Cuando aún no ha transcurrido una semana desde la inauguración de la Eurocopa, el torneo se ha visto sacudido por una violencia ultra sin parangón desde el Mundial’98, casualmente también celebrado en Francia. Bajo los focos se sitúan los enfrentamientos del Inglaterra-Rusia, en los que seguidores ingleses, aficionados marselleses y radicales rusos escribieron conjuntamente uno de los capítulos más oscuros en la historia de esta competición. El tiempo dictaminará cuál es el grado de culpa de cada uno de esos tres bandos implicados.
Lo que es innegable es que los aficionados rusos fueron los responsables únicos de la violencia desatada en las gradas del Vélodrome el sábado, tras el pitido final. Aparentemente provocados por los hinchas ingleses inmediatamente después de que el encuentro concluyese con 1-1, los ultras rusos reaccionaron acorralando a los ingleses en pleno fondo del estadio: durante todo el partido, ambas aficiones habían estado separadas apenas por un cordón. Pero no uno policial, sino literal: una simple cuerda.
El balance de aquellas horas frenéticas en la ciudad foceana: decenas de seguidores heridos, uno de ellos -inglés- en estado muy grave. Y la UEFA que reacciona con amenazas de expulsión a las federaciones inglesa (FA) y rusa (RFS) en caso de nuevos incidentes.
EL PAPEL DE LA FEDERACIÓN DE FÚTBOL RUSA
El papel en todo ello de la Unión del Fútbol Ruso (RFS) deberá ser analizada, especialmente en lo referido a los sucesos dentro del estadio. Minutos después de que acabara el encuentro se podía ver al ministro de Deportes del Kremlin -y presidente de la RFS-, Vitaly Mutko, con los dos puños en el aire delante de los aficionados rusos. Por supuesto, Mutko no tenía intención de espolear aún más a sus compatriotas en la persecución de los hinchas británicos, pero a la luz de lo que estaba sucediendo -y había sucedido durante las horas precedentes- quizá debería haberse ahorrado esos gestos. El ministro tendría otro patinazo después, cuando se entregó a la tarea de justificar el comportamiento de los ultras venidos desde la Federación Rusa.
“No hubo ningún choque… Todo se está exagerando. En realidad, todo está bien aquí”, proclamó Mutko a R-Sport. En su lugar, Mutko se centró en criticar la débil seguridad en el interior del recinto marsellés. “Cuando el partido concluyó no había barrera de separación entre los hinchas. Los británicos estaban cabreados, por supuesto, pero todo se disolvió rápidamente”. Sólo cuando la UEFA comenzó su investigación, aceptó Mutko que los radicales rusos pudieron ser corresponsables del vandalismo desatado aquella noche. Fue entonces cuando Mutko valoró como acertado el aviso de que Inglaterra o Rusia podrían ser sancionadas con la expulsión del torneo, así como el hecho de que la UEFA hubiera abierto un proceso disciplinario contra los seguidores rusos por conducta violenta, racismo y uso de pirotecnia.
LA REACCIÓN POLÍTICA
El corresponsal del Guardian en Moscú, Shaun Walker, ha constatado por su parte cómo los medios estatales rusos han continuado minusvalorando -cuando no justificando- los lamentables acontecimientos de Marsella. “250 seguidores rusos repelieron un ataque de varios miles de ingleses y les obligaron a huir”, informó la agencia de noticias pública Vesti. “Los hinchas ingleses comenzaron atacando, pero 250 rusos, llegados de diferentes puntos de nuestro país, no se arredraron y acabaron repeliendo el ataque de los británicos, fuertemente alcoholizados”.
Si bien los seguidores llegados desde el otro lado del Canal de la Mancha estuvieron lejos de quedar impunes de toda responsabilidad en los enfrentamientos, este tipo de tratamiento mediático no solo ofrece una imagen desviada de lo que sucedió sino que además constituye un peligro: el de glorificar a los hooligans rusos. De hecho, la prensa moscovita no fue la única en aplaudir el comportamiento de sus aficionados.
