Si a Toulalan no le hubiese dado por el fútbol, quizá ahora estaría dando clases en un colegio a las afueras de Nantes. Sería un profesor de escuela vocacional, comprometido, de aquellos que se vuelcan con el alumnado y terminan haciéndose inolvidables. De su retrato de futbolista bastaría cambiar la chaqueta del chándal por una de pana con coderas. A ‘Monsieur Jérémy’ no le haría falta alzar la voz para hacerse respetar en el aula, le valdría con dejar caer esa misma lacónica mirada con la que ordenaba a sus compañeros sobre el verde. Como la mayoría de los docentes de este país, ‘Toule’ ha recibido menos crédito del que merecía.
Por mero instinto de supervivencia, Jérémy Toulalan (Nantes, 1983) siempre fue consciente de su principal virtud: mejorar a los demás. “Estoy para dar el balón fácil. No soy un artista sino un trabajador del fútbol”, dijo en una ocasión. Empezó como delantero y se retiró como central, pero sus mejores lecciones de fútbol las impartió como ‘5’ clásico, demarcación en la que jugó la mayor parte de su carrera. Justo por delante de la defensa, Toulalan asumía perfectamente el rol de ancla, pero también el de timón. Ojito derecho de todos sus entrenadores, hacía gala de una inteligencia táctica extraordinaria; era el comodín perfecto.
Como Desailly, Deschamps o Makélélé, se formó deportivamente en La Jorneliére, prolífica academia del equipo de su ciudad. De los 13 a los 16 años, y como consecuencia de algunos problemas asociados al crecimiento, encadenó un buen número de lesiones musculares y de espalda. Estos obstáculos, que llegaron a poner en duda sus capacidades para jugar profesionalmente, curtieron al por entonces punta o enganche, que desarrolló una gran resistencia y un inquebrantable espíritu de sacrificio.
Toulalan debutó con el FC Nantes con apenas 18 años, y con 21, ya como volante de cierre, se convirtió en un fijo en las alineaciones del equipo. Justo antes de cumplir los 23 había hecho las maletas rumbo a Lyon, donde engrosaría las filas del hegemónico Olympique, que acumulaba cinco títulos de liga consecutivos. El conjunto del Ródano, que pagó 7,5 millones de euros por su traspaso, buscaba respaldar en la media la solvente figura de Mahamadou Diarra. Aunque la irrechazable oferta del Real Madrid imposibilitó la permanencia del maliense, Toulalan llenó con creces el enorme hueco que dejó en la medular.
A pesar de jugar como mediocentro defensivo, una posición tan poco vistosa, fue uno de los cuatro nominados a mejor jugador de la Ligue 1 en la temporada 2008-09. El premio recaería en su compañero Karim Benzema, que con apenas 20 años había sido el máximo realizador de la competición con otros tantos goles. En esas dos primeras y prolíficas temporadas con ‘Les Lions’, Toulalan conseguiría los cinco entorchados que adornan su palmarés: dos ligas, una Copa de Francia y dos supercopas. Por méritos propios, ya se le consideraba uno de los mejores volantes defensivos del continente.
‘Toule’, que empezó a peinar canas con 26 años, tenía pocas hechuras de futbolista. De hombros caídos y centro de gravedad bajo, parecía correr arrastrando los pies, pero jamás dejaba de hacerlo. Allá donde miraras, estaba Toulalan. Esta omnipresencia le confirió cierto halo de divinidad en Lyon, Málaga y Mónaco, donde todavía le idolatran. Pierre Aristoy, que le vio debutar en el Nantes, aseguró en So Foot que “en las pruebas físicas no destacaba, pero una vez que el balón tocaba el suelo le salía un tercer pulmón”. Explicó además que “Jérémy no era especialmente musculoso, pero en los duelos se volvía duro y amargo”.
La fortaleza que exhibía el galo le hacía prácticamente infranqueable en el uno contra uno. No obstante, el propio jugador reconoció a L’Equipe que buscaba “tener el espíritu de un jugador de rugby, pero sin la violencia”. De hecho, y a pesar de ser uno de los mejores recuperadores de su época, fue expulsado una sola vez en su carrera: en la semifinal de Liga de Campeones disputada entre el Olympique de Lyon y el Bayern de Munich en 2010. Jamás en la competición doméstica, por extraño que parezca. Año y medio más tarde de aquella roja, Velasco Carballo le enseñaría a Toulalan una doble amarilla en un encuentro del Málaga ante el Villarreal, pero el Comité de Competición dejaría sin efecto la segunda de ellas. Como Adamo, otro romántico de sienes plateadas, pudo demostrar que para echarse un buen baile agarrado no hace falta renunciar a la elegancia ni a la compostura.
