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Santos Troya, el primer mosquetero

Revivimos, junto a José Antonio Martín ‘Petón’, la figura de Victoriano de Santos Troya, el primer futbolista homenajeado en la historia del Atlético de Madrid

“La paz de los desiertos, ese dulce retiro donde ni la ambición ni la soberbia tienen dominio” (1621). Así describía Francisco de Quevedo, felizmente retirado en la Torre de Juan Abad, el paisaje llano y árido que tradicionalmente ha identificado la región de Castilla-La Mancha. Sin embargo, en la misma aldea donde unos se tomaron un descanso, otros soñaron con el porvenir de sus futuros. Fantasearon. Forjaron sus particulares vocaciones. Tres siglos después, entre aquellos campos de trigo, corría un chico llamado Victoriano de Santos Troya (Torre de Juan Abad, 1907). Este, desafiando el soneto del poeta, se sintió dominado por una ambición: la de ser futbolista profesional.

El joven Victoriano empezaría dando sus primeros golpes al balón entre los viejos álamos de El Pilar. O quizás en mitad de la gavilla de la era, ese paisaje manchego casi lunar, prácticamente yermo. Para su suerte, a los 17 años, terminaría pisando el lujoso césped del Estadio Metropolitano, vistiendo los colores del Atlético de Madrid. “Santos no solamente destacó en el Metropolitano por su fútbol, también por su simpatía, su personalidad y sus valores humanos. Fue muy querido por la afición”, cuenta José Antonio Martín, ‘Petón’, periodista y agente futbolístico. Como si fuera un cuento, habrá que explicarles a los niños pequeños que ese fue el Metropolitano original, el primero, allí donde jugaron tres tipos llamados los ‘tres mosqueteros’. Santos Troya asumiría el papel de Athos, pues fue el primero de los tres en recalar en las filas del Atlético (1924). Porthos y Aramis vendrían a ser Eduardo Ordóñez y Arcadio Arteaga, respectivamente.

Comenta Petón que “aquella media de los ‘tres mosqueteros’, formada por Santos, Ordoñez y Arteaga, fue la primera en la historia del club. Después, en la década de los 40, hubo otros ‘tres mosqueteros’: Germán, Machín y Gabilondo. Fue una especie de remedo nostálgico de lo que fue la primera”. A la vista está cómo algunos apelativos se repiten en la historia del club ‘colchonero’, no solamente en el nombre de su estadio, también en los pseudónimos de sus ídolos. La medular de los primeros ‘tres mosqueteros’ -apodados así por el periodista Vicente Marco- se ganó el cariño y el respeto de la hinchada rojiblanca entre finales de los años 20 y principios de los 30, cosechando numerosos éxitos en los Campeonatos Regionales. Ordóñez y Arteaga eran dos mediocentros robustos, bien dotados físicamente, mientras que Santos aportaba la finura y la elegancia a un once completado por los Meseguer, Moriones, Olaso, Lecube, Marín, Cosme y Areta. El primer gran Atleti.

28 de febrero de 1933. Selección española contra Atlético de Madrid.

Muchos de ellos cayeron enfermos con temprana edad, otros lo harían en la posterior Guerra Civil. Entre los supervivientes de aquel equipo dirigido por el británico Fred Pentland, tan solo uno recibió un honor que no solía concederse a muchos deportistas de la época. Quizás tocado por la Virgen de la Vega, patrona de su localidad natal, Victoriano no solamente perduró en el Atleti, sino que fue homenajeado en 1933. Su carisma y trayectoria así lo merecían. “El primer homenaje a un jugador rojiblanco fue a Santos Troya, en un partido entre el Atlético de Madrid y una selección nacional formada por futbolistas de la talla de Zamora, Zabala y Samitier. La tradición decía que el jugador que llevaba ocho o diez años en un equipo tenía derecho a un homenaje. Estaba establecido como norma en el fútbol español”, apunta José Antonio Martín, ‘Petón’. Según los anales históricos, Santos Troya estuvo nueve temporadas en el club, en las que disputó 61 partidos de Liga, 17 de Copa y 34 del Campeonato Regional. Siguió vistiendo la camiseta del Atleti a pesar de vivir el primer descenso de su historia, en 1930, en la segunda temporada del Campeonato Nacional de Liga. “Entonces, los futbolistas, por una cuestión de dedicación a sus estudios y profesiones, no solían estar tanto tiempo en un club. Santos Troya estuvo mucho tiempo en el Atlético. En los Campeonatos Regionales, en Primera y en Segunda. Se lo ganó”, concluye Petón.

