceta de guardameta con la de goleadora. El día y la noche. Dos caras opuestas y enfrentadas en una misma moneda. Y sin llegarse a saber cuántos goles paraba Ana, finalmente prefirió la responsabilidad de anotarlos.

 

“La victoria épica de hace unos días no será una de esas que marcará época, salvo que el club levante su segunda corona en copa. Pero sabe igual. Tras unos años difíciles y a la sombra, la futbolista vuelve a encontrarse con la magia del gol”

 

Desde bien pequeña se le dio bien eso de golear. Más de 60 tantos en sus dos años de alevín y seis decenas más en la categoría de infantil. Más tarde, tras fichar por el Pozuelo de Alarcón, anotó la friolera de 73 dianas en apenas 24 choques. Como para recordarlos todos. Además, todas esas hazañas estuvieron combinadas con las constantes participaciones en la selección autonómica. Tras una temporada en Torrelodones, en la que disputó la segunda división con apenas 15 años y marcó otros 16 goles, el club que bebía a orillas del Manzanares fijó su mirada en ella. A Anita le llegaba la gran oportunidad de vestir la casaca rojiblanca. Promesa del Atlético de Madrid, la delantera fue quemando etapas de forma vertiginosa y generando esa mágica ilusión que desprenden las goleadoras.

Debutó en el primer equipo e incluso marcó un soberbio gol de tacón para doblegar al Rayo Vallecano, pero los minutos se resistían. Las horas encerrada en el banquillo impedían la evolución de la atacante y su proyección se cortaba. El traspaso y llegada de Deyna Castellanos fue una reacción en cadena. Un manteo por parte de sus compañeras fue el preludio de la andadura de Ana Marcos lejos de Madrid. Reacios a desprenderse de su talento, el club colchonero la cedió a Glasgow. Y, sin embargo, su Erasmus en las filas del Celtic de Fran Alonso se vio talado en seco por la pandemia. Empezaron las restricciones, las suspensiones y la incertidumbre. Tras una breve parada en la capital, regresó a Escocia para finalizar el periplo con un balance de nueve partidos y tres goles.

A principios de 2021, la goleadora se enrolaba en las filas del Valencia para tratar de recuperar esos goles que la habían catapultado a la élite. Logró otros tres y ayudó al equipo ‘che’ a concluir en el ecuador de la tabla. Nómada en su últimos dos años como futbolista, la jugadora pasó de Madrid a Escocia, de Escocia a Valencia y de la ciudad del Turia hasta tierras andaluzas. Pero su último viaje ya no fue en calidad de cedida. La futbolista nacida en Sevilla y criada en Madrid ha caído de pie en el Sporting de Huelva. Sus buenas actuaciones han confluido en los últimos tres duelos en los que ha anotado seis goles.

Con su tanto en el 121′ parecía concluir -además del partido- el debate propuesto en el inicio de la pieza. Ese gol era el resultado al trabajo, el esfuerzo y la constancia. No obstante, se pasó por alto una variable. Anita Marcos entendió que el mejor argumento a los debates futbolísticos son los goles. Así que, tras clasificar a su equipo para las semifinales de la Copa de la Reina y tratar de evitar con otro gol la derrota ante la Real Sociedad, la delantera recibía al Real Madrid con la confianza a la altura de las nubes. Y llegaba el cuadro de Antonio Toril dolorido tras la derrota frente al Barcelona en el Camp Nou. “Una victoria nos ayudará a recuperar la confianza”, pensarían en la plantilla blanca. Y, sin embargo, la ex utbolista del Atlético de Madrid tenía preparado su último número. Sacudió su chistera y de esta cayeron tres goles más en apenas cuarenta y cinco minutos.

Sus dos primeros tantos, a la media vuelta, lograban superar a Misa y ejecutar la remontada. El último de los goles, sin embargo, era un reflejos de su juego. Carrera desde tres cuartos de campo, regate, velocidad y un disparo durísimo en busca de la red. Su hat-trick doblegaba a todo un Real Madrid de Champions y permitía a las onubenses dar un paso de gigante hacia la permanencia. Y de nuevo esa alegría. De nuevo sentirse protagonista y darle un abrazo a la épica. En poco más de dos semanas, la futbolista ha conocido lo que era anotar un tanto en el último minuto y una tripleta. Saborear ambas sensaciones. ¿Serán parecidas? ¿Mejor marcar más o la emoción final? Solo unas pocas pueden conocer ambos tesoros. Ganar el debate apoderándose de ambas opciones.

 


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Fotografía de portada: @toquefem (Twitter de @anitamarcos).