“Me encanta la cerveza, la comida y el fútbol”. Puede haberlo escrito cualquiera de nosotros en su perfil de Twitter, pero la frase es de Glenn Peter Strömberg, leyenda del fútbol europeo.
Antes de coleccionar animales (dos perros, siete gatos, una tortuga y dos pájaros en 2012), escribir sobre gastronomía, crear una línea de ropa, trabajar de comentarista deportivo y colgar vídeos en redes; antes de ser una persona tan polifacética como corriente adecuada a la edad y a los tiempos, Strömberg era también algo excepcional. Un futbolista gracias al que un equipo de segunda podía soñar con ganar una competición europea sin caerse de la cama.
Los 80 fueron su década. Allí Strömberg también fue a la moda: masticaba tabaco, jugaba naipes, escuchaba los Stones y se dejaba crecer una rubia melena. Le apodarían ‘Vikingo’. Visualmente, su 1.90 m de puro rock causaban sensación, mientras a través del juego se convertía en referente de un equipo histórico del calcio. La diferencia entre ambos aspectos estriba en que su destreza con la pelota no es construcción social. Es talento, que finalmente se tiene o no se tiene.
Trato de decir que uno puede flipar un rato con la facha de Strömberg o puede centrarse en su genuino fútbol, en la esencia que lo distinguía, para entonces quedarse a vivir. Y cabe recordar que aquel aficionado que se decantó por lo primero, atacándole la estética al grito de “¡Despierta, Marisa!”, lo vio saltar sobre la valla con la intención de poner cada cosa en su lugar: “Me llamo Glenn, Glenn Strömberg. Capitán de Suecia y Atalanta. No lo olvides nunca. Ni tú, ni nadie”.
La inteligencia de Strömberg para la táctica de Eriksson
Aún hoy Strömberg es uno de los futbolistas con más partidos jugados en la Atalanta Bergamasca Calcio. “Nací en Suecia, pero moriré en Bérgamo”, dijo.
Nació en Suecia dándole al balón hasta que en Suecia firmó profesionalmente con el Göteborg. No se fue de Suecia hasta ganar una copa europea. Fue en 1982 cuando los dirigidos por Sven-Göran Eriksson derrotaron 1-0 al Hamburgo en la final de la UEFA. Un Hamburgo que contaba con futbolistas de la talla de Magath y Hrubesch, que era dirigido por el histórico Ernst Happel y que al año siguiente ganaría la Copa de Europa.
Dado el éxito, Eriksson marchó entonces al Benfica y pronto llevó consigo a su mejor futbolista. El técnico se hizo famoso en la época por el dominio de la táctica zonal en un mundo de marcación combinada, pero no tenía un pelo de tonto. Por eso se llevó a Strömberg en cuanto pudo.
Los 80 fueron su década. Allí Strömberg también fue a la moda: masticaba tabaco, jugaba naipes, escuchaba los Stones y se dejaba crecer una rubia melena. Le apodarían ‘Vikingo’. Se convertiría en referente de un equipo histórico del calcio
Recuerda el propio jugador que “Eriksson fue el entrenador más preparado que tuve, también el más perseverante. Si Eriksson siente que esto es lo correcto, continúa con ello. Creo que muchos entrenadores, después de cuatro o cinco partidos, si algo no funciona comienzan a entrar en pánico, pero Eriksson nunca entró en pánico. Cuando estaba en la Lazio, hubo un momento en el que no estaban anotando, así que la gente dijo: ‘No puedes jugar 4-4-2, necesitas tres delanteros’. Y Eriksson contestó: ‘Voy a hacer lo contrario. Voy a llevarme uno y jugar 4-5-1’. Y empezaron a anotar mucho y luego ganaron la liga”.
Se desprende de esas palabras que Strömberg es uno de tantos futbolistas obnubilados por la retórica del tacticismo, siendo sin embargo la realidad que Eriksson era un buen técnico que ganó títulos porque tuvo a futbolistas de la categoría de Strömberg, no por alquimia táctica.
El entonces joven Strömberg, un volante de ida y vuelta con notable capacidad técnica. De precisa conducción en uso de ambos pies, salida en regate, buen pase corto y medio, potente en el juego aéreo y en las llegadas al área rival. Y tanto o más importante, con personalidad e inteligencia para dominar un partido. Así lo aseguró Mondonico, quien lo entrenó más tarde: “Nunca le di tareas tácticas demasiado precisas a Glenn. Sencillamente porque era él sobre el terreno de juego quien siempre entendía, en función del desarrollo del partido y de la alineación de los adversarios, dónde colocarse para ser lo más útil posible. Es un don innato. Eso sólo lo tienen las personas inteligentes y los futbolistas”.