Su nombre quedaría grabado en la historia del Atlético de Madrid desde aquel 28 de febrero de 1933. La fecha de los honores. Aquella que lo erigió como un futbolista íntegro y privilegiado en una época en la que el fútbol todavía carecía de profesionalismo y oficialidad en muchos aspectos. De hecho, era común que la competición a nivel nacional fuese compatible con estudios y oficios varios. Tan solo le quedaba seguir la estela del éxito, permaneciendo en la élite del fútbol español. Como bien dice José Antonio Martín, ‘Petón’, “Santos Troya jugó en equipos importantes. Fue el primer futbolista que estuvo en tres de los grandes clubes españoles: Atlético de Madrid, Barcelona y Valencia”. Como si Dumas hubiera escrito un spin-off de Athos, el ‘primer mosquetero’ siguió su aventura lejos de su guardia, de sus camaradas, recalando en el Barcelona, entonces presidido por Joan Coma.

Durante su única temporada en Barcelona, el torreño fue titular fijo en el centro del campo de aquel conjunto entrenado por el austríaco Richard Kohn. Se ganó la admiración de la grada de Les Corts, un estadio donde no solamente vistió la camiseta del Barcelona, también la de la selección catalana. Sobre este curioso dato, comenta ‘Petón’ que “Santos Troya nació en La Mancha y jugó con la selección catalana. Eso es muy bonito. Era común en aquella época, especialmente entre jugadores que arraigaron en sus clubes. Eso habla de lo respetado que fue en el Barça, de lo bien que cuajó, tanto a nivel personal como futbolístico. Entonces no era necesario ser oriundo, sino estar jugando allí”. El encuentro, en beneficio de los hospitales de la ciudad condal, se disputó el 2 de abril de 1933 y enfrentó a Catalunya y, precisamente, al Atlético de Madrid. El resultado final fue 2-0 a favor de los catalanes. Dice la hemeroteca que el Camp de Les Corts estaba lleno a rebosar y el saque de honor fue a cargo del actor y locutor de radio Josep Torres Vilata, ‘Toresky’. Santos Troya entró en sustitución de Agustí Layola, entonces jugador del Espanyol.

3 de abril de 1933. Hemeroteca Mundo Deportivo

En 1934, las aventuras del ‘mosquetero’ continuaron en el Valencia, club en el que disputó dos temporadas antes del estallido de la Guerra Civil. Una vez terminada, en 1939, Victoriano ya tenía 33 años y en lo último que pensaba era en volver a jugar al fútbol. Sin embargo, Manolo Valderrama, entrenador del Granada, lo convenció para volver a vestirse de corto. Junto a otros futbolistas importantes como Trompi, Floro o Masile, Santos Troya se sumó al proyecto del club granadino. El objetivo de ascender a Primera División no pudo conseguirlo como jugador, pero sí como entrenador del club andaluz el año siguiente, en 1940. Aquel éxito le ofreció la posibilidad de dirigir al Sevilla en 1941, donde no pudo terminar la temporada debido a una grave enfermedad: su última batalla.

Tras innumerables combates y un recorrido incomparable, el ‘primer mosquetero’ cayó herido y jamás volvería a levantarse. Igual que Athos, murió encontrando la gloria perdida. Aquella que se difuminó en la maldita guerra y resurgió de la mano de Valderrama y la bendita ‘quinta del Trompi’. En febrero de 1943, víctima de un cáncer de estómago, Victoriano de Santos Troya murió a la edad de 36 años. El homenaje que recibió diez años después, en el Metropolitano, no iba a ser el único que honraría su figura. Tras fallecer, los jugadores del Granada, en un partido contra el Real Oviedo, lucieron un lazo negro en su memoria. Además, en 1944, el Sevilla disputó un encuentro en el que destinó la recaudación de las entradas a la familia del manchego.

Decía Quevedo que “hay libros cortos que, para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga”. Lo de Santos Troya fue, desgraciadamente, uno de esos libros cortos que mencionaba su ilustre paisano de la Torre de Juan Abad. Una breve pero notable carrera deportiva que ha carecido de literatura, memoria y reconocimiento a lo largo del tiempo. He aquí nuestro testimonio. Gracias, ‘mosquetero’.

 


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Fotografías de Peña Atlética Aniana, Indios Rojiblancos y Mundo Deportivo (hemeroteca).