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Ronaldo y su debut “maravilloso, casi mágico” con el Real Madrid

Esta semana se cumplen 20 años del debut de Ronaldo con el Madrid, con un doblete inolvidable contra el Alavés en el Bernabéu

“¡Debuta… Madre!”, clamaba el titular de la portada del Marca del día 7 de octubre de 2002. “Ronaldo solo necesitó un minuto para poner el Bernabéu a sus pies”, detallaba un subtítulo. El ariete brasileño había debutado el día antes, el 6, con un fulgurante e inolvidable doblete ante el Alavés en el Santiago Bernabéu (5-2), poniendo fin a semanas de eterna espera para la hinchada blanca y de ser portada. Ya lo había sido todo el verano por su fichaje procedente del Inter, que no se cerró hasta las últimas horas de mercado. “El ritmo de venta para presenciar el encuentro contra el Alavés equivale al de un clásico y la recaudación asciende a 300.000 euros. La gente espera a Ronaldo con la misma ilusión que acude a los Madrid-Barça”, contó Carlos Torres en El País la misma semana del partido.

La afición aguardaba ansiosa el debut, mientras su pretemporada individualizada y su dolorosa ausencia alimentaba las dudas sobre su estado físico, su presente y futuro. “Inquieto frente al talante agresivo de los medios madrileños, prevenido frente a la actitud de los aficionados, que, según intuye, esperan de él una actuación deslumbrante, Ronaldo experimenta una tensión creciente. Quizá por miedo o exceso de responsabilidad. No se siente en su peso justo, considera que le falta velocidad, y no quiere decepcionar a los hinchas. El jugador experimenta una pretemporada poco tranquila y ayer explicó que los medios no lo ayudan. Cada día se suman a la lista nuevos programas, nuevos periódicos, que hablan de él con sorna, con acidez. Se multiplican los chistes a su costa y se anuncia su posible debut como algo inminente. […] La cuestión es saber cuál es el techo de un futbolista que no compite con normalidad desde hace tres años. Parece evidente que las lesiones han mermado tanto su capacidad física como su autoconfianza, y es obvio que las noticias en torno a su estado físico son vagas y se disparan en sentidos contradictorios”, añadía el periodista. En otro texto de aquella primera semana de octubre de 2002, recogía unas declaraciones del propio jugador: “No me siento en deuda con la afición porque yo no he venido a debutar contra el Alavés, sino a hacer más grande al Madrid. No sé cuándo comenzaré a hacerlo más grande, pero no me siento en deuda”.

Ronaldo, finalmente, entró en la lista de Vicente del Bosque para dicho duelo de la quinta jornada. Empezó de suplente y antes de sentarse en el banco se golpeó la cabeza contra el techo del banquillo, en una prueba inequívoca de que era el nuevo. Con él, rieron César Sánchez, Raúl Bravo, Tote o Steve McManaman. Se sentó al lado del centrocampista inglés. La realización televisiva mostraba al brasileño sorbiendo una botella de Solán de Cabras, con fino bigote y brillante pendiente. No se lo quitó para calentar, con un peto rojo, ni para saltar al césped en el minuto 63, entre una ovación atronadora. “Entra Ronaldo y se va Portillo. Ovación en el Bernabéu”, bramaba Manolo Lama. Al mismo tiempo, Guti cedió su sitio a Santiago Solari. Rolando entró al trote, santiguándose, con Siemens Mobile en el pecho y el ’11’ en la espalda: el ‘9’ era propiedad de Fernando Morientes. Y no necesitó ni un minuto para marcar, en el que fue el primer balón que tocó de blanco: Roberto Carlos dibujó un centro medido desde la izquierda que pasó justo por encima de las cabezas de los dos centrales, Téllez y Ochoa, y Ronaldo la domó con su pecho, la dejó botar en el tapete verde y ejecutó a Dutruel con una hermosa volea, haciendo picar la pelota en el suelo para que ganara velocidad y altura. Detrás de las mallas, publicidad de QDQ. Y en el palco, un Florentino Pérez sonriente, bendiciendo el bautizo de su tercer galáctico y bromeando con otros señores. En el resumen del encuentro de Youtube, una mujer que le pellizca las mejillas desde la segunda fila del palco. También sonreían los nuevos compañeros de Ronaldo, pidiendo tanda para abrazarle y rendirle honores. Aclamado, el brasileño recibiría su segundo Balón de Oro dos meses después. Y dos meses antes había conseguido un doblete ante Alemania en la final de la Copa del Mundo.

Había sido el cuarto gol de la noche. En el primer acto habían marcado Zinédine Zidane (1′) y Luis Figo de penalti (30′) para el Real Madrid y Magno (36′) para el Alavés de Mané. En el 71′ Figo cantó el 4-1 y en el 78′ cayó el segundo gol de Ronaldo, fruto de un veloz contragolpe y también con su bota derecha. McManaman, segundos después de reemplazar a Claude Makélélé, condujo la transición y asistió al ’11’ para que salvara la salida desesperada de Dutruel con un chut raso, inalcanzable para el meta y sus defensas por mucho que se estiraran. Ronaldo abrió los brazos, como para recoger el cariño del Bernabéu, mientras el estadio ya coreaba su nombre.“Soy feliz. Muy feliz”, dijo después. Incluso acarició el hat-trick, asistido por Zidane. Aquellos dos fueron los primeras goles de los 104 que hizo en 177 días con el Madrid, de 2002 a 2007 y con dos ligas (2003) y (2007), una Supercopa de España (2003) y una Copa Intercontinental (2002). “Una vez que empiece a jugar no va a haber quién me pare”, había dicho antes del duelo ante el Alavés. Su debut, ante el cuadro de Mendizorrotza, fue de hecho, como ya había sido su anterior etapa en España (47 goles en 49 duelos con el Barça, en la 1996-1997): breve, pero sobre todo brutal. Como él mismo escribió en su web después de jugar media hora contra el Alavés: “Debut, victoria del Real Madrid y dos goles. Nunca hubiera podido soñar un debut mejor. Ha sido una tarde maravillosa, casi mágica”.

 


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Fotografía de Getty Images.