A finales de la década de los 80 se empezaba a vislumbrar el final de la Guerra Fría, el conflicto entre los Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que había mantenido en vilo el mundo entero desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
En medio de este contexto de deshielo y distensión, desembarcó en Sevilla un arquero ruso conocido con el sobrenombre de El Telón de Acero. El uso de este apodo, que hacía referencia a la línea que dividía los territorios comunistas de los capitalistas, es una clara muestra de cómo la disputa entre ambos bandos tuvo su impacto en todos los ámbitos, incluso en el fútbol.
El protagonista de la historia es Rinat Fayzrakhmanovich Dasayev. Nacido hace 60 años, fichó por el Sevilla en 1988 tras conseguir el galardón de la IFFHS al mejor portero del año y con la etiqueta de ser el segundo mejor guardameta del balompié soviético tras el mítico Lev Yashin. De hecho, igual que La Araña Negra, Dasayev aparece en varias clasificaciones especializadas como uno de los grandes arqueros de la historia del fútbol mundial.
Tan solo unas semanas antes de enfundarse por vez primera la elástica sevillista, Dasayev reafirmó su gran valía al ser titular indiscutible en el subcampeonato que la URSS consiguió en la Eurocopa de 1988 que se disputó en Alemania Federal. Tras cosechar tres victorias y un empate, el combinado soviético tan solo cedió en la final ante una célebre selección holandesa que se impuso por 2-0 con goles de Ruud Gullit y Marco Van Basten.
“Van Basten anotó el gol, yo lo concedí y ambos tenemos nuestro lugar en la historia”
“Tuvo mucha suerte con aquel chut, si le dieras 100 oportunidades para intentarlo no volvería a hacerlo igual”, apuntaba hace unos años el espigado guardameta ruso en una entrevista a ESPN en referencia al gol de Van Basten, considerado uno de los mejores de la historia de la Eurocopa. Aun así, encajar aquel tanto también tuvo algo positivo para Dasayev: “Marco anotó el gol, yo lo concedí y ambos tenemos nuestro lugar en la historia”.
Aquellos cinco partidos que jugó en Alemania son tan solo una pequeña muestra de los 91 que el portero natural de Astrakán, una ciudad de más de medio millón de habitantes muy cercana al Mar Caspio, jugó con el equipo de la URSS entre 1979 y 1990. Tan solo el delantero ucraniano Oleg Blokhin, con 112 encuentros, defendió la camiseta soviética en más ocasiones.
Entre la experiencia internacional de Dasayev también destaca una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 y la participación en tres mundiales: el de Italia’90, el de México’86 y el de España’82, un torneo que le sirvió para conocer Sevilla.
Teniendo en cuenta su exitosa trayectoria con la URSS y su contrastada calidad bajo palos, se comprende mejor la multitudinaria recepción que tuvo Dasayev cuando regresó a la capital andaluza en verano de 1988 para incorporarse a las filas del conjunto hispalense, que abonó unos 200 millones de pesetas al Spartak de Moscú para hacerse con los servicios del que fue galardonado con el premio al mejor jugador soviético del año 1982.
Con todo, el 21 de noviembre de 1988, alrededor de 3.000 personas aguardaron la llegada de Dasayev al Aeropuerto de San Pablo. “El recibimiento ha sido incomprensible para mí, sentí como un calambre eléctrico en el cuerpo”, relató el guardameta a El País. El día siguiente, fue presentado ante su nueva afición, que rápidamente le rebautizó como Rafaé, con un amistoso que enfrentó a su exequipo con el Sevilla y en el que jugó un tiempo con cada conjunto.
Con todo, el 21 de noviembre de 1988, alrededor de 3.000 personas aguardaron la llegada de Dasayev al Aeropuerto de San Pablo. “El recibimiento ha sido incomprensible para mí, sentí como un calambre eléctrico en el cuerpo”, relató el guardameta
Aquella fue, quizás, una de las mejores tardes de Dasayev con la camiseta sevillista; algo que no dice mucho a su favor. En Nervión, el portero, acostumbrado a ser determinante en aquel Spartak de Moscú que dominó el fútbol soviético de los años 80 junto al Dinamo de Kiev, no consiguió encontrar nunca su sitio y encajó un total de 68 goles en 54 partidos. El último se lo marcó el delantero anglo-irlandés de la Real Sociead John Aldridge, que decidió el encuentro entre el Sevilla y los ‘txuri-urdin’ de la última jornada de la liga 89-90.