‘Toule’ tenía pocas hechuras de futbolista. De hombros caídos y centro de gravedad bajo, parecía correr arrastrando los pies, pero jamás dejaba de hacerlo
Pellegrini quedó prendado de su fútbol mayúsculo, casi de autor, en la famosa eliminatoria de octavos de Champions en la que el Olympique de Lyon eliminó a su Real Madrid. Generando y achicando espacios, jugando de cara o de espaldas, logró empequeñecer a la medular ‘merengue’, especialmente en la ida. El trivote formado por Xabi Alonso, Granero y Diarrá se ahogó en el Stade de Gerland con la asfixiante presión del centro del campo lionés. En la vuelta, y bien cerradas las filas gabachas, los madridistas fueron incapaces de remontar el 1-0 adverso. Por aquel entonces, el ‘Ingeniero’ ya se había grabado a fuego dos iniciales en la cabeza: “J.T.”. Cuando años más tarde, ya en Málaga, le confirmaron que iba a entrenar al pivote de sus desvelos, no cabía en sí de gozo.
Hubo flechazo, conectaron. A pesar de su apariencia taimada e intelectual, ambos eran especialmente ambiciosos y apasionados: la procesión iba por dentro. Toulalan, que era una prolongación del chileno en el campo, siempre tuvo palabras de elogio para el técnico: “En mi carrera yo he conocido a grandes motivadores, como Gérard Houllier o Manuel Pellegrini. Pellegrini tenía la autoridad natural y la elegancia, no gritaba casi nunca. Quizá un par de veces en dos años. Pero la segunda vez, en el campo del Betis y al descanso, se soltó: ‘Isco, Toulalan, a la ducha’. Estábamos muy sorprendidos, no sabíamos si reírnos o avergonzarnos. Realmente es un gran psicólogo”.
Pese a tener otros pretendientes de más enjundia, como el Arsenal, el Liverpool o el Bayern de Múnich, ‘Toule’ acabó aceptando la oferta cargada de petrodólares del Málaga. Cambió la capital de la seda por la del espeto, para sorpresa de muchos. “La gente pensaba que ir allí era enterrarme, pero no conocían el proyecto del Málaga. Me estaba adentrando en algo desconocido, pero no me daba miedo. Muchos piensan que no me gusta explorar nuevos horizontes, pero están equivocados. En cierta manera, soy bastante paradójico”, confesó a L’Equipe.
Por sus características, algunos intuían que el fútbol de Jérémy casaba mejor con la liga inglesa o la alemana, pero nada más lejos de la realidad: el medio encajó como un guante en la competición española. “Es cierto que allí nunca habían visto a un volante que presionara tanto; en un panorama más técnico me hice bastante útil. Realmente, encontré mi mejor expresión allí”, comentó. Además, y como explica en la extensa entrevista para el periódico francés, aquella experiencia le hizo ganar bastante soltura con el balón en los pies. “En La Liga hay menos presión sobre el centrocampista, que puede organizarse mejor. De repente, estaba progresando en esto también”.
En aquella mejora tuvo bastante que ver Cazorla, “uno de esos futbolistas sagrados”. “Era un fenómeno, en el más amplio sentido de la palabra”, argumentaba Toulalan. “Era muy bueno, ¡me sorprende que no se fuese al Real Madrid! Jugué junto a él durante mi primera temporada en Málaga: pie derecho, pie izquierdo… Era enorme, no te lo puedes ni imaginar. Sacaba desde el córner con ambas piernas y apenas notabas la diferencia. (…) Es más, cuando se marchó al Arsenal puede que bajara mi rendimiento. Yo siempre andaba acomplejado por creerme menos dotado técnicamente que los demás; tardé mucho tiempo en darme cuenta de que no era así. En Málaga no sentí ningún complejo, y fue un placer inmenso jugar junto a Cazorla”.
Durante dos irrepetibles cursos, Toulalan compartió vestuario con el propio Cazorla, Van Nistelrooy, Caballero, Monreal, Isco, Joaquín, Baptista o Demichelis, entre otros. En su primer año el Málaga quedó cuarto y se clasificó para la fase previa de la Champions; en el segundo, ya disputando la máxima competición continental, el equipo se quedaría a un paso de jugar las semifinales en una eliminatoria contra el Dortmund de infausto recuerdo para el malaguismo.
