El cielo pareció derrumbarse sobre las cabezas de los jugadores del Southampton el 25 de octubre de 2019: el Leicester les acababa de ganar 0-9, la mayor goleada de la historia de la Premier League. Un jugador español, Oriol Romeu, centrocampista del Southampton, fue titular y jugó el partido completo. No sería del todo exagerado decir que vivió una especie de Titanic futbolístico en el corazón de la ciudad de la que zarpó el Titanic. Tampoco sería exagerado afirmar que apenas un par de semanas después Oriol Romeu empezó a vivir una especie de confinamiento futbolístico.
Había sido titular en todos los partidos de liga pero un par de semanas después del 0-9, desapareció de las alineaciones de su entrenador, el austriaco Ralph Hassenhüttl. “Me dijo que era una cuestión de sensaciones. Quería probar otros jugadores. Y es cierto que el equipo empezó a jugar mejor. Para mí fue una situación frustrante pero el equipo entró en una buena dinámica”, confiesa en una conversación con Panenka.
Obsesionado con encontrar los motivos de su suplencia y empeñado en mejorar todo lo que pudiera mejorar, Oriol Romeu llevó a cabo una profunda introspección. Para empezar, le pidió a su entrenador bajar a jugar con el filial (el sub-23, en el fútbol inglés), una decisión que en España parece rozar lo humillante pero que en Inglaterra es relativamente habitual, sobre todo cuando los jugadores se recuperan de alguna lesión. Y en esas, llegó el Coronavirus. Y el confinamiento. Y el fútbol se detuvo. Y se quedó encerrado en casa. Con todo el tiempo del mundo para pensar.
Pensó mucho. Estudió estadísticas. Revisó partidos. Cambió algún hábito de alimentación y se puso a cocinar. Habló horas y horas con su coach personal por videoconferencia y con su representante. Meditó. Hizo preguntas y escuchó con atención las respuestas. Mejoró la calidad de sus horas de sueño y descanso.
“En mis 14 años como entrenador, nunca he visto a alguien tan profesional como Oriol Romeu. Y cuando digo nunca, es nunca”
Él no lo sabía, pero estaba moviendo todas las piedras. La metáfora de las piedras la conoció hace pocos días, cuando su entrenador se despidió de la plantilla antes de las vacaciones. “En la charla del último día nos dijo que después de perder 0-9 se obsesionó con retocar cosas: nos dijo que tenía que cambiar todas las piedras de sitio para que la casa no se cayera. Tuvo su momento de introspección y se propuso no dejar ninguna piedra sin girar”, explica el centrocampista criado en La Masia.
La historia tiene final feliz: a la vuelta del confinamiento, Oriol Romeu volvió a ser titular. En las siete últimas jornadas de Premier, el equipo no perdió ningún partido. Y cuando faltaban un par de semanas para el final de la competición, con el Southampton ya instalado cómodamente en la zona media de la tabla, unas palabras de Hassenhüttl llegaron a España: “En mis 14 años como entrenador, nunca he visto a alguien tan profesional como Oriol Romeu. Y cuando digo nunca, es nunca”.
Admirador de la cultura japonesa –gracias a su amigo y excompañero Maya Yoshida, capitán de la selección nipona-, Oriol Romeu no podrá viajar a Japón este verano, como tenía previsto. Cuando vaya, es probable que allí encuentre su ikigai, ese propósito de vida que todos tenemos. O quizá ya lo hizo durante el confinamiento. “La japonesa me parece una cultura admirable. Creo que tenemos mucho que aprender de ellos”, sostiene, mientras apura sus vacaciones en su pueblo, Ulldecona (Tarragona), en el límite con la provincia de Castellón.
En menos de una semana deberá estar de vuelta en Southampton. Tiene contrato hasta 2021 y aunque admite que le gustaría volver a España, tiene claro que no va a forzar una salida por la puerta de atrás de un club en el que se siente a gusto. Sus palabras traslucen un fuerte sentido de la lealtad. “Southampton es una ciudad industrial, muy volcada en su puerto. Es una ciudad de gente trabajadora. En general, la gente es amable y muy agradecida con el jugador, siempre y cuando el jugador sea leal”.
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Fotografía de Getty Images.