Es cierto que Rafaé cuajó buenos partidos en la portería del Sánchez Pizjuán, pero algunos graves errores marcaron su carrera en Sevilla, especialmente el que cometió contra el Logroñés en su séptimo partido con el equipo hispalense. Estos fallos, agravados por algunos problemas extradeportivos -en la ciudad se rumoreaba que tenía problemas con el alcohol y el propio Dasayev reconoció haber sufrido un accidente de coche al caer en un foso contiguo a la Universidad de Sevilla, aunque, según las leyendas urbanas, estos hechos pudieron repetirse una o dos veces más-; precipitaron el fin de su periplo en la portería del conjunto andaluz.
Dasayev tenía contrato con el equipo para la temporada 1990-1991, pero ya no la vivió como guardameta, sino como entrenador de porteros del primer equipo. A sus órdenes, tuvo a dos de los grandes nombres del fútbol español: el técnico del Celta de Vigo, Juan Carlos Unzué, y el exdirector técnico del Sevilla, Ramon Rodríguez, ‘Monchi’.
Más tarde, también probó éxito abriendo una tienda de deportes al lado del Sánchez Pizjuán. Lejos de hallar la suerte, El Telón de Acero terminó por dejar atrás España y regresar a su país, a su Rusia natal. Pero a pesar de su mala experiencia en España, Rafaé aún guarda un grato recuerdo de Sevilla y del conjunto de la capital andaluza.
Además, también hay que destacar el mérito del guardameta de Astrakán por ser el primer gran futbolista en salir de la URSS. Ciertamente, las negociaciones fueron muy complicadas debido al complejo contexto político de la época y tuvieron que pasar por las altas instancias del poder soviético, caracterizado por su hermetismo. “Pactabas una cosa un día, al siguiente venían otros y cambiaban todo”, explicaba Rosendo Cabezas, entonces mánager de la entidad de Nervión, en el monográfico dedicado al Fútbol al otro lado del muro de #Panenka36. Junto a él, también fue importante el papel que jugó el presidente del club, Luis Cuervas.
En el citado monográfico, Cabezas insistía las dificultades que entrañaba negociar por un futbolista que era “el mayor mito desde Yashin” y que en Moscú convivía con unos lujos impensables para la mayoría de sus conciudadanos. “Le llevaban la carne a casa. Tenía un coche con chófer y vivía en un piso de 100 metros”, apuntaba el exdirector técnico sevillista.
En la ciudad se rumoreaba que tenía problemas con el alcohol y el propio Dasayev reconoció haber sufrido un accidente de coche al caer en un foso contiguo a la Universidad de Sevilla, aunque, según las leyendas urbanas, estos hechos pudieron repetirse una o dos veces más
Así pues, como se preguntaba Cabezas, “¿para qué iban a mandarlo a un país capitalista?”. Para responder esta cuestión resulta clave remarcar la figura de Ruperto Sagasti, el tercer hombre clave de este rompecabezas. De hecho, fue él, un niño de la guerra que a los 12 años fue enviado desde Bilbao a Moscú y que más tarde sería jugador del Spartak y docente del Instituto Central de Cultura Física de la capital de la URSS; quien, a través de la mediación, consiguió convencer a las autoridades soviéticas para que se sentaran a negociar con el Sevilla. Al final, el Kremlin acabó abriendo la puerta del telón de acero a Dasayev y el guardameta pudo llegar finalmente a Sevilla, donde Sagasti, para terminar de cerrar el círculo, le ayudó haciendo de traductor.
Siguiendo la estela del guardameta, en la década de los 90 una sorprendente cantidad de jugadores rusos desembarcó en el fútbol español. En medio de esta oleada, desembarcaron en el país grandes figuras del balompié soviético, como Viktor Onopko, Valery Karpin, Igor Korneev, Oleg Salenko o Aleksandr Mostovoi, ‘El Zar de Balaídos’.
Dasayev continúa siendo aquella gran estrella del fútbol soviético. Aquella gran estrella que se apagó en Sevilla.