A pesar de la pléyade de genios que vestían en aquel momento la blanquiazul, el cántico favorito de la afición era el “Tou, Tou, Toulalan” que, gutural, hacía retumbar los cimientos de La Rosaleda. Cada ‘tackle’, cada cuerpeo del francés, cada cambio de juego era celebrado por el público. “El único remordimiento que me ha quedado del fútbol es no haber podido continuar mi aventura en el Málaga. Nunca he tenido una afición así detrás de mí, cantando mi nombre a cada minuto. (…) En Málaga volví a encontrar el placer por el fútbol”.
Cabe recordar que Toulalan estaba muy desencantado con la profesión después de lo acontecido en el Mundial de Sudáfrica en 2010. Allí, fue parte protagonista de uno de los episodios más bochornosos de la historia del fútbol francés: el famoso ‘Motín de Knysna’. Todo ocurrió tras la expulsión del díscolo Anelka de la selección. Según las informaciones de los enviados especiales de L’Equipe, le habría dicho a su entrenador Domenech, justo al descanso de un Francia-México y delante de todos, “vete a tomar por culo, sucio hijo de puta”. La publicación del affaire no sentó nada bien en el grupo, que comenzó a buscar entre sus integrantes al “traidor” que había filtrado aquello a la prensa.
Algunos de los jugadores, comandados por Ribery, Evra, Abidal y el propio Toulalan, organizaron una huelga dos días antes del partido final ante Sudáfrica. Consideraban que lo de Anelka había sido un calentón, y que la Federación Francesa, “olvidando proteger al grupo”, “había tomado una decisión unilateral basada en hechos relatados en la prensa”, según expresaba una carta firmada por los futbolistas y leída por el seleccionador. Aquella surrealista mañana de junio no hubo entrenamiento.
El ridículo se hacía mayor a medida que pasaban los días, pero la derrota en el último encuentro ante Sudáfrica, que tampoco se jugaba nada, completó el esperpento. El presidente Sarkozy, tremendamente avergonzado por la imagen de la selección, pediría en público una profunda reestructuración del fútbol galo. Aquel absurdo había sido retransmitido en directo ante millones de espectadores de todo el planeta. Uno de los principales afectados, Raymond Domenech, que sería cesado de su cargo junto al presidente de la Federación Francesa de Fútbol, calificó a los futbolistas rebeldes de “mocosos estúpidos”. Aseguró que habían convertido al equipo galo en un “hazmerreír”, y en eso no le faltaba razón. A pesar de ello, si en aquel caso no era culpable, fue bastante responsable.
Realmente, el único que demostró tener algo de vergüenza y asumió la culpa fue Jérémy Toulalan, que pagó gran parte de los platos rotos y ya no quiso volver a jugar con los azules. Cuando Didier Deschamps le llamó de nuevo en 2013, el pivote alegó que no sería “lo más honesto” volver, y aconsejó al nuevo entrenador que apostase por Lass Diarra. Tiempo después, Toulalan reconoció en el Jornal du Dimanche que la carta leída en el motín la había escrito su asesor de prensa. “No estoy orgulloso de lo que hice, pero acepto la responsabilidad”. Con el paso de los años, acabó asumiendo que todo aquello “fue una mancha complicada de borrar” en su carrera. Tras el incidente, deprimido, pasó dos semanas recluido en su casa de Nantes. Solo el calor de la gente de Málaga volvió a conectarle con el fútbol.
Toulalan era otro de esos “guiris” dispuestos a echar raíces en la costa, pero tras rozar la gloria en Dortmund, el yate del jeque comenzó a hacer aguas. El galo, previsor, saltó del navío antes de que naufragase. De hecho, su sueldo suponía un gran lastre para una entidad deficitaria, así que lo acabaron lanzando por la borda por apenas cinco millones de euros, menos de la mitad de lo que había costado. Se marchó a Mónaco, pero podía haber recalado en otro equipo de La Liga: “Mi familia deseaba volver a Francia y el Málaga estaba reticente a venderme a otro equipo español, especialmente al Atlético de Madrid, que jugaba la Champions y estaba interesado en mi”, reconocía en la charla con L’Equipe.
Al Principado llegó en la plenitud de su carrera, con 30 años y seducido por un proyecto algo similar al del conjunto malagueño: con unas expectativas bastante altas y grandes futbolistas firmados a golpe de talonario. En el Luis II pudo jugar, por citar unos cuantos nombres, con Falcao, Moutinho, James Rodríguez, Ricardo Carvalho, Abidal, Bernardo Silva, Kondogbia, Carrasco, Martial, Lacina Traoré, Fabinho, Lemar o Mbappé. Poca cosa. A pesar del equipazo, Toulalan se iría de Mónaco sin ganar título alguno: con un subcampeonato (en su primer año) y dos terceros puestos.