Ya en Portugal, Erikkson dio sitio a Strömberg en un centro del campo junto a Carlos Manuel y Chalana, otros futbolistas legendarios. Fue aquel, lógicamente, un Benfica bicampeón regular y finalista de la UEFA en 1983. Stromberg dejó impronta, puesto que tras él llegarían otros suecos a los ‘Encarnados’, casos de Thern, Schwarz o Magnusson. Pero duró poco allí, temporada y media, más que nada porque en los ochenta existía el calcio.
Strömberg llega al Calcio de los 80
Todos los grandes futbolistas querían ir a la liga italiana y a Strömberg lo consiguió la Atalanta. Fue gracias al empresario petrolero, y presidente del club, Cesare Bortolotti. Lo fichó algo después de que, en octubre de 1983, Strömberg se presentase a la Italia futbolística con una exhibición internacional. Jugó de fábula e hizo dos goles en el 0-3 que Suecia le endosó a la ‘Azzurra‘, vigente campeona del mundo, en partido valedero para la Eurocopa.
Bortolotti negoció personalmente en Portugal y así consiguió arrebatárselo al Como, que entonces ficharía del Stuttgart a Dan Corneliusson, eterno socio en ataque de Strömberg.
Jugar en la liga más rica y famosa del momento llevaba factura. Si futbolistas del calado mundial de Zico y Maradona dejaron clubes como Flamengo y Barça para firmar por meros aspirantes a Serie A, Strömberg hubo de conformarse con luchar por mantener la categoría.
“Los primeros meses fueron impactantes para mí. Tuve que adaptarme a un estilo de juego diferente, mucho más táctico y defensivo. Con el Göteborg y el Benfica jugué para ganar, con Atalanta jugué para evitar la derrota”, confesó.
Su fichaje fue en 1984, para el regreso del club a la Serie A, tras un paso por las dos categorías inmediatamente inferiores. Quizá esos planteamientos defensivos de Nedo Sonetti, propios del calcio de la época, impidieron al equipo aspirar a la grandeza. Aunque también influyó que Lars Larsson, el buen atacante llegado para formar junto a su compatriota, en la segunda vacante extracomunitaria, se lesionase y no diera goles.
“Me llamo Glenn, Glenn Strömberg. Capitán de Suecia y Atalanta. No lo olvides nunca. Ni tú, ni nadie”
La Atalanta navegó dos temporadas en aguas tranquilas hasta que en la campaña 1986-87 descendió a la B. Había fichado a un veterano Trevor Francis pero no fue suficiente.
Mientras, a Strömberg le había dado tiempo a ser elegido mejor jugador sueco en 1985, siéndole otorgado el Guldbollen. Y a convertirse en la esperanza de la hinchada. De ahí que, reverso de la moneda, le culparan más que a cualquier otro del mal desempeño del equipo ese curso.
“Tenía muchas dudas de si quedarme en Bérgamo y jugar en la Serie B. Fui criticado hasta el cuello más o menos por todos, digamos que eran sólo mis compañeros y el equipo los que me querían”. Pero “sentí mi parte de la responsabilidad y quise resolverla”, aseguró.
En términos éticos, quizá quedarse en el equipo del que se es bandera cuando las cosas van mal es lo que ha de hacerse. Por eso Strömberg se mantuvo cuando lo quería media Serie A. Entre ellos Eriksson, que entonces entrenaba a la Roma y a quien en 1985 había rechazado por no querer “seguirle allí donde fuera y arriesgarme a ser considerado sólo su pupilo”.
La Atalanta europea de Strömberg y Mondonico
También ayudó la llegada al equipo del joven entrenador Emiliano Mondonico. Strömberg tenía 27 años y Mondonico, 40. Primero conectaron por su gusto musical. “Nos encontrábamos muy bien juntos. Teníamos en común la pasión por los Rolling Stones. Mick Jagger es increíble, aún sigue saltando como un grillo”, declararía más tarde para Siglo XIX. Luego, el técnico italiano se rindió a su fútbol.

Mondonico le entregó la capitanía y con ella el alma del equipo. Lo entendió como ningún otro y respetó su ser en el campo. Si Mondonico dijo de él que no había conocido cosa igual en cuanto a interpretación de los partidos, Strömberg le correspondió con un: “Mondonico fue el mejor leyendo el juego. Cambió un poco el equipo cada vez dependiendo de los oponentes y luego también durante el juego. Era muy bueno”.