El parlamentario de extrema derecha Igor Lebedev escribió en Twitter: “No veo nada malo en que los hinchas peleen. Al revés: ¡bien hecho, chicos, seguid así!”. Luego quiso completarlo: “No entiendo a esos políticos y dirigentes que critican a nuestros seguidores. Debemos defenderlos, y ya los reñiremos cuando vuelvan a casa”. Lebedev también cree que la culpa de lo que sucedió en Marsella hay que escribirla en el debe de la organización francesa: “Lo que pasó en Marsella y en otras ciudades francesas no es culpa de los aficionados, sino de la incapacidad de la policía de controlar debidamente un acontecimiento como este”. A consecuencia del alud de críticas -tanto a nivel ruso como internacional- que generaron ambos tuits, Lebedev volvió a la carga en la red social: “A todos aquellos que han escrito cosas malas sobre mis mensajes de apoyo a nuestros hinchas les quiero decir: RUSIA FUE, ES Y SERÁ UN GRAN PAÍS!!!”
Lebedev no sólo es miembro de la directiva de la federación de fútbol rusa. También ocupa un escaño en la Duma (parlamento federal) como miembro del Partido Liberal Democrático, fundado durante la implosión de la Unión Soviética por su padre, Vladimir Zhirinovsky. Zhirinovsky es un conocido populista de extrema derecha que, a pesar de sus orígenes judíos -en realidad su nombre de nacimiento es Vladimir Eidelstein- ha promovido una fuerte política antisionista, basada en principios como la sangre rusa y el derecho al suelo patrio.
No puede sorprender que la inmensa mayoría de los ultras implicados en las reyertas de Marsella provengan de la escena de la extrema derecha post-soviética
Por lo tanto, los comentarios de su hijo no pueden ser interpretados de otro modo: la típica retórica radical que defiende a la patria por encima de todo, y justifica actitudes que en realidad pueden acabar dañando la imagen del país. No puede sorprender, tampoco, que la inmensa mayoría de los ultras implicados en las reyertas de Marsella provengan de la escena de la extrema derecha post-soviética. De hecho, esa mentalidad extremista constituye un aspecto importante cuando se trata de analizar los acontecimientos en que participaron los hooligans rusos.
DE CÓMO 150 HOOLIGANS JUGARON AL GATO Y AL RATÓN CON LOS GENDARMES
Es llamativo que unos pocos centenares de radicales -la policía francesa ha hablado de 150 hooligans- pudieran jugar al gato y al ratón con las fuerzas de seguridad galas, que se mostraron desbordadas por la violencia. Tal y como reflejó la BBC, ninguno de los violentos rusos fue detenido y por lo tanto esos grupos permanecen en libertad, poniendo en duda la seguridad del próximo partido de Inglaterra mañana, contra Gales, en Lens. Y Lens está a tiro de piedra de Lille, donde Rusia juega contra Eslovaquia el día siguiente.
La polícia francesa debería haber estado preparada, pues ya antes del torneo los grupos ultras habían dejado pistas de su intención de acudir a Francia. El redactor de Futbolgrad -y bloguero del Lokomotiv de Moscú– Stefano Conforti tuiteó una imagen que reflejaba cómo los ultras de los principales clubes moscovitas se habían repartido Francia en cuatro territorios: Lokomotiv, Spartak, CSKA y una ‘zona libre’. Lens y Lille entrarían dentro del ‘sector Spartak’, así que la policía francesa tendrá -tiene- que lidiar allí con un grupo de hooligans diferente al que se topó en Marsella.
France was ironically divided into 4 zones (CSKA, Spartak, Lokomotiv, free zone) by #RUS hooligans. #EURO2016 pic.twitter.com/A3LMzhw1BF
— Stefano Conforti ☕️ (@confortistefano) June 12, 2016
Este tipo de mapas suelen aparecer en foros de radicales rusos, así como en cuentas de twitter promotoras de la cultura ultra. Pero si bien el mapa pregona que el norte de Francia es un territorio bajo el control de los hinchas del Spartak, el pasado más reciente nos enseña que los ultras de los grandes clubes moscovitas no dudan en colaborar juntos si de enfrentarse a un enemigo común se trata.