En el cuadro monegasco formaría una dupla fantástica con Moutinho, confirmando ser el reflector perfecto para cualquier acompañante que irradiase algo de luz. Ya le había ocurrido en Málaga con Cazorla o en Lyon, primero con Juninho Pernambucano y más tarde con Miralem Pjanic, flamente fichaje del Barça. Con su fina lectura posicional, Toulalan favorecía a un tiempo la recepción del balón desde la defensa y la inmediata conexión con el interior de su perfil. Este compañero solía quedar desatendido al obligar a su marcador a bloquear la solvente salida del francés. Su capacidad de decisión entre el pase o la conducción posterior, la virtud en la ejecución de ambas acciones técnicas o la templanza para llevarlas a cabo hicieron de Toulalan, en palabras del seleccionador Raymond Domenech, “el relevo natural de Vieira” en el pivote de ‘Les bléus’. Esto, lógicamente, de no haber acontecido el célebre incidente de Knysna.
“El único remordimiento que me ha quedado es no haber podido continuar mi aventura en Málaga. Nunca he tenido una afición así detrás de mí, cantando mi nombre a cada minuto”
Tras cumplir su contrato en Mónaco, Toulalan se mudó a Burdeos. Seguramente lo haría sin saber que aquella iba a ser su última experiencia deportiva. En el Girondins acabó jugando de central, una posición que, si bien no le era desconocida, limitaba gran parte de sus cualidades. Dugarry, leyenda viva del club, estaba en profundo desacuerdo con la decisión de Jocelyn Governnec, técnico del equipo, de colocarlo en el eje de la zaga: “Toulalan es un chico inteligente, que conoce perfectamente la Ligue 1 y tiene muchas cosas buenas, puede jugar ahí. Pero creo que ponerle de central durante toda una temporada es un error que cuesta mucho dinero”.
Sea como fuese, Toulalan no cumplió al completo el acuerdo firmado con la escuadra bordelesa: su carrera futbolística terminó abruptamente en enero del 2018. El Girondins, que encadenaba una serie de resultados muy negativos, decidió rescindir el contrato al entrenador Gouvernnec. ‘Toule’, en solidaridad, también solicitó romper el suyo. Era lo que le había prometido al técnico, el único responsables de que siguiese vistiendo el escapulario blanco y en forma de uve. El mediocentro, que había portado el brazalete de capitán y jugado todos los partidos aquel campeonato, demostró tener una característica cada vez menos común en el fútbol: la lealtad. Muchos consideraron su decisión desacertada o extravagante, pero Milos Dimitrijevic, excompañero suyo en el Nantes, la vio coherente con su manera de ser: “¿Jérémy Toulalan? -respondió a Leero Sport News– En el plano humano representa todo lo opuesto al mundo del fútbol. Es un hombre simple que no ha podido soportar nunca este complicado mundo. Irse es su decisión, nadie puede ponerse en su lugar. Es difícil de entender, pero hay que respetarle”.
En RMC, Enmanuel Petit dijo “tenerle un aprecio enorme a Toulalan, tanto fuera como dentro de los terrenos de juego”, y ensalzó ciertas virtudes personales del nantés: “Siempre ha sido directo, justo con sus valores, compromisos y convicciones. Cumplió con la palabra dada a Gouvernnec, y creo que hay cosas mucho más pesadas y profundas que le han podido pesar en la balanza. Al principio me sorprendió la noticia, sí, pero conociendo al tipo, tan firme en sus ideales, alcanzas a comprenderlo”. Para Petit, el fútbol galo estaba perdiendo un tipo de jugador en peligro de extinción. “Jérémy Toulalan era un chaval sensible e inteligente, que andaba constantemente pensando y analizado todo; que era siempre correcto con sus compañeros”.
En cualquier caso, Toulalan conservaría la singularidad hasta en el momento de su retirada. De hecho, ni tan siquiera tuvo una despedida al uso: se marchó a la francesa, sin decir adiós. Especialmente hastiado de todo el circo que rodea al fútbol, y siendo conocida su alergia a los micrófonos, habría sido poco consecuente convocar una multitudinaria rueda de prensa e intentar soltar la lagrimita. Él no era así, y no iba a forzarlo; sus verdaderos aficionados lo entenderían. Lo más honesto era marcharse sin hacer ruido, de puntillas, como realmente había transitado por la élite del balompié europeo. Hoy, si alguien quiere saber de Toulalan, sabe dónde buscarlo. El querido maestro, que vive plácidamente ‘jubilado’ en su casa de Nantes, siempre dejó claras sus intenciones: “Envidio a mi padre, que se va durante horas con su perro y ya no puedes encontrarlo. Tengo ganas de poder hacerlo”.
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Fotografía de Getty Images.