La evolución de los motes debería ser como la de los Pokémon. A medida que tu categoría mejora, el apodo también. Fede Valverde, por ejemplo, ha exigido pasar de ‘Pajarito’ a ‘Halcón’. Ya entraremos otro día a valorar cuánto de ético es querer modificar tu propio alcuño. El que nunca se ha pronunciado al respecto es Griezmann, siempre conocido como el ‘Principito’ por su parecido al protagonista del filme animado francés con el mismo nombre. Me niego. Ya no solo por el diminutivo, ha dejado de ser un niño pese a que su rostro juvenil lo ponga en duda. La transformación natural nos llevaría a llamarle ‘Rey’, pero Francia es una república y ya sabemos cómo terminó el último monarca. Aprovechando el escenario de su enésima reivindicación, propongo llamarlo ‘Emir’, y aunque yo no soy nadie para ello, me permito hacer el símil. Su poder en el campo, casi siempre infravalorado, tiene similitudes extrapoladas a las del jefe -en este caso- de Catar.
Aunque la RAE lo defina como ‘príncipe’, el emir es la actual máxima autoridad catarí. Su término deriva de ‘mandar’, igual que hace Griezmann a sus compañeros en el césped. Pese a que sea Mbappé quien se lleve todas las portadas, todo sería un descontrol sin la figura del atlético. Como comandante de las fuerzas armadas, el emir también hace de guía y controla el mando que dispara la salida de las dos balas que lo rodean: Dembélé y el propio Kylian. Su artefacto más letal, Olivier Giroud, también es acaudillado por ‘Grizou’, quien lo libera del deber del gol y le permite brillar en tres cuartos. Los negocios energéticos son un elemento de atracción para el jeque Al Thani, tanto que controla el 8.7% de las acciones de Iberdrola. El futbolista francés tampoco repara en energía: su sacrificio defensivo es otro de los atributos a destacar en este Mundial. La seguridad de una personalidad tan importante es primordial y siempre debe ir acompañada de guardaespaldas armados. Tchouaméni y Rabiot, en este caso, cubren el reverso de Griezmann en el terreno de juego. En Catar, por motivos desagradables, nadie se atreve a cuestionar al emir, pero sí en el resto de países. Y en Francia, por razones más alegres, tampoco nadie lo hace con Antoine, como sí ocurre en España.
Su estancia en ‘Can Barça’ no fue la ideal, y en su vuelta al Atlético de Madrid le costó arrancar. Porque al contrario de lo que le ocurría a Sansón en un versículo del Libro de los Jueces del Antiguo Testamento, Griezmann recupera su fuerza cuando se corta el cabello. La carta ‘Icono Moment’ que tendrá el francés en el FIFA cuando se retire, será, seguro, con el pelo corto, casi rapado. Sinónimo de títulos, con ese look consiguió el Balón de Bronce hasta en dos ocasiones, ganó el Mundial de Rusia 2018 y levantó la Europa League ese mismo año. Pero cuando se desmelena, la cosa cambia, como en su paso por el Barça, para mí subestimado, o en la Eurocopa 2016, que perdió en la final por culpa de un Éder, visto aquel día por última vez.
Hay a quien se le da bien la competición doméstica, otros se crecen en la Champions League, pero a ‘Grizzi’ todo esto se le queda corto. A él le gusta vestir de azul y competir por sumar estrellas en la cabeza del gallo
El galo tiene su competición fetiche. Hay a quien se le da bien la competición doméstica, otros se crecen en la Champions League, pero a ‘Grizzi’ todo esto se le queda corto. A él le gusta vestir de azul y competir por sumar estrellas en la cabeza del gallo. Seguramente, sería de los pocos que votaría “Sí” en el referéndum que dictamine celebrar la Copa del Mundo cada dos años. Incluso presidiría la mesa electoral, la mesa de Griezmann, esta vez sí. Porque lo de Antoine en los Mundiales es una cosa especial. Una conexión sui géneris como la de Federer en Wimbledon o Rafa Nadal en Roland Garros. Como la de Carlos Arguiñano y los chistes malos o la de Barney Stinson y el McLaren’s en Cómo conocí a vuestra madre. La historia de uno no se entiende sin el otro y de su junte siempre nace algo mágico. La faceta goleadora que exhibió en Rusia, la ha delegado en Catar. Ahora es el organizador, el ‘10’, el que domina el juego de transición y baila por la frontal del área dando pocos toques al balón. A las puertas de las semifinales, Griezmann es el jugador con más pases claves de todo el campeonato por encima de Messi, casi tres y medio por partido.
El ‘Principito’ ya no existe, se ha coronado en excesivas ocasiones como para seguir llamándose así. Benzema dijo en su día que él juega para los que entienden de fútbol, y, ante su baja, ‘Grizzi’ ha decidido adjudicarse la frase. Una melodía retumba en tu cabeza cada vez que tiene la pelota. La Marsellesa, probablemente. No esperarás de él que haga el mejor regate, ni siquiera una filigrana. Tampoco le pedirás que sea siempre tu pichichi, ni tampoco que acierte cada pase. Lo atractivo del galo está en su inteligencia, en su forma de entender el fútbol, su compromiso por el equipo y el dibujo mental que tiene de cada jugada. Muchos no lo entienden, pero a Griezmann no le importa. Él aplica lo que apostilló en su día José Bergamín, ilustre escritor español del siglo XX: “En ciertos momentos, la única forma de tener razón es perdiéndola”.
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Fotografía de Getty Images.