UNA LECCIÓN DE HISTORIA: LOS ALTERCADOS DE 2010
En 2010 recuerdo cómo nos vimos atrapados en los ‘altercados de Moscú’: se trataron de violentas protestas por parte de los hinchas de todos los conjuntos capitalinos en la Manezhnaya ploshchad, no lejos del Kremlin y la Plaza Roja. El origen había sido el apuñalamiento de un ultra del Spartak por parte de una persona de origen caucásico. ¿La consecuencia? Un pogromo organizado por todo el centro de la ciudad que golpeó a cualquier ciudadano de facciones caucásicas y/o asiáticas.
Esas protestas mostraron, por un lado, la naturaleza de extrema derecha de los hooligans moscovitas. Pero también subrayaron su deseo de colaborar unidos contra aquellos agentes que perciben como enemigos comunes -en el caso de Marsella, por cómo se fueron uniendo aficionados de muy distintas facciones, ese enemigo común pareció ir mutando con la intención de generar altercados cada vez más graves-.
La gran pregunta es: y ahora, ¿qué?. La cercanía física de los próximos partidos que disputarán Inglaterra por un lado y Rusia por otro podría traducirse en nuevos incidentes. Tampoco sorprendería presenciar actos vandálicos entre los hinchas rusos y los eslovacos, pero estos últimos ya han hecho pública su preferencia por toparse con los británicos y no con los rusos. El extraño código de honor que dicta la vida de los hooligans podría ahora cambiar la atención de los ultras eslovacos hacia los rusos, quién sabe.
Así pues, el norte de Francia se puede estar convirtiendo ya, a estas horas, en un nuevo polvorín con varios grupos radicales pugnando por establecerse como los campeones de esta Eurocopa alternativa, la de los puñetazos, los eructos y los cánticos. No es de extrañar que tanto las autoridades rusas como la selección inglesa hayan exhortado a sus aficionados a comportarse.
Y AHORA, ¿QUÉ?
David Davies, director ejecutivo de la FA inglesa durante la Euro 2000, ha afirmado ante los micrófonos de la BBC Sport: “Una selección nunca estuvo tan cerca de la descalificación como ahora. En el año 2000 sólo mirábamos lo que entraba en el estadio; ahora la UEFA también está preocupada por lo que sucede fuera”. Según Davies, la razón de este cambio es que la UEFA se encuentra bajo mucha presión para colaborar en la seguridad del evento. “Las autoridades francesas reclaman mayor colaboración porque estas ya tienen bastante con la amenaza terrorista”.
Quedar expulsado de la Eurocopa supondría un enorme golpe para el fútbol ruso, que dentro de dos años organizará el Mundial en su país. Pero en cierto sentido, una acción semejante sería consecuente por parte de la UEFA. Los hooligans rusos ya participaron en altercados durante la Euro 2012 en Polonia y Ucrania, que resultaron en una sanción de de seis puntos contra su selección. La UEFA dejó en suspenso esa sanción durante tres años y medio, lo cual permitió al combinado de Leonid Slutski clasificarse para Francia sin una espada de Damocles encima.
El periodo de suspensión de la sanción ha concluido -y la propia sanción, caducado- justo con el inicio de la fase final del torneo. Sin embargo, las declaraciones realizadas por los dirigentes de la federación rusa, así como algunos políticos, muestran lo poco que se ha hecho en Rusia para luchar contra este problema. Ayer, la UEFA optó por sancionar a la federación con 150.000 euros y redobló la advertencia: al próximo altercado, el combinado de Slutski se va a casa.
Desde Futbolgrad hemos seguido de cerca la escena ultra del fútbol ruso. En nuestra opinión, nos parece que las medidas tomadas hasta ahora para atacar el problema del hooliganismo han sido, en el mejor de los casos, superficiales. Eso no quiere decir que vaya a resultar peligroso viajar al Mundial de 2018 -de hecho, la seguridad en Rusia estará mejor organizada que en Francia- pero refleja que la cultura ultra necesita un control que las autoridades del país no han tenido la voluntad real de ejercer.
Manuel Veth es un periodista freelance, doctor en Filosofía de la Historia por el King’s College de Londres. Su tesis, “La venta del juego del pueblo: la transición del fútbol del comunismo al capitalismo en la antigua Unión Soviética y sus estados herederos”, será publicada en breve. Originario de Múnich, Manuel ha vivido en Amsterdam, Kiev, Moscú, Tbilisi, Londres, y actualmente está radicado en Victoria BC, Canada. Edita la página Futbolgrad y le puedes leer en Twitter.