Pese al descenso en 1987, previo a la llegada de Mondonico, la Atalanta había sido finalista de la Coppa, donde cayó contra el Napoli. Strömberg era muy bueno pero no era Maradona. Comoquiera que los napolitanos ganaron también el Scudetto, se dio la circunstancia de que la Atalanta jugó la siguiente Recopa estando en Serie B.
Con Mondonico en el banquillo y Strömberg de estrella, alcanzaron las semifinales tras derrotar a Merthyr Tudfil, OFI Creta y Sporting de Lisboa. Es el mejor resultado de un equipo de segunda en Europa. Perdieron contra los belgas del Mechelen, a la postre campeones, poco antes de regresar a primera división esa misma campaña.
En la eliminación hubo polémica arbitral, que Strömberg recordó así: “Sólo he vuelto a ver ese partido una vez. Tenía curiosidad por saber si esa falta sobre mí estaba realmente en la zona o no. Fue al menos medio metro dentro del área. Con ese penalti habríamos ido a la final con el Ajax. Éramos los únicos en Italia que quedábamos jugando en Europa. Ese día toda la ciudad estuvo a nuestro alrededor y la emoción fue increíble”.
Ya en la élite italiana, el equipo hizo sus mejores años juntando en el campo la ascendencia de Strömberg y Evair, el genial brasileño. La Atalanta alcanzaba con ellos posiciones europeas. Quisieron llevárselo el Genoa y la poderosa Juventus, pero Strömberg confirmó haber rechazado ambas ofertas.
En la temporada 1989-90 cayeron en UEFA contra el Spartak de Moscú, a las primeras de cambio. Ese curso también estuvieron cerca de una nueva final de Coppa, pero esta vez la controversia en el partido definitivo fue moral. Los acabó por eliminar el Milan de Sacchi. A pocos minutos del final, el delantero rossonero Borgonovo yacía en el área y Strömberg, según las buenas costumbres, echó el balón fuera. Rijkaard sacó de banda en lugar de devolver la posesión y el centro de Massaro lo aprovechó Borgonovo para provocar el penalti que les daría el gol y el pase de ronda.
Así lo rememoró Strömberg en 2019, cuando recibió en Bérgamo el premio a la deportividad: “Recuerdo el anti fair play, con el Milan en la copa. Vi uno de ellos en el suelo y eché el balón por el lateral. Sacó Rijkaard para Massaro y luego hubo penalti. Es una de las pocas veces en el campo que me he vuelto loco. Tomé a Baresi por la camiseta y le dije: ‘Si eres un hombre, lo chutas a la tribuna’. ‘No puedo hacer nada’, me respondió. Entonces fui a Sacchi y le dije: ‘No se puede anotar después de lo que habéis hecho. Dile a Baresi que falle el penalti’. Sacchi miró a Galliani y Berlusconi en las gradas, pero en aquella época no había teléfonos móviles y la comunicación era difícil. Franco marcó. Al reanudar el juego pateé la pelota y salí del campo, cinco minutos antes del final.’¡Strömberg, no puede salir del campo si no soy yo quien se lo diga!”, me soltó el árbitro. Pero volví a los vestuarios”. Ante la prensa, Rijkaard justificó la acción diciendo que “somos profesionales”. Y Mondonico sentenció: “El profesionalismo ha ganado y el fútbol ha perdido un momento para triunfar”.
Una retirada prematura
En junio de 1990 murió el presidente de la Atalanta, a los 39 años, en un accidente de tráfico. Por su parte, Mondonico marchó al Torino. No obstante, el equipo mantuvo a sus grandes futbolistas, ya unido Caniggia, por lo que aún rindió. El hijo del viento fue otro Axel Rose cuyo fútbol era incluso superior a su estética.
Ya dirigidos por Bruno Giorgi, pese a bajar hasta mitad de tabla en Serie A, alcanzaron cuartos de final de la UEFA 90-91, donde el gran Inter de los alemanes los frenó. Strömberg estaba lesionado y no pudo jugar la eliminatoria. Sus problemas físicos serían decisivos para que se retirara prematuramente.

Colgó las botas en 1992, cumplidos los 32 años y tras disputar la Eurocopa jugada en su país. Ya había sido parte en el Mundial de Italia‘90. Dejó la selección con 52 internacionalidades. Es considerado uno de los mejores centrocampistas suecos de la historia.
El último partido de aquel Atalanta en casa fue precisamente contra el Toro de Mondonico. Strömberg no lo jugó por lesión, pero estuvo presente. Al finalizar el partido, la Curva Norte lo homenajeó como merecía, mientras técnico y futbolista se abrazaron entre lágrimas. Su camiseta con la ‘7’ adquirió estatus de leyenda. Dos años después de su salida, la Atalanta volvió a descender.
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Fotografía de Getty Images.