El último partido de la temporada de Chris Smalling no fue otra cosa que el fiel reflejo de su sexto y más exitoso curso como jugador del Manchester United. En 24 de los 55 partidos que ha jugado esta campaña sumando todas las competiciones, se pudo marchar a los vestuarios con la satisfactoria sensación de haber conseguido formar parte de una defensa hermética. Aunque en la final de la FA Cup, tuvo que abandonar el terreno de juego antes del pitido final, al ver la segunda cartulina amarilla después de una dura entrada (más propia de rugby que de fútbol) sobre Yannick Bolasie. La primera tarjeta había llegado más temprano, en la primera mitad, cuando Connor Wickham fue derribado en el círculo central. Smalling, al menos, pudo decir adiós al enfrentamiento con la medalla de campéon colgándole del cuello.
La vida podría haber resultado muy diferente para este tipo de 26 años de edad nacido en Greenwich. Como estudiante de secundaria en Chatham, Smalling destacó en su club de judo local y se convirtió en campeón nacional británico al cumplir 15 primaveras antes de tomar la decisión de decantarse por el fútbol. Ya con el balón en los pies, empezó en la academia del Millwall, pero el largo camino que tenía que recorrer para llegar a los entrenamientos le acabó conduciendo hasta el Maidstone United.
Recién cumplida la mayoría de edad, fue descubierto por el ayudante técnico del Fulham Les Reed, que le invitó a hacer una prueba en Motspur Park. Fue ahí donde también despertó el interés de Roy Hodgson, por aquel entonces el hombre que dirigía a los ‘Cottagers’. Los planes que tenía Smalling de matricularse en un curso universitario sobre ciencias empresariales en Leicester o en Loughborough se congelaron de inmediato cuando Hodgson le aseguró que tenía futuro suficiente para acabar profesionalizándose. “Estaba mirando por casualidad, me vio y me llevó a su oficina. Todo empezó a partir de ese punto”, reveló Smalling. “No puedo recordar toda la conversación, la tengo un poco borrosa en la memoria, pero la verdad es que Roy fue muy alentador conmigo”.
Como estudiante de la escuela secundaria de Chatham, Smalling destacó en el club de judo local y se convirtió en campeón nacional británico al cumplir 15 primaveras. Todo eso fue antes de que tomara la decisión de decantarse por el fútbol
El Fulham fichó a Smalling por 10.000 libras y lo vendería por 11 millones solo dos años después, cuando Sir Alex Ferguson lo pescó para el Manchester United en 2010. Su mudanza a Old Trafford, según dicen, vino provocada por una venganza que el técnico escocés quiso cobrarse con el Arsenal después de que los vecinos de Londres le ‘robaran’ a un tal Aaron Ramsey, gran talento del Cardiff City. “Tuve la venganza que quería cuando Roy Hodgson nos ayudó a arrebatarle Smalling al Arsenal”, escribió años después Ferguson sobre el acuerdo que llevó al zaguero a Manchester.
Tal desembolso para un futbolista tan joven levantó suspicacias en todo el país, pero después de curtirse a la sombra de centrales estrella como Nemanja Vidic o Rio Ferdinand, Smalling ha superado los gruñidos de disconformidad de la opinión pública y se ha consagrado como uno de los defensas más valiosos del fútbol inglés. Jamie Carragher, que en su día había sido muy crítico con el juego del chico, no dudó en mostrar admiración por su progreso posterior. “Se ha convertido en un hombre”, dijo en Sky Sports. “Se ha convertido en un líder para el Manchester United y creo que esta temporada ha sido el mejor central de la Premier League. La selección va a depender muchísimo de su estado de forma”.
Aunque su carretera hacia el éxito ha estado plagada de baches. De hecho, Smalling fue visto bailando a altas horas de la madrugada en 2014 en un bulevar. Después de salir publicadas unas fotos muy polémicas (en las que se podía ver al jugador cantando: “¡Somos el Manchester United, y vamos a hacer lo que nos dé la gana!”), Smalling fue multado y abroncado por David Moyes, que le advirtió que para seguir contando con minutos en el terreno de juego tenía que cambiar su conducta fuera de él.
Unos meses antes, Chris ya había provocado otra indignación sonora después de presentarse en una fiesta de disfraces vestido de terrorista. Otra vez el objetivo de la cámara le jugó una mala pasada al ‘red devil’, que hizo saltar el escándalo al aparecer en las imágenes con un chaleco suicida, y con dos botellas de Jagermeister y varias latas de Red Bull. Posteriormente se disculpó por cualquier ofensa que pudiera haber causado su broma, y admitió que se había tratado de “una decisión poco sensata”.
Actualmente un fijo para la retaguardia inglesa, cuando da entrevistas Smalling a menudo se remonta hasta sus días en Maidstone y su afición por caer al barro. “Me gusta bastante ser agresivo en mi juego para generar desconfianza en los delanteros y hacerles sentir frustrados cuando abandonan el césped”, dijo en una ocasión. Y tampoco es que sea exclusivamente un matón, pues en los últimos años Smalling se ha hecho más completo en otras tareas y ha asentado así su crecimiento. La temporada pasada promedió 47 pases por partido en la Premier League con un 83% de precisión. Gary Cahill, su compañero en el centro de la defensa inglesa, promedió solo 32 con el Chelsea en el mismo lapso de tiempo.
El reinado de Louis van Gaal en el Manchester United, al fin y al cabo, puede haber demostrado ser una fuente de frustraciones para muchos, pero nadie podrá echarle en cara al ex entrenador del Barcelona o del AZ que no haya sabido alimentar correctamente el florecimiento de Smalling. El defensa estuvo obligado a aplicarse con intensidad bajo la atenta (y exigente) mirada del holandés. Después que le diese el relevo por una lesión de Phil Jones en pretemporada el pasado verano, Van Gaal pasó a estar siempre dispuesto a poner su fe en un tipo al que todavía no se le conoce techo.
Barry Glendenning | | The Guardian